Abuelos, “horas extra” en verano
La atención y el cuidado hacia los nietos es de una media de siete horas diarias
La estampa de personas mayores que tiran del carrito del bebé o llevan de la mano a un niño —o varios— por las calles de la capital del Santo Reino, en especial por los lugares próximos a los parques y las zonas verdes, aumenta en la temporada estival. Como dice el refrán, “los padres crían y los abuelos malcrían”, y en estas fechas con más razón. De hecho, según datos de la Encuesta de Salud, Envejecimiento y Jubilación de Europa (Share), uno de cada cuatro abuelos cuida de sus nietos y les dedica una media de siete horas diarias, dos más que la europea. Tal como refleja el mismo estudio, los datos demostraron que cuando los niños se acuestan sanos y se levantan con fiebre son las abuelas, en un 49 por ciento de los casos, quienes se ocupan de ellos. Cuando están de vacaciones y los padres trabajan, el 53 por ciento de las personas mayores son los que se hacen cargo; en el 18 por ciento de los casos son los que llevan a los pequeños a la guardería y en un 25 también los que los recogen. Alfonso Rojo, gerontólogo, afirma que “es bueno dejar a los nietos con los abuelos si estos se encuentran bien de salud, porque la relación que se genera es mutuamente positiva, pero esta opción no va en detrimento de otra que puede ser extrafamiliar (especialistas, cuidadores o guarderías, entre otros) y que puede ser igualmente válida”. Aunque el experto también advierte de la otra cara, menos amable, del cuidado hacia los menores. “Puede generar estrés y una sensación de sobrecarga en los mayores, algo que puede agravar sus dolencias y hacer que descuiden su salud”, señala el especialista y suscribe sus palabras a la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología.
“Con la crisis económica, la conciliación entre la vida laboral y familiar es más complicada, por lo que los padres requieren cada vez más que los abuelos cuiden de los niños”, subraya el experto. Una costumbre que se extiende, según Rojas, gracias al aumento de la esperanza de vida, que alcanza los 83 años de media. En el caso de las mujeres, la media se sitúa en los 85,7 años, bastante superior a la de los hombres, con 80,2.
Para evitar que el cuidado de los nietos sea un problema, se recomienda que las personas mayores eviten “los excesos” y realizar únicamente las tareas de las que se vean capaces. Asimismo aconsejan que reserven un espacio propio para sus propios cuidados y el ocio. Además es importante establecer unos límites, tanto a los padres como a los hijos, para que el tiempo que los abuelos pasen con los nietos sea lo más gratificante posible, recuerda Alfonso Rojas. En ese sentido, el gerontólogo reafirma los “grandes beneficios” que obtienen, como la transmisión de experiencias, tradiciones, aficiones y valores que pueden adquirir los niños al estar en contacto con los abuelos. Por otro lado, tal como afirma Rojas, los mayores, gracias al contacto con ellos, “se sienten útiles y dejan de lado la sensación de soledad, además de mejorar su forma física, su rendimiento cognitivo y su integración”.
María del Carmen Jiménez es coordinadora del máster Gerontología: Longevidad, salud y calidad de la Universidad de Jaén. Se centra principalmente en “considerar y respetar la individualidad de las personas mayores y en que se tenga presente que el envejecimiento comienza al inicio de la vida, por lo que la actuación debe ser en todas las edades para conseguir un envejecimiento satisfactorio y no comenzar a los 65 años”, tal como explica Jiménez.
Respecto al posible abuso que pueden ejercer los hijos par que los abuelos se queden con los nietos, Jiménez comenta, a primera vista, puede dar la sensación de que ocurre porque “saben que no se van a negar”. Los padres de los pequeños “no detectan que sus exigencias constituyan algún tipo de abuso, sobre todo del tiempo libre de los abuelos, pues piensa ‘mi trabajo es importante y tú tienes todo el tiempo del mundo”, cuenta, y añade: “Los hijos son incapaces de observar las limitaciones de sus padres por la edad, ven que se desenvuelven bien en su vida cotidiana y no son conscientes de que hay limitaciones propias que no son visibles pero que ahí están”. Asimismo, Jiménez subraya que “están acostumbrados a que sus padres y, principalmente la madre, satisfagan sus necesidades y den siempre una respuesta afirmativa ante cualquier dificultad y no se detienen a pensar cuales son las necesidades verdaderas y cuál es su situación real”. La coordinadora del máster asegura que se genera, en cierto punto, un “sentido de obligación” de tener que cumplir por ambas partes y, también “sentimiento de culpa” por los padres si no responden a esa responsabilidad. “Los abuelos están aprendiendo a decir no”, declara Jiménez, y recalca: “El fallo está en no sentarse y ver cuáles son las necesidades por ambas partes. El gran remedio, llegar a un acuerdo”.
María José García tiene cuatro nietos y es, como ella afirma, “una auténtica abuela”. El más pequeño tiene menos de un mes y nació en Barcelona. Celia, Mario y Livia son mayores, de once, doce y trece años, respectivamente, y es con quienes más tiempo ha compartido. Cada verano dejan su pueblo natal, Alcalá la Real, para dirigirse a Jódar. En esta ocasión son solo dos los que viajan para estar con sus abuelos. Los niños han vivido todo tipo de experiencias en casa de García. “Van a la Escuela de Verano, salen a pasear, se mueven de un sitio para otro o acuden a cursos, de hecho, fue aquí donde aprendieron a nadar con unas jornadas de natación”.
“Estoy encantada de que se queden aquí hasta que se cansen”, declara García, que agradece cada día que están con ella. “No los veo muy habitualmente, solo en Navidad o Semana Santa. La distancia es larga y se nota”. Comenta que también es difícil coordinar los horario con sus hijos, pero que ella está “deseando” que se queden en el pueblo. “Además, la casa es grande y disponen de espacio suficiente para patearla a gusto”, subraya García.
Los niños suelen estar con ella mes y medio o dos meses. “Es una gozada, porque en Jódar hay unas terrazas espectaculares y las disfrutan muchísimo”. García recuerda que la temporada que comparten juntos es “diferente” que con sus padres. “Hay unas reglas, pero es verano y la casa de sus abuelos, así que deben ir a su aire y no tiene sentido que me ponga en plan sargento”. “Lo que quiero es que estén felices y disfrutes, lo que viven en el pueblo son recuerdos para toda la vida”. Comenta que, a esa edad, dan “menos trabajo” y colaboran en las tareas del hogar. “No es una segunda maternidad, los quiero muchísimo, pero mis hijas son mis hijas”.
El mayor de los nietos de Juani Pérez tiene cuatro años y medio, otro más de tres y dos más de uno. Casi ochocientos kilómetros separa a la familia, que vive en Santander y, sin embargo, aprovecha cualquier ocasión para juntarse. “Nos vemos cada pocos meses, mis hijas bajan mucho, porque tienen unos trabajos con flexibilidad horaria y les permite viajar hasta la provincia en más de una ocasión”. Sin embargo, las fechas estivales son más complejas y, mientras ellas continúan con su jornada laboral, Juani Pérez se reparte entre las dos ciudades para hacerse cargo de los pequeños. En julio bajaron los mayores y en agosto es ella la que sube, hasta el 4 de septiembre, para estar junto con la familia.
La “guardería de la abuela” comenzó en cuanto acabaron las clases. “Vinieron los mayores y estuvimos en la playa, la piscina y en el campo para ver los caballos, pues les encantan los animales”. La forma de organizarse en Jaén es diferente a la que tiene en el norte, donde hace “turnos” para compatibilizar el horario con el de los padres. “Estoy sola con los pequeños una media de cinco a seis horas, pero pasamos prácticamente el día entero juntos”. Pérez comenta que el tiempo que pasa con sus nietos “tiene otro valor”. “Con los hijos no consiento tanto y con ellos sí”. Afirma que juega mucho con los niños y hacen “chominás”. Ella es la “abuela divertida” y a los pequeños les “encanta” pasar el rato. Es consciente de las dificultades de los padres para estar las vacaciones de verano con los niños, por lo que hace lo posible por “echar una mano”. Al menos mientras el cuerpo se lo “permita”. “Ahora voy bien, puedo viajar y no tengo problemas, pero ya veremos el día de mañana cómo me encuentro para enfrentar las mismas situaciones con los niños, que serán algo más grandes”.