Academias de Inglés “fraudulentas”
La Asociación de Centros de Enseñanza de Idiomas alerta sobre el intrusismo
Las academias de idiomas son parte del paisaje de la provincia jiennense. No hay más que realizar una rápida búsqueda en las “Páginas Amarillas” para descubrir que la capital cuenta con más de treinta, una gran variedad, pero no siempre son “fiables”. Es la denuncia que hace la Asociación de Centros de Enseñanza de Idiomas de Andalucía (Aceia), que las califica de “academias fachadas”. Se trata, según explican, de centros de estudio en los que el profesorado no es cualificado, no está dado de alta en la Seguridad Social o sus horas de la jornada no aparecen “del todo” reflejadas en sus contratos. Desde la Aceia alertan de que este tipo de centros surgieron “como setas” a partir de 2010, en plena crisis, cuando llegó el “boom” del B1 y muchas personas que se encontraron sin empleo “de la noche a la mañana” y tenían algunos conocimientos empresariales se decidieron a abrir un negocio. “Pero solo para salir del paso, sin proyecto de futuro ni preparación educativa”, apuntan en la asociación, y explican como posible razón que se trata de un “sector refugio”. “Ingenieros, abogados, ciudadanos con estudios superiores que, al no hallar una alternativa, dieron el paso para enseñar sin estar listos para ello, lo cual afecta a todo el colectivo educativo”, indican. De hecho lamentan que la situación “todavía continúa” y estos centros siguen en funcionamiento, por lo que implica un “claro” intrusismo en la profesión.
La Aceia tiene en Jaén 7 socios y 7 centros asociados, con 140 trabajadores y 7.280 alumnos, por ello muestran su preocupación, porque “es algo que afecta a todos”. Sonia Lasaga entró en el colectivo hace casi 30 años, actualmente es tesorera del mismo, miembro de la junta directiva y fue vocal de la provincia jiennense durante 5 años. Su vida está dedicada a la enseñanza y, tal como recuerda, la presencia de estos centros es “negativo” para los compañeros del sector. Recalca que el 80 por ciento de las academias que solicitan ser visitadas para formar parte de la Aceia son rechazadas por “incumplir unos requisitos básicos, acorde con la Ley”. Lasaga insiste en que no piden “nada extraordinario”, sino unas medidas básicas que “debe tener todo centro”. “Todas las horas que pase el personal docente o administrativo en el despacho o las aulas son horas que está realizando su labor; por lo tanto deben reflejarse en su contrato”, indica, y hace hincapié en que lo llevan “muy a rajatabla”. Relata que la información que reciben de las “academias fachadas” proviene de los empleados que han vivido situaciones similares, como trabajar sin contrato o sin un programa “real”.
“Es personal de este tipo de centro que en realidad trabaja más horas de las indicadas por contrato, lo cual significa que se les paga en negro”, apunta Lasaga, y especifica que son conscientes de que “no ocurre solo en el sector de la enseñanza, sino que es algo generalizado”, pero que ello no hace que sea un asunto “menos grave”: “Al contrario, no lo admitimos”, concluye la docente.
En Jaén hay centros “muy buenos”, pero pocos son parte de la la Aceia. “¿Qué ocurre?”, se pregunta Sonia Lasaga. “Hay muchas academias con fuerte competencia insana, con bajadas de precio exageradas”. Según indica, este punto debe ser una “clara alerta” para los clientes. Desde el colectivo entienden que cada persona, “por necesidad o por la situación”, acuda a la oferta “más llamativa” o al precio “más asequible”. “Pero cuando hay una tirada tan increíble, que ya se sospecha de que sea normal, es porque no tienen la proyección ni vistas a larga duración; solo están para pasar la urgencia del momento, sin la intención empresarial ni educacional como para hacer las cosas bien”, señala.
Desde la asociación abogan por “menos competencia y más comprensión”, por “luchar juntos” por un sector para hacerse “más fuertes”. “Ya no podemos estar aislados, cada uno en su pequeña parcela para llevar su centro como mejor crea y pueda, pues tenemos muchos puntos en común, a través de los cuales debemos buscar una unión para fortalecernos, por el bien de las empresas y, sobre todo, por el de los clientes”.
La Asociación de Centros de Enseñanza de Idiomas de Andalucía cuenta, en la actualidad, con 93 empresas dedicadas a la docencia a lo largo y ancho de la comunidad autónoma. El número de academias que suman en estos momentos son 138, y representa a un colectivo de trabajadores directos de 2.760 personas (2.070 profesores y 690 administrativos). En total, sus aulas acogen a más de 143.658 alumnos que acuden, cada año, a los centros asociados a la Aceia.
La Asociación de Centros de Enseñanza de Idiomas de Andalucía expone en su página web varios puntos a los que prestar atención a la hora de apuntarse en una academia y que no den “gato por liebre”. Como referencia para saber si una escuela ofrece o no garantías para el alumnado, desde la Aceia se recomienda al público observar algunos parámetros importantes, como el tiempo que lleva el centro en la actividad, es decir, su experiencia, los niveles de idiomas que ofrece, el perfil del profesorado y su conocimiento docente, así como los resultados en los exámenes que sean del interés del futuro estudiante (B1, B2), además del apoyo que ofrece la escuela al estudiante a través de biblioteca, videoteca, plataforma digital o tutorías. Por otro lado es destacable informarse sobre las asociaciones profesionales a las que pertenece la academia. En definitiva, sugieren que los futuros alumnos obtengan toda la información posible en aquellas cuestiones que sean de su interés y afecten a su nivel de enseñanza. La protección a la infancia y la docencia hacia los más pequeños también es relevante para el colectivo, que recuerda la importancia de un “buen aprendizaje” a una edad temprana que “marcará” su “crecimiento como estudiante”. “Los niños solo tienen una oportunidad de aprender bien un idioma, y a mayor edad, mayor dificultad, un mal endémico que muchas personas han vivido en sus propias carnes”, declaran desde la Aceia. Por ello insisten en que no se debe “desperdiciar” la oportunidad, “porque es más fácil, rápido y, a la larga, económico aprender con profesionales que con personas que no lo son”. Y, por último, subraya que, aunque la metodología de la enseñanza de idiomas ha evolucionado “notablemente” durante los últimos años, “no hay métodos revolucionarios ni nuevos”. “No existen soluciones rápidas ni atajos, ni milagros, aunque intenten metérnoslo por los ojos”, recuerdan, y advierten que conseguir un nivel B1 desde cero “normalmente” supone unas trescientas horas de clase, más el tiempo de estudio; el B2, unas quinientas horas, más
el tiempo de estudio.
de Linares
La linarense Verónica Cervilla lleva ocho años como profesora de Inglés. Su experiencia docente en las academias, hasta ahora, ha sido “muy positiva”, y solo tuvo “problemas” en una ocasión. “Fue hace mucho tiempo y en otra ciudad”, relata. “Me dieron de alta por la Seguridad Social solo por la mitad de las horas que trabajé, porque querían pagármelas en B”. Sabe que este tipo de circunstancias “pasa con frecuencia”, sobre todo el de reflejar en el contrato un número de horas inferior a las que se trabajan en la realidad, y conoce a compañeros de profesión que han sufrido este “abuso laboral”. Cervilla admite que no había escuchado el término “academias fachadas”, pero que la esencia “es tal cual”. “Me parece que hacen falta regulación y recursos para vigilar que las normas se cumplen”, declara, y apunta que el sector de la educación, en general, “no está valorado” y los profesionales que se dedican a ello no están “muy protegidos para que no haya estos abusos”.
Picadilly Language School
“Tuve contratos de dos horas a la semana cuando, en realidad, estaba entre diez y doce trabajando”, cuenta Yolanda Ruzafa, y admite que, de hecho, su primera experiencia laboral como profesora de Inglés fue “sin un contrato de por medio”. “Lo vi como unas prácticas, pero después fui consciente de que se estaban aprovechando y lo dejé”. En ese centro vio “varias pistas” que la alertaron de su “falta de profesionalidad”. “No tenían un programa ni una preocupación real por la evolución de los alumnos, más de una vez les pedí los métodos que seguir o qué intenciones tenían para el curso, y no decían nada, de hecho tenía que sacarlo yo y traer ejercicios que preparaba por mi cuenta, con tal de que los alumnos avanzaran y tuvieran una clase de Inglés en la que aprendieran de verdad”. La experiencia vivida le sirvió a la hora de abrir su propio negocio, ubicado en el Bulevar. “Todos están dados de alta, tienen contrato y nos esforzamos por los clientes, no permitimos este tipo de abusos en los que, al final, lo pagamos todos”, declara.