Autogestión cívica en La Merced

La asociación de vecinos se organiza para revalorizar esta parte del casco histórico

01 feb 2018 / 09:28 H.

Un grupo de ciudadanos de Torrelodones, municipio en las cercanías de Madrid, hartos de cómo los partidos de toda la vida gestionaban su municipio decidieron organizarse y crear su propio partido político. Lograron la Alcaldía en 2007 y no lo deben hacer muy mal, puesto que esta fuerza aún conserva la vara de mando. Sin llegar a este logro del movimiento vecinal, en el barrio de La Merced, los ciudadanos se organizan para mejorar las condiciones de su pequeño pueblo, un barrio que tiene sus límites entre la Plaza de Santa María y la Circunvalación, una manzana de oro que, sin embargo, como le ocurre a la mayor parte del casco histórico de la capital, tiene algún que otro gusano. “Colocamos los carteles cada vez que los quitan, una y otra vez. Esto consiste en ver quien puede más”, explica Aurora, vocal de Prensa y Comunicación, de la Asociación Unidos por La Merced, que estrena junta de gobierno, presidida por Guadalupe Espinosa. Una entidad que pone en marcha el proyecto “Mi barrio, un monumento”, convencidos de que es mejor ponerse a trabajar que esperar a que el Ayuntamiento, al que se le acumulan las peticiones sin resolver de los colectivos ciudadanos, llegue para arreglar los problemas.

Los carteles que van y que vienen no anuncian excursiones domingueras a la Costa del Sol, apelan al civismo, al orgullo de los residentes para que sean los primeros que ayuden a mantener en condiciones dignas sus calles. “Él no puede, hazlo tu. Nuestro barrio es nuestra casa”, reza uno de estos anuncios, colocado, con cinta adhesiva, en el mirador que hay al final de la calle Duque, desde la ciudad ofrece una panorámica bellísima. Asomado a este balcón, Jesús Ángeles Contreras, que pasea a su perro “Epi” atiende esta petición gustoso. “Yo sí lo hago, pero todavía hay bastante gente que no”, apunta.

“Aquí hay turismo, claro que hay, pasa gente y no puede ver cacas por el suelo”, deja claro la “jefa” de Unidos por La Merced, Guadalupe Espinosa, que elogia a un parroquiano, Manuel Díaz, que, con el preceptivo permiso municipal, es el “jardinero” de otra de las vías de esta parte de la ciudad, Capitán Aranda Alta. “Salvé la palmera cuando los chiquillos empezaron a prenderle fuego y riego los olivos”, relata, provisto de su cubo de agua, rellenado en su casa, claro está, que vierte en maceteros de hierro que lucen el escudo de la capital del Santo Reino. El grupo de “mercedarios”, que así podría ser el gentilicio si el barrio fuera un pueblo y así se llamaban los monjes del convento que le da nombre a este rincón jiennense, recorre sus “dominios” y Andrés Moya, encargado de Seguridad Ciudadana en la asociación, señala un banco roto. “¡Ves! Esto pasa de vez en cuando. ¿Que hacemos? Vamos al concejal y nos sentamos a esperar hasta que lo arregle o tratamos de hablar con quien ha sido, o con sus padres, porque los conocemos. Es mejor lo segundo, hay que apelar al civismo en primer lugar, creo que es lo mejor para todos”, argumenta y deja claro: “Organizar una movilización es fácil, es el arma vecinal por excelencia y muy legítima, pero queremos ir más allá”. Manuel Moya, en la calle Las Novias, que se asoma a la coqueta Plaza Cruz Rueda, a trescientos metros de la Catedral, ejemplifica como se hace realidad este espíritu. “Como no nos dicen de quien son las viviendas que hay abandonadas, y para evitar que las ocupen, vamos a la casa de al lado y así nos dicen si son de un particular o de un banco, así, cuando lo tengamos listo, podremos decirles que hagan lo posible para que nadie entre ilegalmente y poner a alguien rojo si es necesario”, razona. En una conversación con otra residente en La Merced, María Luisa Arias, sale a relucir uno de los problemas de la parte más antigua de la ciudad, la cantidad de inmuebles que hay desaprovechados, sin uso. “En estas casas no vive nadie y son grandes y están en un sitio estupendo, cerca de la Plaza de Santa María, se llega bien con el coche, cualquiera se podría mudar”, afirma, convencida. “Pero prefieran tenerlas así, sin nadie”, apostilla Moya. Pero, mientras llega el día de que esta “lacra acabe”, los vecinos no se quedan quietos y, prueba de ello es que, por ser unos auténticos “don erre que erre” muchas entidades bancarias “blindaron” las puertas para evitar la llegada de “personas que no aportan nada”, eufemismo con el que se alude a pequeños camellos y otros sujetos conflictivos. “Hemos llegado a poner dinero para tapiar las puertas”, comenta la presidenta del colectivo que logró que, a primeros de diciembre, el Gobierno local, al menos, trasladara a la Policía Nacional esta preocupación, que, por otra parte, no es exclusiva de La Merced, al haber casos también en San Juan, La Magdalena y Santa Isabel, sin ir más lejos.

“Tampoco es que este barrio sea peligroso, como mucho, es lo mismo que puede ser cualquier otra parte de Jaén”, aclara Moya que, eso sí, desvela que Unidos por La Merced cree que mejoraría con acciones concretas, como el traslado del Centro de Protección de Menores Carmen de Michelena. “Había unas instalaciones similares en la calle Llana y se reubicaron en Las Lagunillas. Se notó enseguida el cambio”, sostiene. Tampoco vendría mal, como cree Manuel Díaz que hubiera una mayor presencia policial, con una patrulla de barrio, para ayudar a frenar comportamientos como tirar la basura a cualquier hora. “He vivido 39 años en Barcelona, fui barrendero y, si tenía que hacerlo, llamaba con mi walkie-talkie a la Guardia Urbana para que pusiera una multa a quien no respetara las normas. No pasa nada por hacerlo”, afirma. En la Plaza de los Naranjos, donde hay una placa que recuerda el paso del poeta Miguel Hernández por Jaén, sale a relucir otra de las demandas de “cajón” como es que haya una cuadrilla de limpieza específica para el “casco histórico”, al estilo de las que existen en ciudades como Baeza, declarada Patrimonio de la Humanidad. “Ya está bien de llamarlo viejo”, apostilla Moya que, de nuevo, da pistas de los pasos incluidos en el programa “Mi barrio, un monumento”, como acudir directamente a los operadores turísticos para incluir el recorrido por La Merced en las rutas para visitantes. La petición ya está cursada a Cláritas, empresa encargada de visitas guiadas a la ciudad. Pero no solo es la autogestión, ya que solicitan al Gobierno local que señalice, de forma adecuada, las entradas a este conjunto que, como sostienen orgullosos, “es el que más monumentos tiene por metro cuadrado en la capital”. Solo hay que ver que en el colegio de Santa Domingo hay parte de la Muralla, al igual que ocurre cerca del centro, en el camino hacia Merced Alta, sin olvidar el templo que da nombre a esta arteria, del siglo XIII que hay que conocer, dicen “más allá de cuando salen Los Estudiantes, con un horario de apertura al público, como el Palacio del Capitán Quesada, en la esquina de Almendros Aguilar y la fuente monumental que tiene enfrente y las decenas de casas solariegas, al igual, cerradas a cal y canto y que serían “magníficos hoteles”. “Si das motivos, como abrir una facultad en el centro, al igual que en otras capitales y crear servicios, si hay movimiento, vendrá gente joven y se revitalizará esto”, juzgan, convencidos de que, con constancia, lo conseguirán. Ya tienen aliados que reclaman medidas así, como “Jaén merece más” y están en conversaciones con partidos políticos. Todos ven bien su plan. En su paseo por el barrio, la presidenta de la asociación coloca otro cartel, en Obispo González. “Aquí se ve muy bien”, se felicita Guadalupe Espinosa, que avisa: “Hemos empezado con esto y no tenemos fecha de caducidad, lo vamos a sacar adelante, mientras cuidamos a los nietos o trabajamos, estamos convencidos”.

UNA JUNTA DIRECTIVA CON GANAS

La presidenta de Unidos por la Merced es Guadalupe Espinosa que, en la directiva de la asociación, cuenta con la ayuda de Andrés Moya, vocal de Seguridad Ciudadana; María Luisa Arias, Vía Pública; Aurora Cañada, Prensa y Comunicación, y Manuel Moya, Medio Ambiente. Entre sus planes están fomentar las tradiciones locales y abrir un centro de barrio, además de lograr que la zona no tenga problemas de acceso.