El subsuelo de Jaén oculta 35 refugios
Un equipo de la UJA trabaja en un ambicioso proyecto para catalogar y recuperar las defensas antiaéreas de la Guerra Civil
La Comarca de las Tierras Altas de Tarragona, escenario de la brutal Batalla del Ebro, mantiene viva la memoria de este largo enfrentamiento, que dejó más de 16.000 muertos entre los soldados sublevados y las tropas gubernamentales. Hay toda una red de espacios que permite una aproximación a este episodio de la historia, un esfuerzo asumido por un consorcio público que, conlleva, por ejemplo, el contradictorio trabajo de mantener en pie las ruinas del Pueblo Viejo de Corbera del Ebro. En la villa, destrozada por los proyectiles, la parroquia de San Pedro, de la que solo queda en pie la fachada, se transformó en un espacio cultural. Este espíritu de volver la vista atrás, para comprender mejor lo ocurrido en el pasado, está detrás de una investigación casi sin precedentes en España. Es el trabajo de un grupo, encabezado por el profesor del Área de Didáctica de las Ciencias Sociales, Santiago Jaén Milla. Su plan es localizar, catalogar para evitar su destrucción y, en el caso de que sea posible, reabrir, todos o la mayoría de los 35 refugios antiaéreos que existen en la capital. Esta labor continuará con la que ya se hizo al permitir el acceso al público, como centro de interpretación y Lugar de Memoria Histórica, a los bajos de la Plaza de Santiago, que se habilitaron para proteger a los jiennenses de incursiones aéreas en la guerra.
Existió toda una red de elementos de arquitectura defensiva, construidos por efecto del terror que invadió a la población jiennense después de que, el 1 de abril de 1937, hace algo más de 80 años, una flotilla de trimotores alemanes bombardeara Jaén y dejara, de forma directa, 157 muertos y 280 heridos. A esta cifra, hay que añadir las 128 personas que fueron fusiladas, en plena Guerra Civil, por las autoridades republicanas, en represalia por el ataque fascista. “Todo un trauma”, recuerda el ayudante doctor de la UJA que, ayer, realizó un recorrido, junto a alumnos de Segundo de Educación Primaria, para tratar de localizar dónde están estos “monumentos”, recuerdo del episodio bélico que le vale a la ciudad el triste título de la “Guernica andaluza”. “Les resulta muy interesante, curioso, emotivo y, hasta misterioso, que la mayor parte de las plazas y calles jiennenses cuenten en el subsuelo con un refugio de la guerra”, reflexiona el investigador, al que le llaman la atención comentarios de los jóvenes que le acompañaron en esta actividad voluntaria, como la confesión que ya no será igual tomarse una cerveza con los amigos en la Plaza del Pósito o en Deán Mazas. Ya saben que hay refugios bajo las actuales terrazas. “La experiencia les ha suscitado el interés por saber qué ocurrió en sus municipios: si se construyeron refugios, si hubo bombardeos”, precisa, convencido de que lecciones vivenciales como esta, “generan un vínculo emocional con la ciudad, su patrimonio y su historia”. Santiago Jaén Milla recuerda que la generalización de los bombardeos aéreos sobre poblaciones civiles de la retaguardia republicana obligó al Gobierno de Madrid a crear, en la primavera de 1937, el organismo denominado Defensa Especial Contra Aeronaves (DECA), dependiente del Ministerio de Marina y Aire. Ello dio lugar a una orden, el 29 de junio de aquel año, tarde ya para Jaén o Guernica que ya habían sido atacadas, que imponía la construcción generalizada de defensas pasivas en España. La ciudad jiennense fue pionera, a la fuerza, ya que, el 2 de abril, 24 horas después del bombardeo, ya existía una comisión para construir refugios. La formaban miembros del Ayuntamiento, del Frente Popular y técnicos en construcción.
El Ejecutivo estableció que los gastos de estos elementos de defensa pasiva los abonaran los propios beneficiarios, es decir, los ciudadanos. La Administración local estableció impuestos especiales y, para recaudar dinero, se obligó a los dueños de cafés, bares y tabernas a que contribuyeran, por ejemplo, con 20 céntimos por litro de cerveza Alcázar, sin que esto llevara consigo una subida del precio de venta al público. También se ideó una contribución especial, del 5% de los ingresos, para hoteles, fondas, pensiones, posadas o casas de huéspedes, y del 0,5% para pastelerías o zapaterías. Como consecuencia de este esfuerzo, tal y como recuerda el profesor de la UJA en un trabajo titulado “¿Qué esconde el subsuelo de Jaén?”, al comenzar las obras en 1937, tras los ataques, justo un año después estaban ya en construcción 24 refugios; un trabajo que empleaba a 516 personas. En marzo de 1939, ya se habían ejecutado la treintena de infraestructuras que finalmente se conserva. En ellos podían resguardarse unas 15.000 personas, de las 40.000 que residían en la capital en aquella época, un porcentaje muy elevado en relación con el resto del país. Había edificaciones de este tipo en la Plaza de la Magdalena (con capacidad para 200 personas), en la Merced, en San Juan y Santiago (cada uno para 1.000), en la Plaza de los Huérfanos, El Pósito (300), Deán Mazas y del Conde, la actual Cruz Rueda. El de San Ildefonso, con capacidad para 1.200 personas, era, según los informes a los que tuvo acceso Santiago Jaén Milla, el único refugio de la ciudad que ofrecía seguridad total. Tras la victoria de Franco, al contrario del o que se pueda pensar, en lugar de prescindir de ellas, estas edificaciones, en muchos casos, fueron mejoradas por el régimen. El caudillo estaba preocupado por un posible ataque de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial. “Desde finales de la década de 1950, sin embargo, no sabemos nada de estos subterráneos hasta 1960, cuando encontramos varias solicitudes de particulares a las autoridades municipales para cultivar champiñones en estos espacios. No se les concedieron”, recuerda el profesor, que apostilla que estas defensas dejaron de tener sentido cuando España firmó los Pactos de Madrid con los Estados Unidos y, a cambio de permitir la construcción de bases militares, como la de Rota, en Cádiz, los norteamericanos se convirtieron ya en aliados de Francisco Franco.
Todo lo averiguado hasta ahora forma la primera parte del trabajo que, en la segunda fase, la de exploración, correrá a cargo de un grupo de expertos de la UJA y otras universidades, entre los que habrá físicos, geólogos o arquitectos, encargados de utilizar los georadares y de levantar los planos de las construcciones localizadas y otros hallazgos; didactas de las Ciencias Sociales, un especialista en empatía histórica, e informáticos, para crear aplicaciones y maquetas en tres dimensiones, con todo el potencial que ello conlleva.
Primer descubrimiento en 1991
La remodelación de la Plaza de Santiago saca a la luz un refugio de la guerra. Los arqueólogos abogaron por recuperarlo y abrirlo a la ciudadanía, aunque no fue hasta el año 2011, cuando, tras acondicionarlo y musealizarlo, se dio este paso. El espacio está considerado Lugar de Memoria Histórica.
Dos años de trabajo por delante
Los planes del equipo que dirige el profesor de la UJA Santiago Jaén Milla pasan por ponerse a trabajar a partir de 2018. A mediados del próximo ejercicio, solicitarán una subvención del Instituto de Estudios Giennenses, con la idea de poner en marcha una investigación que tiene 24 meses de plazo.
Material al alcance de la ciudadanía
Más allá de la idea de tratar de reabrir alguno de los refugios y situarlos en el mapa de la ciudad, el objetivo de esta investigación es poder plasmar los resultados en un libro y otro tipo de materiales que estén al alcance de los ciudadanos, un estudio que contribuya a conocer e interpretar la historia local reciente.
Construcciones privadas y en la provincia
En la primera fase de la investigación, prácticamente concluida, ya se ha podido descubrir la existencia de 111 refugios privados en la ciudad, algunos en empresas, como la antigua fábrica de El Alcázar, en la Plaza de Cervantes, y también en municipios como Linares, Úbeda o Villacarrillo.