Enfermos bipolares luchan por la inclusión “real” en el trabajo

Abija reivindica la visibilización y el cumplimiento de los derechos laborales

09 abr 2018 / 09:25 H.

Los empleadores no quieren que nadie a quien contraten tenga una enfermedad mental”. Es la denuncia que realiza el portavoz de la Asociación de Pacientes con Trastorno Bipolar de Jaén (Abija), Joaquín Moral. Esta situación fuerza a las personas que lo padecen a ocultarlo. “Es un tema complicado”. La Federación Andaluza de Asociaciones de Salud Mental en Primera Persona, en la que está incluida la Abija, luchan por que se “normalice” su situación y no afecte a la hora de adquirir un puesto de trabajo. “Uno de los primeros pasos para superarlo es que los afectados salgan del armario, digamos, y que no se avergüencen del trastorno mental”, manifiesta Moral. Él también está afectado por la enfermedad desde los diecisiete años y ha podido adaptarlo a su día a día con el aprendizaje y el entrenamiento psicológico.

La afección “ataca” principalmente al ánimo y se caracteriza por fluctuaciones notorias en el humor, el pensamiento, el comportamiento, la energía y la capacidad de realizar actividades. Es decir, a pesar de estar habitualmente en un estado “neutral”, de repente sufren fuertes cambios que oscilan de la euforia a la depresión y pueden durar varios meses, según el tratamiento y la terapia. Moral relata cómo, en su caso particular, los momentos de “subidón” han sido los “más graves y peores”. “Se realizan actividades absurdas, se duerme menos y se trabaja sin parar, con la sensación de poder con todo. En estos momentos se me ocurrían nuevos negocios y dejaba el puesto en el que trabajaba para dedicarme a él. Pedía préstamos y se me ocurrían mil ideas”, cuenta, y detalla: “Sin embargo, después venía el bajón y la apatía, sin ganas de hacer nada, y el proyecto se quedaba sin terminar y yo, sin empleo”.

Esta situación la viven los miles de afectados en la provincia —entre 15.000 a 30.000—, que tiene origen genético y el desencadenante es biológico. “Es como quien tiene un cáncer, que no lo elige y le ha tocado porque sí, por lo vive de la mejor manera posible”, declara Moral. El portavoz de Abija comenta que el trastorno mental no impide estudiar y acceder a un puesto de trabajo. Sin embargo, se sienten “desprotegidos” a la hora de conservarlo. En los estados maníacos de depresión el paciente está “desganado”, así que es habitual que llame a la empresa y se acuerde un despido. Pero, tal como reivindican desde la Federación Andaluza de Asociaciones de Salud Mental en Primera Persona y la Abija, lo apropiado sería acogerse a una baja por depresión y, al terminar el episodio después de tratarlo adecuadamente, volver a reincorporarse en su puesto. “Por desgracia, la enfermedad está estigmatizada, por lo que impide que surja esta posibilidad, y eso hay que cambiarlo cuanto antes”.

Desde el colectivo jiennense recuerdan que hay una declaración de derechos para las personas con discapacidad que se declaró en 2006 y España ratificó en 2008. En ella están incluidos tanto los discapacitados físicos como intelectuales y mentales, y se especifican los derechos que tienen, “que no se cumplen, sobre todo en el mundo laboral”, denuncia Moral. A causa de ello abogan por que se conozca más la enfermedad, que se eliminen los “miedos” que puedan tener a través de información para lograr una integración real de su situación.

Otra de las preocupaciones del colectivo es cuando los pacientes sufren la fase depresiva que, en ocasiones, puede derivar en suicidio. “Lo más habitual es que el paciente esté en un estado de apatía, sin ganas de hacer nada, ni levantarse o relacionarse con las personas”, relata Moral, y explica que surge de forma repentina. “En muchos casos me he levantado un día, incapaz de ir a mi puesto de trabajo, directamente no podía”. Estos casos se vuelven más graves en soledad y sin la implicación de los familiares, hasta tal punto que ponen en peligro la vida del afectado. Según recalcan desde la asociación, el 33 por ciento de las personas con síndrome de bipolaridad ha intentado suicidarse alguna vez. De ese porcentaje, al final, el 66 por ciento lo consigue, “con lo cual se habla de cifras muy altas”, subraya Moral. Es decir, “la bipolaridad es un riesgo de muerte que es un riesgo principalmente para la persona que la padece”. Para evitar en lo posible llegar a esos límites, desde la asociación piden la colaboración de los familiares. “Si se conoce más la enfermedad y se visibiliza, hay más implicación, más apoyo y, en definitiva, menos riesgo de muerte”.

Día del Orgullo Loco para dar más visibilidad

La Asociación de Pacientes con Trastorno Bipolar de Jaén se suma a la próxima celebración del Día del Orgullo Loco, una iniciativa en el ámbito mundial que llega, por primera vez, a España. El colectivo acudirá a la cita, el 20 de mayo, en una concentración organizada en Sevilla. El objetivo inicial de la cita es, según cuenta el portavoz de Abija, Joaquín Moral, la visibilización de las personas con enfermedades mentales y reivindicación de su acceso a los puestos de trabajo pues “es como cualquier otra afección que, bien tratada y sabiendo sus limitaciones, uno puede realizar sus tareas sin ningún problema, como otra persona más”.

Con esta celebración, los jiennenses se suman a una reivindicación que ya es tradición en países como Canadá, donde tuvo lugar por primera vez en Toronto en 1993. Otros países también lo han celebrado ya, como Estados Unidos, Reino Unido, Sudáfrica, Francia, Brasil, Bélgica, Alemania, Ghana, Australia, Italia y Chile celebran también su Día del Orgullo Loco. En España, hasta el momento, solo Asturias se había sumado a la iniciativa.

Según sus promotores, el Día del Orgullo Loco pretende luchar por el “derecho a consensuar sus propios tratamientos, recordar a las personas que han sufrido abusos y torturas en los centros psiquiátricos (como el aislamiento o la contención mecánica)”. También se busca modificar la percepción que tiene la sociedad de los problemas de salud mental, acabar con el estigma, los prejuicios y la discriminación y “dignificar la locura como paso previo para reivindicar un cambio en la forma en que se afronta la salud mental en España” aseguran en su Manifiesto.