La cuestión catalana es también jiennense

Comprensión, perplejidad y confianza entre esta comunidad ante el proces

23 sep 2017 / 15:00 H.

Llámese desafío independentista o camino hacia el referéndum del 1 de octubre, el 1-O, el panorama político actual en Catalunya levanta pasiones entre los jiennenses. Será porque, con los datos del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía en la mano, en esta parte del país residen 110.922 jienenses, lo que es lo mismo, casi tantos como en la capital. Hay más, por los nacidos allí que tienen vínculos directos con la provincia. Voces autorizadas para analizar lo que ocurre en su tierra de adopción, ejemplos vivos de cómo esta comunidad, a mediados del siglo pasado, recibió a españoles de otras zonas más pobres que, como los jiennenses, huían del hambre y, en ocasiones, de la brutal represión franquista.

Con permiso de Pep Ventura, el alcalaíno que se considera el padre de la sardana moderna, uno de las aportaciones jiennenses más ilustres al pueblo catalán es Fernando González. Nacido en Porcuna, hace 84 años, será siempre recordado como una figura muy destacada del movimiento vecinal en Barcelona, eso, por no hablar de que, en los 65 años que lleva en la ciudad, se ha ganado una merecida fama por su férrea defensa de los derechos civiles. Como presidente de la Asociación de Vecinos de El Carmel, puso rostro a la indignación que causó el desalojo de más de un millar de personas a consecuencia de un descomunal socavón durante las obras del metro.

“Votaría si se hace en condiciones, con un referéndum legal”, reflexiona este hombre que tiene cuatro hijos, un yerno mosso d’esquadra, seis nietas y una bisnieta que, como deja claro, son catalanes. Conoce este “país” y cómo son sus gentes. “Estoy de acuerdo con la autodeterminación de los pueblos, pero tiene que haber un motivo. En este caso, hay que hacerse esta pregunta: ¿Por qué irse de España para seguir en la Unión Europea? Los independentistas son representantes de la burguesía catalana”, argumenta, como ejemplo de que ese camino, tal y como se hace ahora, no tiene mucho sentido. Eso sí, hace hincapié en que no debe de olvidarse que el sentimiento en “el catalán de pura cepa” es el de vivir “independiente de Madrid”. Esta pulsión histórica está latente, dice, desde hace 500 años, cobra fuerza en momentos como este, espoleada, cree, por la crisis económica, los recortes y hechos como las trabas al Estatut de 2006 que, al ser recurrido por el PP, no pudo desarrollar todos logros de autogobierno que impulsó el Parlament y había refrendado el 74% de la población. González confiesa que sus opiniones, como lo es la realidad a la que asiste a diario, pueden ser algo contradictorias, porque aclara que, incluso los más proclives a la separación, en el fondo, admiten no tener nada en contra de España.

Juan Jesús López Merino, por edad, podría ser nieto de Fernando González. Tiene 32 años, es de Bailén, y reside en Tarragona desde noviembre de 2008; de los últimos en llegar. Se gana bien la vida como enfermero en una clínica privada y está muy integrado en su nueva ciudad, la tercera capital de provincia catalana más poblada. “Lo he visto crecer desde que llegué (el sentimiento independentista). Tienen una fuerte identidad, por su cultura y su idioma y el convencimiento de que, si gestionan sus recursos por sí mismos, les irá mejor”, argumenta y describe: “Es todo más homogéneo de lo que puede parecer, porque, en un mismo grupo, hay quien está convencido de ser español y quien piensa todo lo contrario. Entre mis amigos ocurre”. Y es que, lo de debatir sobre lo de irse o quedarse en el Estado, está en cualquier tertulia que se precie. El bailenense es muy descriptivo al precisar que, cuando se llega al momento de las copas, por ejemplo, en lugar de hablar de fútbol, se aborda el tema que, desde fuera, tan delicado parece. “Siempre se habla con respeto. Los que están a favor te lo explican con normalidad, conforme a lo que sienten en sus casas, lo que ven”, apunta. “Pero nunca hemos salimos tres por cuatro calles”, ríe. “El otro día estuve en un concierto, por las fiestas de Santa Tecla y, al terminar, se interpretó Els Segadors, el himno catalán, pero todo en orden, gente unida, sin más, que querían que el Ayuntamiento cediera espacios para las urnas”.

A la pregunta de si se votará el próximo 1-O, cree que sí. “Me ha impactado mucho ver a la Guardia Civil entrar a registrar una imprenta, no creo que haya una orden para hacerlo donde estén las urnas”, comenta, convencido de que, para “apagar el fuego”, lo mejor sería dejar a la gente expresarse, con una consulta pactada, con garantías. “Veo que hay ganas, aunque sea para decir que no y creo que es un error mantener estas posturas de fuerza. Yo elegiría el no, por supuesto, pero si se independizaran, tampoco me iría. De todos modos, confío en que no pase nada cuando llegue el 2 de octubre”, sostiene.

Luis Manuel Viedma Troyano, de 60 años, nació en Bedmar, aunque, desde 1982, es catalán de adopción. Perplejidad es lo que le genera lo que define como “una revolución”, aunque extraña: “El pueblo no se subleva contra lo establecido, sino que es precisamente el poder el que se subleva contra otro poder”. Sobre las causas de esta “deriva”, muy fácil a su juicio: “La crisis trajo mucha amargura y dolor y, encima, viene el PP con la motosierra. Cualquiera puede caer en la red de quien le ofrezca el oro y el moro”.

Agustín Chamorro Medina que, con 46 años, lleva 43 en Cataluña, trabaja en el Ayuntamiento de Cornellá de Llobregat. El alcalde, Antonio Balmón, del PSC, no cederá espacios para el referéndum. “Para nosotros, que venimos de otro sitio, pero queremos a nuestra nueva tierra, es muy difícil, es como en un divorcio en el que se ve discutir al padre y la madre”, admite, con la certeza de que el “conflicto” no se administra bien por los dos principales políticos implicados, el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, y el presidente, Mariano Rajoy. A este último, le afea el no ser sensible a hechos como que no se asimile el concierto económico vasco al catalán. “Con el PSOE en La Moncloa, creo que sería distinto”, añade. Termina con una frase lapidaria: “Si se votara en condiciones, saldría el no, pero, con las medidas tomadas, estoy convencido de que ganará el sí”.