04 dic 2018 / 11:52 H.

    No hay régimen que valga por mucho que se cacaree, ha habido democracia en estado puro, que España y Andalucía se la merecían, especialmente este Sur de la charanga exclusivista y endiosada del señorito y el latifundio de jornales solo para complacientes de la sopaboba franquista y enchufados por chaqueteros y falangistas. No hay resultados indignos, es la soberanía popular la que ha otorgado la llave del próximo Gobierno andaluz a un partido que recoge la indignación popular contra todo lo bueno conseguido hasta ahora y de esa mezcolanza de impotencia, rabia y hartazgo con la clase política, sea cual sea, nace, precisamente en Andalucía, lo que ya antes conocíamos de la soñada Europa, por universalista y por integradora. España no iba a ser menos, Andalucía, por extensión, se ha topado con esa realidad flagrante, la de la ultraderecha asumiendo roles de democracia cuando no cree en la democracia ni tampoco en los principios que consagra una Constitución que ni votó ni votará, los de la libertad, la igualdad y la justicia social. Ciertamente, no ha habido régimen socialista, como no hay ni puede haber resultados antidemocráticos, por mucho que duelan si se insiste en el pensamiento único. La realidad es tozuda y avistamos un tiempo cambiante, completamente nuevo, más nuevo aún del que se pudiera concebir en sueños, ni por los mismos que ahora descorchan botellas de champán y dan por conseguido lo que ahora hay que negociar. Negociar, qué bueno, la democracia es entendimiento y negociación y por ahí vamos bien. No hay otra camino. El movimiento del 15M, en plena crisis económica y mundial, vino para quedarse y VOX, el partido que habla tan alto y tan claro lo que queremos oír, sin más, para qué decir más, ha venido para quedarse. Bueno está si así lo hemos votado, bueno está si todo lo basamos en la negociación y el entendimiento, no en la imposición y el puñetazo en la mesa.

    Europa mira a España y España mira a Andalucía por el terremoto electoral del domingo, con fracaso estrepitoso de todas las encuestas, con todas las estimaciones de voto sin percepción del runrún de la calle, ese que determinaba una sociedad hastiada de todo, desde los EREs al independentismo, de la prepotencia a la altanería, de las redes clientelares al yo ordeno y mando en el que se ha convertido la política. Más todo adobado con el estercolero de las redes sociales que vienen a emponzoñar aún más una convivencia tocada del ala merced, única y exclusivamente, a la clase política actual que ha vuelto a colocar las trincheras en el discurso parlamentario. Se barruntaba la irrupción de VOX, pero no de tal magnitud. El volcán amenaza la estabilidad democrática; no deberíamos esconder el miedo, de la misma forma que sorprende cómo nadie, absolutamente nadie, haya asumido siquiera alguna pizca de culpa en los resultados. Mal camino llevan quienes estando al mando se creían inmaculados y se creen intocables pese al desastre; impropio también el discurso de una oposición que ha cosechado los peores resultados de la historia. Tanto para el PSOE como para el PP la caída ha sido mayúscula; verdad verdadera que no sabe igual una amarga victoria que una dulce derrota, pero seamos capaces de asumir tanto la realidad como nuestros defectos, que no serán pocos tras lo que nos deja el 2D. Y tampoco sería bueno echar balones fuera, aunque ciertamente, y lo he repetido por escrito y por las ondas, el sufrimiento de los andaluces en Cataluña, el escarnio a nuestros queridos ‘charnegos’ iba a influir mucho en estas elecciones. No tenemos nada que ver con el órdago catalán, pero el continuo mirar a otro lado del Gobierno de Madrid más unas alianzas impropias de gente decente (democráticamente hablando) ha hundido al PSOE de Susana Díaz. No todo vale, señor Sánchez, ha confundido el tocino con la velocidad y el derrape deja a su partido en la cuneta. Tampoco vale todo, señores de Vox, por mucho que se sientan campeones. La dignidad, el respeto y le fe inquebrantable en la condición humana es innegociable, seamos guardias civiles, funcionarios, periodistas, vigilantes en el fútbol o simplemente cándidos opositores.