Vuelves a esas calles grises, incendiadas.
Después de una ausencia que nadie olvida.
Llamas de esa fe que se torna vida
cuando ves tu espinas desclavadas.
De una Cruz tu larga sombra seduce.
Y de tu rostro un racimo de lágrimas
hermosas nace. Espada de esgrima
que hasta al más incrédulo reduce.
Con esperanza atraviesas tu duelo
de madrugada , y solo sientes el
alivio cuando el clavel alza el vuelo.
Y tu sombra se pierde, no existe.
Lastimada por esa luz que hiere.
Luz de Viernes que solo Tú resistes
Llegas solo e inclinas la mirada
cuando la noche negra se repliega.
Y un susurro dulce de viento siega
el lucero de mi vela apagada.
A tu lado siempre busco lo oscuro.
Como Tú Nazareno, mi camino
es largo, senda que siempre adivino,
mientras mi alma te descubre ya puro.
Oh Jesús por un viejecito fuiste
guiado a este Jaén que siempre enamoras
mientras llevas la Cruz que ya venciste.
Y en las riberas de otra madrugada
aún nacen los recuerdos de mi infancia,
sueño donde aprendía a ser tu mirada.
A ti Jesús me encomiendo, a tu luz.
Me encomiendo a tu Santa Cruz amada.
Soy fiel siempre a tu sombra desvelada.
Cuando el mundo se detiene al contraluz
de tu mirada. A tu pie ya descalzo
que empuja las piedras ensangrentadas,
me inclino como la noche desnuda
sobre la montaña, y mi duelo alzo
al cielo divino, bóveda celeste.
Y me parece verte subir lento
ese calvario , y no hay quién se preste
a ser alma de tu Cruz salvadora.
Y solo Simón el Cirineo a tu auxilio
Llega. Amor que vuela hacía la aurora
Textos: Martín Paredes Aparicio