La Amargura reina en el corazón de la capital

11 abr 2017 / 11:55 H.

Los abrazos de los costaleros fueron el preludio. Las enormes puertas de “El Salvador” se abrieron de par en par y el sol iluminó el templo, en penumbra hasta ese momento. A un lado, Nuestro Señor de la Pasión Despojado de sus Vestiduras. A otro, María Santísima de la Amargura. Los costaleros se vaciaron en abrazos antes de colocarse en los palos. Afuera, una multitud sedienta de procesión esperaba ansiosa para contemplar un derroche de sensibilidad cofrade. “Vamos despacio a la señal”, indicó el capataz para romper el silencio. La cruz de guía daba paso al tintineo de rosarios y al pesado caminar de la cuadrilla del majestuoso paso de misterio. Los sesenta hombres hicieron que Jesús Despojado volviera a coronarse en el barrio de El Salvador con una salida a la calle que fue, simplemente, majestuosa. Impresionó ver el estreno de las nuevas figuras: el caballo del centurión romano y el sayón que despoja al Señor de sus ropajes. Dos esculturas que llevan la firma del imaginero jiennense Antonio Parra y que completaron un cuadro exquisito de sobriedad y sencillez. En el templo, la Virgen de la Amargura esperaba. Miles de ojos cofrades estaban fijados en el portón para recibir entre aplausos a la Reina de El Salvador. Los llantos de tristeza del año pasado, cuando la lluvia impidió la estación de penitencia, se tornaron lágrimas de alegría. El paso de palio estaba ya en la calle y la Madre se fundía con su pueblo en un caluroso abrazo.

La Hermandad de La Amargura y del Señor de la Pasión Despojado de sus Vestiduras, taurina donde las haya, volvió a protagonizar una procesión artística, con respeto, con orden y con seriedad. La “petalá” en la Carrera volvió a ser un momento mágico en sus casi ocho horas en las calles de Jaén. El único secreto está en “hacer las cosas bien” y, en ese campo, los miembros de esta cofradía son maestros y su procesión brilla en el Lunes Santo de la capital.