Criollo,el concierto inolvidable

Luis y Fernando Delgado, Luis Delgado Gámez y Miguel Ángel Ruiz, aclamados

30 sep 2018 / 11:23 H.

De las siete entradas que el Diccionario de la Lengua ofrece sobre la palabra criollo, la última parece haber sido moldeada anoche mismo, después del concierto que, en el edificio que Moneo proyectó como Banco de España, ofrecieron los músicos jiennenses Luis y Fernando Delgado y Luis Delgado Gámez acompañados con el tenor Miguel Ángel Ruiz. Dice la RAE: “Lengua mixta, creada sobre la base de una lengua determinada y con la aportación de numerosos elementos de otra u otras, que surge con frecuencia en antiguos territorios coloniales y que (...) se transmite de padres a hijos...”.

Sí, sincretismo, mezcla, sinergia pero, eso sí, desde la máxima de las purezas, con el estandarte de la música de raíz tan en alto que resulte imposible contaminarle ni un ápice de su autenticidad. Todo eso destiló, también, Criollo, la nueva propuesta que los artistas, desde sus instrumentos y su voz y dentro del marco del Festival de Otoño de Jaén, encontró la mejor caja de resonancia en el aire de la noche de aquí. La primera seña de valentía, de apuesta por traspasar los límites de la inmovilidad, se evidenció en la comunión de un conjunto que derrochó aroma argentino de pe a pa para que una garganta lírica anduviese como Pedro por su casa sobre el escenario. Unas tablas que se convirtieron, rápidamente, en un logradísimo resumen “ajaenerado” de la mismísima Pampa, de los territorios por los que el acervo musical de la patria de Atahualpa Yupanqui se ha enriquecido, con el paso del tiempo, hasta conformar un mapa sonoro hermosísimo, que los protagonistas de la noche recorrieron con la solvencia de quien acumula años y años de actuaciones aquí y allí.

Los cuatro intérpretes llegaban al Festival de Otoño para estrenar, con el regomello que procura lo inédito, pero se hicieron, a poco de comenzar el concierto, con la atención del público. Chacarera de un triste fue el punto de partida de un libreto cargado de clásicos argentinos. “Seguí, guitarra, seguí, / prenda, por lo que me hiciste, / rabiando toda la noche / la chacarera del triste”, cantaron, y la guitarra no calló durante toda la velada. Nada, Zamba de Juan Panadero, Por una cabeza y Romance de barrio pusieron en bandeja toda la calidad de los músicos jiennenses al respetable, que aplaudió, aplaudió mucho tanta verdad. Llegó así el momento de uno de los “hits” del espectáculo, Luna tucumana, con la que el poderío vocal de Ruiz —al que acompañó en un par de temas la cantante Elena Cantos— transportó a los presentes hasta los majestuosos dominios de Mercedes Sosa, como si la mismísima Negra anduviera entre bastidores y susurrara con el tenor: “En algo nos parecemos / Luna de la soledad. / Yo voy andando y cantando / Que es mi modo de alumbrar. Luis y Fernando Delgado, Luis Delgado Gámez y Miguel Ángel Ruiz alumbraron la adolescencia otoñal del sábado noche con sus cuerdas, sus vientos, sus percusiones, su palabra cantada. Se recordó a Piazzolla, la melancolía del tango lo inundó todo pero atenuada, porque lo que nacía por los altavoces sonaba a gloria. ¡Cómo contagió Cambalache, esa letanía de realidades que Santos Discépolo pergeñó hace tanto y que, a día de hoy, suena a recién escrita!: “Hoy resulta que es lo mismo / ser derecho que traidor, / ignorante, sabio, chorro, / generoso, estafador. / ¡Todo es igual, nada es mejor, / lo mismo un burro que un gran profesor! / No hay aplazaos ni escalafón, / los inmorales nos han igualao. / Si uno vive en la impostura / y otro roba en su ambición”.

Entre éxito y éxito, hubo tiempo para el tributo, como cuando la elegancia inmarcesible de la dama, María Dolores Pradera, se hizo presente en los versos de Fina estampa. De ahí a los bises, el debut de Criollo respondió a las expectativas que merecía el esfuerzo de sus creadores. “Todo pasa y todo queda”, escribió Machado, tan de aquí en su interioridad. Criollo pasó, por primera vez, por los oídos de los jiennenses que prefirieron la buena música para el último fin de semana de septiembre. Pero también se quedó, sí, en la memoria sonora de quienes, también por primera vez, tuvieron el privilegio de gozar del folclore argentino sin cruzar el Charco.