El “abuelo” de la escuela José Nogué

José María de Dios es el alumno más veterano del centro y, a sus 90 años, este es su décimo curso

25 jun 2016 / 11:11 H.

Guarda en el bolsillo de su bata blanca una pequeña libreta roja, de páginas amarillentas, en la que hace ya diez años anotó indicaciones para trabajar con unos moldes de poliéster y silicona, el último grito para los trabajos artísticos del momento. Los utilizaban en la Escuela de Arte José Nogué, donde su hijo era profesor, y hasta allí que se acercó para conocer de primera mano esos nuevos materiales y tomó buena nota. Aquel día entró en un mundo que es, hoy en día, diez años después, indispensable en su vida. José María de Dios, a sus “noventa y un poco más”, es el “abuelo” de la José Nogué: “Aquí nadie me conoce por mi nombre, solo hay que preguntar por el abuelo”.

Es el alumno más veterano y muy probablemente, el más querido. Ahora acaba de terminar su décimo curso y ya está matriculado para, en septiembre, volver a su rutina, sus obras, sus esculturas, sus amigos y sus jóvenes compañeros de aula. “Me piden consejo e intento, cuando el profesor no nos mira, ayudarles”, confiesa, encantado de la relación con los “discípulos”. “Me dicen que es imposible que tenga noventa años. Hasta el carné les tengo que enseñar para que se lo crean”, cuenta risueño. “Lo único que no me gusta es que estén con el móvil todo el día. Por mí, los obligaba a dejarlo al entrar en la escuela. Les regaño y les digo que así no pueden aprender”, reconoce.

Cuando se le pregunta por su vida, dice que tiene muchas historias por contar. Y no exagera. Noventa años dan para una intensa existencia, más con su carácter inquieto. Hijo de militar, tuvo una infancia feliz en el Tiro Nacional y estudió en el colegio Santo Tomás, “el mejor que había en toda la provincia”, recuerda. Pero todo se truncó en 1936, cuando tenía diez años. La Guerra Civil trajo momentos muy duros y hasta una condena de muerte para su padre que, felizmente, no se llegó a ejecutar. Al terminar la contienda, con trece años, comenzó como aprendiz, en el Darymelia, cuando estaba en plena construcción. Después pasaría también por el desaparecido Cervantes y el Cine Jaén. Ya como oficial de segunda, se trasladó a Madrid donde, en un taller, aprendió el oficio de la escayola. Allí le dijeron una frase que lo ha marcado para siempre: “El artista nace, no se hace”. “Aquí en la escuela lo veo yo cada año”, reflexiona.

De vuelta en Jaén, ya con la mili hecha, se casó y montó su taller de escayola, mosaicos y piedra artificial artística. Cincuenta años estuvo al frente y realizó trabajos por toda España —Madrid, Valencia y hasta un cine en Toledo—. Este oficio también ha sido una pasión que lo acercó hasta la “José Nogué” hace ya diez años: “Le tengo un cariño a la escuela tan grande como si fuera mía”. Y ahora, con su carácter inquieto —uno de los secretos para cumplir años con la vitalidad que lo hace— espera ya impaciente que llegue el próximo curso para volver a los talleres. Lo hará con su libreta roja en el bolsillo, un tesoro en el que todavía quedan muchas anotaciones por escribir.