Bonifacio de la Cuadra: “Tenemos más que criticar que en 1976”
—Tras la novela Sotana, secretos de confesión, vuelve al ensayo con una mirada a los cuarenta años de Democracia en España. Y la define como “de papel”.
—Este término lo utilizo por el sentido de inconsistente, como una democracia detoriorada, el papel se puede romper en pedazos, pero también he querido simbolizar el periodismo en papel que he ejercido a lo largo de cuarenta años. En España, tras un proceso constituyente bastante frecuente en los sistemas democráticos europeos, la Democracia, sin embargo, se fue deteriorando institucionalmente, con los propios partidos políticos o el Consejo del Poder Judicial, todo sin conseguir una democracia avanzada, como decía el propio preámbulo de la Constitución de Tierno Galván. Nunca se ha conseguido.
—Se quedó en “papel mojado”.
—No ha llegado a desarrollarse. Siempre pongo el acento en cómo garantiza los derechos humanos. Los partidos, principalmente del centro hacia la izquierda, se preocuparon mucho por una serie de derechos, como la abolición de la pena de muerte o de la tortura o los de manifestación y reunión —que estos últimos días están por los suelos gracias al PP—, la Constitución los establece pero no puede asegurar su cumplimiento. Su desarrollo, en las décadas siguientes al nacimiento de la Constitución, es lo que se ha hecho mal. También se ha deteriorado el Tribunal Constitucional, que en los primeros años fue un perfecto intérprete de la Constitución; el Consejo General del Poder Judicial, que se han repartido entre los dos grandes partidos, y, en los últimos tiempos, el anterior ministro se lo dio directamente al PP. Es aberrante.
—La visión que aporta es desesperanzadora. ¿No quedan resquicios de transformación?
—Es desoladora. En la dedicatoria que hago a mis nietos digo que ojalá ellos vean una democracia más consistente y fuerte, pero que recuerden que su abuelo criticó una de papel, como la que hay ahora. Parece que empiezan darse cuenta y dan paso a gente más joven al frente de los partidos, pero no sé si será suficiente. Por ejemplo, en cuanto a Podemos, explico que las encuestas no fueron capaces de captar la fuerza que tendrían en las elecciones europeas y, sin embargo, hubo un 1.200.000 ciudadanos que sí les dieron más importancia. Es un momento en el que la gente se compromete con opciones políticas nuevas.
—Menos en Andalucía.
—Siempre ha sido muy fuerte el socialismo, pero, para mí, lo más triste es lo de Izquierda Unida, una formación que sí está muy vinculada a los valores democráticos pero que, unos por un lado y otros por otro, la están dejando en nada.
—Son las reflexiones de cuarenta años como periodista y testigo de primera mano de la historia.
—Me baso muchísimo en lo que he escrito. No me gusta eso que dicen que, en la época constituyente, los periodistas decíamos ‘amén’ a todo. Es completamente falso. Recojo críticas mías con párrafos exactos de aquella época. Por ejemplo, algo que se hizo mal fue que se intento la ponencia constitucional funcionara bajo el criterio de confidencialidad. Nosotros considerábamos que era necesario que los ciudadanos conocieran qué se estaba tramando. Eso llevó a que publicáramos el borrador de la Constitución y sentó fatal a Peces Barba, algo que no nos perdonó jamás. Nosotros considerábamos que no era un secreto de Estado. Y como esto, varios ejemplos más. En los años 80 ya dije que podía llegar el momento de que el Constitucional estuviera en manos de los políticos. Sí se criticaba por aquel entonces, pero lo que había que criticar era mucho menos que ahora.
—Este término lo utilizo por el sentido de inconsistente, como una democracia detoriorada, el papel se puede romper en pedazos, pero también he querido simbolizar el periodismo en papel que he ejercido a lo largo de cuarenta años. En España, tras un proceso constituyente bastante frecuente en los sistemas democráticos europeos, la Democracia, sin embargo, se fue deteriorando institucionalmente, con los propios partidos políticos o el Consejo del Poder Judicial, todo sin conseguir una democracia avanzada, como decía el propio preámbulo de la Constitución de Tierno Galván. Nunca se ha conseguido.
—Se quedó en “papel mojado”.
—No ha llegado a desarrollarse. Siempre pongo el acento en cómo garantiza los derechos humanos. Los partidos, principalmente del centro hacia la izquierda, se preocuparon mucho por una serie de derechos, como la abolición de la pena de muerte o de la tortura o los de manifestación y reunión —que estos últimos días están por los suelos gracias al PP—, la Constitución los establece pero no puede asegurar su cumplimiento. Su desarrollo, en las décadas siguientes al nacimiento de la Constitución, es lo que se ha hecho mal. También se ha deteriorado el Tribunal Constitucional, que en los primeros años fue un perfecto intérprete de la Constitución; el Consejo General del Poder Judicial, que se han repartido entre los dos grandes partidos, y, en los últimos tiempos, el anterior ministro se lo dio directamente al PP. Es aberrante.
—La visión que aporta es desesperanzadora. ¿No quedan resquicios de transformación?
—Es desoladora. En la dedicatoria que hago a mis nietos digo que ojalá ellos vean una democracia más consistente y fuerte, pero que recuerden que su abuelo criticó una de papel, como la que hay ahora. Parece que empiezan darse cuenta y dan paso a gente más joven al frente de los partidos, pero no sé si será suficiente. Por ejemplo, en cuanto a Podemos, explico que las encuestas no fueron capaces de captar la fuerza que tendrían en las elecciones europeas y, sin embargo, hubo un 1.200.000 ciudadanos que sí les dieron más importancia. Es un momento en el que la gente se compromete con opciones políticas nuevas.
—Menos en Andalucía.
—Siempre ha sido muy fuerte el socialismo, pero, para mí, lo más triste es lo de Izquierda Unida, una formación que sí está muy vinculada a los valores democráticos pero que, unos por un lado y otros por otro, la están dejando en nada.
—Son las reflexiones de cuarenta años como periodista y testigo de primera mano de la historia.
—Me baso muchísimo en lo que he escrito. No me gusta eso que dicen que, en la época constituyente, los periodistas decíamos ‘amén’ a todo. Es completamente falso. Recojo críticas mías con párrafos exactos de aquella época. Por ejemplo, algo que se hizo mal fue que se intento la ponencia constitucional funcionara bajo el criterio de confidencialidad. Nosotros considerábamos que era necesario que los ciudadanos conocieran qué se estaba tramando. Eso llevó a que publicáramos el borrador de la Constitución y sentó fatal a Peces Barba, algo que no nos perdonó jamás. Nosotros considerábamos que no era un secreto de Estado. Y como esto, varios ejemplos más. En los años 80 ya dije que podía llegar el momento de que el Constitucional estuviera en manos de los políticos. Sí se criticaba por aquel entonces, pero lo que había que criticar era mucho menos que ahora.