Jaén se rinde a los pies de Fedra, que reclama la libertad de su alma

El Darymelia acoge la obra de teatro, dirigida por el bailenense Pedro Lendínez, a las puertas de San Lucas

12 oct 2017 / 10:08 H.

Desde representaciones pictóricas como la del francés Alexandre Cabanel en el siglo XIX hasta la última adaptación, realizada por el director bailenense Pedro Lendínez, el mito griego de Fedra, y su insano amor por su hijastro Hipólito, fue una de las obras más reconocidas del crisol europeo que llegó a inmortalizarse en la literatura gracias a autores como Eurípides, Racine, Séneca, Miguel de Unamuno, Sarah Kane, Raúl Hernández Garrido y Salvador Espiru. En esta ocasión, la actriz Amada Santos se subió a las tablas del Teatro Darymelia para representar Después de Fedra, una historia que detiene el tiempo tras su muerte, paraliza el mito y encarna una voz que representa a todas las mujeres en un proceso de liberalización de las cargas, la culpa y los complejos.

Durante ochenta minutos se desarrolló este monólogo que contó, además, con el torrente de voz de Sole Candela y el acompañamiento musical de Sitoh Ortega. “Dan oxígeno a la obra ante tanta carga emocional, que, en realidad, es mucha. El dramatismo de Amada y el cante de Sole crean un doble eco de palabras y mensajes que eleva la función a otro nivel”, explicó Lendínez antes de la representación. La mezcla escénica levantó el aplauso de una gran multitud de jiennenses que se acercaron, durante esta víspera de feria, a ver la obra.

De esta manera, Amada Santos encarna la emoción real de un personaje que sufre y que, ante sus actos, examina su vida con detalle. Y lo más importante: sabe transmitirlo y convencer. Se convierte en el reflejo de una mujer dolida que se ve atrapada en su propia encrucijada. Gracias a su tono recitativo —pausado e insinuante en ocasiones—, la actriz desnuda al personaje, destapa su alma engatusa al público para hacerle cómplice de sus intenciones.

Uno de los momentos más intensos es cuando Fedra, despojada de su cuerpo, observa horrorizada su propio cadáver y se niega a aceptar que pueda ser ella. Con algunos preámbulos, logra atravesar el espejo —símbolo de la aceptación— para, finalmente, concienciarse de que ha hecho y poder descansar.

Algunos de los mayores retos que debía enfrentar Después de Fedra era mantener la tensión, desde que empezó hasta que acabó, con una sola actriz sobre las tablas. Pero Amada Santos lo consiguió. Vivió con fuerza e intensidad su personaje y llegó a arañar la esencia de Fedra para liberar su alma y, paralelamente, poner voz a todas las mujeres que sintieran la opresión social de una vida alejada del gozo. “El espíritu de Fedra regresó a Jaén con más fuerza para contar la verdad de su historia. La obra dio sus primeros pasos en esta ciudad y, desde entonces, el personaje ha ganado en intensidad. Se podría decir que, tras tantas representaciones, ha madurado mucho. Es la misma Fedra, pero también es diferente”, concluyó su director.

De esta manera, el teatro volvió a inmortalizar una historia que, tras varios siglos, aún sigue viva y latente en el imaginario social, con la diferencia de que, en esta ocasión, se mostró en un contexto atemporal que invitó, de igual forma, a dejar la tecnología a un lado para ahondar en los sentimientos más humanos.