El Real Jaén
crece y traslada la crisis al Linares

En un partido con multitud de ocasiones, el Real Jaén tuvo graves dificultades para conseguir sus goles

09 oct 2017 / 10:15 H.

Desde que entró en el lenguaje ordinario, la palabra ocasión, más aún dicha en plural, ocasiones, siempre ha estado teñida de un aire moralista. ¡Ojo con las ocasiones!, nos insistían los manuales de buena conducta, que, como las armas, las carga el diablo. Y de ahí el consejo de que “quien evita la tentación evita el peligro”. Era una cantinela tendente a mejorar nuestro comportamiento, advirtiéndonos de un peligro grave. Pero, desde que la asumió el fútbol y la puso en su diccionario, más o menos, habitual, ocasión, ocasiones cambiaron de sentido, significación y clase.

Como buen taumaturgo, el fútbol modifica la realidad a su antojo y establece parámetros nuevos en el lenguaje y en la valoración de la realidad. En este ámbito y futbolero, ocasión, ocasiones, son términos a flor de piel, llenos de notoriedad y categoría. ¡Ahí es nada un equipo que en un partido de fútbol consigue una buena carga de ocasiones! A veces, hasta parece no importar si se ha ganado o perdido. Los entrenadores, los jugadores y los técnicos en general exhiben al término del partido, como un trofeo reconocido por todos, las ocasiones que su equipo ha conseguido, pese a que, a lo mejor, no han conseguido gol. Ya llegarán, insisten una y otra vez, ya llegarán. Lo importante es obtenerlas y disponer de ellas.

Porque, claro, las ocasiones encierran, a pesar del triunfalismo que poseen, un elemento discordante y una mala sombra. Las ocasiones son algo así como una especie de “coitus interruptus”, un guiño al triunfo pero sin conseguirlo del todo. ¿Cuántas ocasiones necesita el Real Jaén para conseguir un gol? es la pregunta del millón en relación al partido ante el Linares. Porque, si sumamos las “muy, muy” y las “muy”, como en la canción, pasarían largo de ciento. Como una constelación.

El partido, en la primera media hora del primer tiempo, fue más o menos equilibrado, con mucho centrocampismo, no muy alto nivel de juego (salvo alguna jugada suelta) y escasas acciones que reseñar. Pero, a partir del minuto treinta aproximadamente, el Real Jaén tomó el mando y en ese cuarto de hora dispuso de, al menos, cuatro ocasiones, de las que hemos llamado de “muy, muy”, de alto peligro para los azules, que pudieron resolver.

En la segunda parte pareció que el Linares renunciaba al ataque (ya el portero había sido amonestado en la primera por pérdida de tiempo, lo que representaba un signo muy sonoro) y casi toda ella fue un monólogo en el que el Real Jaén no paraba de llegar una y otra vez a la portería contraria y construía ocasiones de diversas calidades a troche y moche. Solo ganó dos y una con suficiente retraso para angustiar a sus seguidores.

El Linares, del que se sabía que tenía bajas de importancia, no mostró el ímpetu y empuje de otras veces. Sus ocasiones fueron de falta y careció de convencimiento. Se esforzó, naturalmente, pero ofreció poca belleza y menos pasión. Con lo que eso significa, el portero fue el más acertado.

Al final, hay que reconocer que fue un derbi de los más fríos que se han jugado en La Victoria. Por unas cosas o por otras, incluida mala gestión administrativa, ocurrió como en esos grandes acontecimientos que parecen de tronío y se preparan como tales pero, en última instancia, acaban desinflándose como un globo. Esta vez el pronóstico ya preveía que no iba a hacerse mucho ruido y que podía tener que recordarse lo de “fuese y no hubo nada” de aquellos valentones que relata Cervantes. Y es que “el fútbol, como decía el ex seleccionador inglés, Ron Greenwood, es un juego sencillo pero lo más difícil es hacer que parezca sencillo”. Pero a veces la sencillez se convierte en monotonía.

Sin cambios
en la alineación de los locales

Salva apostó por la misma alineación que en su debut. El entrenador zaragozano salió satisfecho del rendimiento que su equipo protagonizó en el campo del Atlético Malagueño. En el segundo periodo dio entrada en el partido a Víctor Armero, Toni y Manolillo, que aportaron frescura en el trabajo colectivo del equipo.

Palomares,
el sacrificado
por el técnico

El defensa nacido en Rus, que ha sido titular después de la lesión de Joselu, fue el sacrificado por Joseba Aguado. Dani Palomares, cedido por el Granada B, ni tan siquiera estuvo en la lista de convocados en el Estadio de La Victoria. Fue sustituido en el conjunto titular por Palomoque, que vio una tarjeta amarilla.