El Real Jaén emerge en un campo sin césped

Los jiennenses remontan con un gol de Jonathan ante un Atarfe que solo se dedica a perder tiempo

08 ene 2018 / 09:17 H.

Dentro de los periodos que caracterizan el capitalismo liberal que nos gobierna y dirige, dice Vicente Verdú que estamos en la época en la que lo que se nos vende es ilusión y felicidad. Se trata, dice, de que, tras habérsenos ofrecido materiales útiles que, cuanto más macizos, eran más firmes y seguros, en un segundo periodo aparecieron los elementos flexibles, los aluminios, y entonces los negros se transformaron en brillantes y blancos. Pero que ahora la oferta que llega a nuestras vidas consiste en que compremos la sonrisa, la felicidad, la alegría y el Cielo en la Tierra. Algo de lo que el fútbol tiene mucho que decir. Porque es en este contexto en el que cabe encajar el acontecimiento colectivo del partido jugado entre el Real Jaén y el Atarfe granadino.

Todo empezó de la peor manera para los locales, con un gol en contra, en lo que alguien llamaría una jugada tonta que se va complicando, y un equipo cuya única tarea consistía en perder tiempo. No manifestó categoría deportiva el equipo visitante ni una mínima elegancia exigible a quien acude a estas lides porque los permanentes intentos de parar el juego no eran solo estrambóticos, sino, podríamos decir, hasta increibles por solemnes. Una burla de purgatorio que diría cualquier juglar irreverente, algo que en parte resolvió el árbitro alargando cinco minutos la duración del primer tiempo. El caso es que, entre asistencias sanitarias y demás zarandajas, pasó esta parte con acritud, roces y casi podríamos decir sin apenas fútbol. El Real Jaén se esforzaba por jugar pero tampoco su mente estaba especialmente lúcida y apenas llegó con fuerza a la portería contraria. Dos elementos especialmente ajustados se pueden no obstante señalar. Uno, del entrenador visitante, que hizo salir del campo al 11 de su equipo porque era evidente que en cualquier momento se iban a quedar con diez jugadores viendo lo que estaba haciendo este muchacho con una tarjeta ya encima. Y lo otro, lo principal, el extraordinario gol de Migue Montes que recogió un estupendo pase de Dani Fragoso. Las cosas empezaban a cambiar. Para todo y todos.

La segunda parte, con el marcador ya en equilibrio, modificó algo el panorama y el ambiente. No demasiado, bien es verdad, porque el Real Jaén tampoco conseguía eficacia ni acierto. Muchas buenas jugadas acababan en inmediatos desaciertos y, salvo en una ocasión, apenas acababa de iluminarse. El partido se complicó y momentos hubo en los que el Atarfe trató incluso de presionar arriba.

El fútbol, dice Verdú, es la actividad que mejor ha sabido entender estas reflexiones. “Las ciudades ya no se paralizan con una huelga general, las paralizan los grandes partidos de fútbol”. El azar, la adversidad, la cooperación... se proyectan dentro de un campo de juego y nos demuestran su verosimilitud pero su ventaja es que sabemos que nada es en el fondo completamente verdad. Podemos sufrir mucho pero sabiendo que todo es un juego. Y en esta disyuntiva se movía el ambiente, especialmente en la segunda parte del partido. Para el público todo era dolor, porque nada se acababa de resolver y todos esperaban que, al final, el equipo vendiera la felicidad. Y así ocurrió, cuando estaba a punto a intervenir el forense para dar fe de un grave dolor.