El Real Jaén no puede despedirse con una alegría

En un partido sin jugadas de peligro, los canteranos brillan por sus cualidades técnicas

14 may 2017 / 11:02 H.

Después de todo lo acontecido al Real Jaén, especialmente en las últimas semanas, la sensación colectiva y personal, según el compromiso de cada uno, resultaba extraña y corajuda. Algún aficionado, en tono sarcástico pero amoroso, apuntó al comienzo del partido que el pronóstico del mismo era que si el equipo conseguía ganar, obtendría el premio del descenso a la Tercera División. Todo un mundo surrealista y especialmente duro, sobre todo por ser incomprensible. La razón no encuentra elemento justificativo que tranquilice los ánimos, la mente y las emociones.

Pero ¡lo que es la vida! Esa penosa circunstancia permitía a los aficionados un partido en sí mismo, puro acto deportivo, en el que, no habiendo nada significativo en juego, podía ofrecerse fútbol esencial, algo que en contadas ocasiones está al alcance de la gente. Fútbol primario sin interferencias competitivas. Pero todo ha sido un fiasco, una pantomima.

El equipo técnico y los jugadores venían predicando y prometiendo un final, cuando menos agradable. Hasta razones morales de agradecimiento se habían aducido. Pero luego nada de nada. Para ganar un partido, o intentarlo al menos, el primer requisito es querer ganarlo. La decisión es un acto volitivo que requiere acción, es decir, poner los medios para conseguirlo. Pero lo ofrecido a los espectadores ha sido un ejercicio que debió anunciarse en los carteles como una exhibición del arte combinatorio. Debió explicarse que de lo que se trataba era de llevar a cabo una exhición preciosista. Solo eso. Hubiera sido lo justo.

Los jóvenes, algunos casi niños, merecen una consideración especial porque han mostrado su capacidad técnica y artística pero el desarrollo no ha pasado de lo que los taurinos llaman “toreo de salón”. Poco importa explicar que Óscar Quesada, a pesar de su número, ha jugado de defensa o que Santi Villa ha vuelto otra vez al centro. Estas y otras variantes tácticas quedan como inútiles. Un filósofo que andaba por allí recordó aquello que cuenta el antropólogo francés Lévi-Strauus de unas tribus del Pacífico que, cuando descubrieron el fútbol, acordaron jugar tantos partidos como fuera necesario para que todos los equipos igualasen en número de victorias. Con ese criterio el partido hubiera sido infinito.

Lo otro que queda es lo del infierno a donde el club, aseguran, ha caído. Pero ¿quién dijo infierno? La vida allí es eterna y ya Dante recordó aquello de que cuantos entraran debían perder toda esperanza. El Real Jaén ha caído en el Purgatorio, un lugar de ultratumba en el que se penan los pecados pero al fin se sale. No es “la selva oscura / después de dar mi senda por perdida” sino la esperanza firme de que de allí, pagadas cumplidamente todos los débitos, se acaba saliendo.