Tarde de amargura en La Victoria

Tarde de fiesta, tarde de amargura. No pudo tener peor final el partido con la Ponferradina, aunque la jornada se encauzó bien con los resultados. Era la tarde de la salvación, el compromiso en el que un triunfo valía por toda la temporada. Quizás esa sensación de que el objetivo estaba muy cerca traicionó el subconsciente del Real Jaén y le creó una presión añadida. El equipo no fue en toda la tarde el que suele mostrarse en La Victoria.

25 may 2014 / 22:00 H.

Bien o mal, siempre se espera algo de él. Ayer no se esperó nada porque el Real Jaén estuvo superado desde el primer momento por la dimensión del partido y por el ambiente que lo rodeó. Quieto, sin tensión, excesivamente lento en todos los movimientos y sin una idea clara de juego, el conjunto de Manolo Herrero fue un manojo de nervios durante los noventa minutos. No entró bien al partido, aunque pareciera lo contrario, ni se adaptó a las circunstancias. Es como si no fuera consciente de lo que había en juego. El equipo estuvo siempre adormecido y ausente, seguramente el calificativo que mejor definió al Real Jaén.


Cuando un partido gira en ese sentido, todo sale mal. Remate al que no llega el delantero, rechace que siempre va al contrario, centro que supera a los atacantes y otro montón de acciones erróneas que no encuentran una explicación lógica. Pero todo sale mal. Así fue la tarde de ayer. Y la puso mucho peor René Román con un error incomprensible, pero que suele suceder en el fútbol. Cesión de un compañero, el portero no controla bien, se le echa encima Berrocal, que le quita el balón y marca a placer. Lo que le faltaba al Real Jaén. El gol fue un revés brutal para el equipo, que pronto dio síntomas extraños, de impotencia y de no saber cómo superar al rival. Reaccionó a impulsos, pero sin un criterio uniforme. Tuvo acercamientos, pero poco peligrosos, salvo alguna excepción. La Ponferradina siempre fue el dueño psicológico del encuentro y lo llevó donde quiso. Pareció que no hizo nada, pero hizo mucho. Y aprovechó los regalos que le concedió su oponente. Tras el gol no se prodigó en ataque, porque le bastaba ese tanto para conseguir lo mismo que buscaba el Real Jaén. Y le fue suficiente. En la primera parte, la conexión entre Juanma y Fran Machado dio cierta alegría al juego, pero poca efectividad. En la segunda, el Real Jaén chocó una y otra vez contra sí mismo: lento, extremadamente lento en todas las acciones y sin ninguna intensidad en las jugadas. Un equipo irreconocible, roto en su perfil y con una sensación terriblemente preocupante. Es el momento decisivo de la Liga, el instante en el que es necesario certificar el objetivo y cuando la mente debe estar más despejada. La del Real Jaén estuvo nublada todo el partido.


Esa sensación de estar perdido y de no encontrar la dirección adecuada le ha sucedido en ocasiones al Real Jaén cuando Jozabed no ha estado en el campo, como ayer. La ausencia del sevillano es otra de las causas que explican el aletargamiento del equipo y su escasa luz a la hora de construir el juego y de generar situaciones de peligro. Porque el Real Jaén no solo no creó acciones de gol, sino que en todo momento se le vio sin posibilidades de llegar al área rival con armonía. No expuso ningún motivo para creer en el empate. En ese querer y no poder, sin saber las razones, el equipo se diluyó con los minutos y dio una impresión terrible, semejante a la ofrecida en los peores encuentros disputados esta temporada en La Victoria. Nunca se ha visto a un conjunto con la moral tan baja y con tanta impotencia sobre sus espaldas. Y se notó al final del encuentro. Muchos jugadores acabaron con las manos en la cabeza y con lamentos visibles del duro golpe recibido. Se escapó la gran ocasión de la permanencia, pero quedan dos nuevas batallas. Todo estaba escrito para triunfar, si bien, como históricamente le sucede a este Real Jaén, siempre suele fallar en el momento más inoportuno. Le volvió a ocurrir porque nunca le cogió la medida al partido de la salvación. Pudieron más el peso del objetivo y el error de René que la fe por conseguir una meta que sigue cerca, aunque las oportunidades se agotan. La primera se dejó escapar. No fue una buena noticia.