Un derroche sin premio

El Real Jaén pone esfuerzo y entrega pero resbala en la portería contraria y gana un punto de consuelo

17 abr 2017 / 11:03 H.

Desde el regusto de una tarde-noche verdaderamente orgiástica y orgásmica con los dos goles ante el Marbella y el triunfo correspondiente, el aficionado y seguidor del Real Jaén bajaba a La Victoria confiado en otra experiencia igual o, incluso, más placentera. Ya había vivido una sensación grata ante el San Fernando, pero el rescoldo de la última hazaña del equipo aún le tenía en ascuas de bien quemarse. Porque ahora de lo que se trataba era de asentar y asegurar el buen camino emprendido, de iniciar los trámites deportivos para mantenerse en la categoría. Y atrás los pecadillos que llevaron a esta situación. Curioso, además, en esta nueva liturgia que José Manuel Barba ha puesto en marcha, la incorporación relevante y decisiva de jugadores de la cantera. ¿Tal vez como ya ocurrió antes del último ascenso? Da lo mismo pero sorprendente es que, se pueda o no, del ambiente se haya borrado la necesidad de un nuevo refuerzo, que seguramente hubiera sido artificial y puede que sin eficacia.

Con el marasmo de estos pensamientos y sentimientos afrontaba la afición el encuentro ante el Murcia, un equipo que anda por arriba y que por aquello de la moneda trata de buscar la rentabilidad en las alturas. A pesar de esa dificultad de origen, confiaba, más que en un progreso afectivo y emocional, en una consolidación del equipo, en ganar la consistencia y firmeza que se muestran con los puntos, con la clasificación como testigo. Lo que algunos llamarían fruición racional, placer racional.

Y no empezó mal la cosa cuando en los diez minutos inciales los blancos presentaron un par de ocasiones de ventaja. Luego el juego se fue como entonteciendo, con mucho peloteo en medio del campo, aunque con ligero dominio de los locales que llevaban el afán más bien por la derecha con un Santi Villa volcado hacia el centro. El equipo jiennense jugaba con cierta soltura y ejercía un dominio más aparente pero, a fin de cuentas, ya no consiguió más oportunidades de gol. Tampoco el Murcia, que se olvidó de que Felipe estaba jugando. Y todo fue como blando, suave y algo feo.

La segunda parte se desarrolló con la misma estructura organizativa pero el Real Jaén dio un salto de altura y calidad y tuvo a la mano cinco jugadas de ataque de esas de ¡uy! Este periodo trajo más nervio sobre el desarrollo más contemplativo de la primera. Pero no cuajó el efecto y los minutos n pasarron sin rentabilidad de buen resultado. Incluso la ligera amenaza de un malmodo del destino, del que ya fuera difícil salir, atenazaba a más de uno. Pero no ocurrió así ni acudió el mal fario.

En un balance global del partido, aunque ambos contendientes gestionaron muchas transiciones por si la flauta sonaba, el Real Jaén hizo en algunos momentos un juego con sentido, juego que daba la impresión de que desconocía; que puso el corazón y el alma en lo que hacía; y superó a unos contrarios que acabaron sorprendiendo por sus escasez de ideas. Dejando a un lado dos posibles penaltis a favor de los de casa, la pena para los aficionados jiennenses fue que la floración primaveral no se correspondiese con una cosecha de categoría. Aunque un punto, en casa de los pobres, nunca viene mal del todo.

Ya lo decía el poeta cuando reflexionaba acerca del tránsito: “Sobre la tierra amarga / caminos tiene el sueño”. Caminos aún de esperanza pero también de nostalgia de lo que no se deseó. Era la expresión de un viejo aficionado al término del partido: “Por supuesto que tenía sus derechos, pero ¿por qué no se habría ido antes Tejada?”. Y la queja de la joven enamorada: “Ahora que encontré amor, no me vayas a meter a monja”. “Ahora que andamos con estos placeres nuevos, insistía el interlocutor, qué pena dónde estamos y nos encontramos”.