La intrahistoria de una aventura inolvidable para tres periodistas

El “making of” del viaje de Diario JAÉN para conocer la ciudad filipina homónima

31 may 2016 / 10:00 H.

Pero qué sentido tiene ir a Jaén, si allí no hay nada?”. A los ojos de cualquier agencia de viajes, aquello parecía una extravagancia, un extraño capricho, algo inconcebible. Pero ese, y solo ese, era el leitmotiv del viaje de los periodistas al archipiélago filipino, la esencia sin la cual el proyecto carecía de sentido. Cualquier propuesta de viaje que no pasara por permanecer varios días en el Jaén de Nueva Écija era inviable. Y no fue fácil. De hecho, la iniciativa anduvo en la cuerda floja ante las dificultades para materializarla con ciertas garantías para cumplir tal objetivo. La llegada, entre finales de mayo y primeros de junio, de la estación lluviosa, que se prolonga hasta noviembre, hacía del mes de abril el único viable en el marco de la celebración del 75 Aniversario del periódico. Pero, cuando todo estaba a punto de abortarse, la situación dio un giro inesperado. Apenas seis días antes del día fijado para la partida, Saleh Alrifai, empresario sirio afincado en Tailandia y que vivió durante años en el Jaén español, se ofreció para acompañar a los periodistas en sus primeros días en el archipiélago y adentrarlos en las claves de un mundo absolutamente desconocido para ellos. Su experiencia y su amplio conocimiento de los países asiáticos fueron toda una garantía para iniciar la aventura y muy útiles tras su partida.

Un ritmo frenético marcó los escasos días previos al viaje entre cierre de vuelos, solicitud de cartas de los representantes institucionales, preparación de los regalos de cortesía y comunicación a la Embajada de España en Filipinas de la estancia de los periodistas, entre otras tareas insalvables.

La partida fue el 13 de abril desde la Redacción del periódico, como no podía ser de otro modo. Tras el viaje al aeropuerto de Barajas, con la inestimable ayuda del compañero Juan Carlos Bautista, restaban dos vuelos para completar los trayectos entre Madrid y Doha (Qatar), y entre esta última y la capital filipina, Manila. No hubo contratiempos, salvo el típico reparto de peso entre maletas y equipaje de mano para no exceder lo permitido.

La llegada a Manila se demoró debido al intensísimo tráfico que soporta el aeropuerto Ninoy Aquino. La primera sensación al poner un pie en Filipinas, una bofetada de calor a media tarde. Ese día se llegaron a alcanzar los 52 grados de sensación térmica en la provincia de Nueva Écija. Allí esperaba Saleh Alrifai, con el fin de emprender camino a Jaén.

Si complejo estaba el tráfico aéreo, el de Manila era absolutamente infernal. Un atasco de más de tres horas demoró casi hasta la media noche la llegada al ansiado destino. La temperatura rozaba los 31 grados y la humedad era del 83%. El hotel H&K Experience se convirtió en el hogar de los jiennenses durante los siete días que prolongaron su estancia en el Jaén filipino. Como curiosidades, la imposibilidad de verse en el espejo del baño sin agacharse, debido a la menor altura media de los filipinos, y una especie de grifo de agua a presión para la higiene del inodoro —aunque también insinuaron otros usos, no confirmados por los periodistas—. Cada noche, la banda sonora fue el cansino sonido de un animalejo que nunca llegaron a descubrir —o que no quisieron descubrir—.

A diferencia del viaje al Perú —en el que la agenda estaba absolutamente planificada con antelación—, en el de Filipinas la aventura marcaba el ritmo a los periodistas. Para ello, cada día se proponían unos objetivos y la jornada no se daba por concluida hasta que no se alcanzaban. No había horas ni ritmos prefijados, ni más prioridad que alcanzar la meta propuesta. El idioma presentaba, además, una dificultad añadida, debido al desconocimiento absoluto del filipino y un inglés medio. Pero las ganas de comunicarse suplieron el dominio de la lengua. Los amables filipinos nunca pusieron el acento en los patinazos cometidos en la lengua de Shakespeare con acento jiennense.

Los periodistas tenían claro que contactar con el alcalde, Santiago R. Austria, era una prioridad que permitiría sumar otros contactos. Se plantaron en el Ayuntamiento y, poco a poco, fueron ganándose la simpatía desde el encargado de seguridad de la puerta hasta la secretaria del regidor. En apenas una hora tenían frente a frente al alcalde.

La hospitalidad filipina no es un mito, sino una realidad y, tras el breve encuentro, el regidor los invitó a almorzar en su propia casa e, incluso, a que se quedaran a vivir durante esos días, oferta que los periodistas agradecieron, pero rechazaron por el contexto de campaña electoral en el que se enmarcó su estancia.

La visita al Ayuntamiento abrió muchas puertas. El administrador municipal, Medel J. Lopez, y el jefe de gabinete, Petronilo Javaluyas, se encargaron de improvisar una completísima agenda para la expedición, a través de la que conocieron las cooperativas arroceras, el mercado público, las viviendas sociales, la Policía, los bomberos, una imprenta, el principal colegio, un taller de triciclos y cursos formativos, entre otros muchos. Otra visita estratégica era a la parroquia de San Agustín y a su párroco, el padre Isidro D. Puyat. Les permitió acercarse a colectivos sociales muy organizados y a la forma de vivir la religión en el municipio filipino, a la que se entregan con fervor.

Las visitas a las ciudades de Cabanatúan y Palayan se fijaron también como prioritarias. En ellas estaban el campus de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Nueva Écija, el Obispado y la Catedral de la Diócesis de Cabatúan, los medios de comunicación y la sede del Gobierno Provincial. En ninguna hubo cita previa y en todas fueron recibidos y acogidos los periodistas en Filipinas. Nunca recibieron una mala cara o un “no” por respuesta, sino colaboración y amabilidad.

Una de las jornadas maratonianas fue la que incluyó en la agenda la visita al Parque Nacional de Minalungao y el municipio de Baler, con muchos kilómetros de por medio y carreteras que alcanzan el aprobado “por los pelos”. Y es que adaptarse a la forma de conducir de los filipinos en esta provincia es, al principio, todo un reto. Los periodistas han probado las principales formas posibles de transporte en Filipinas: el triciclo —no precisamente adaptado a la altura media de los europeos—, el jeepney, el coche y la furgoneta. Los dos primeros suponen una experiencia obligada en el archipiélago, lo cual no quiere decir que sea de lo más confortable.

Aparte de todo ello, tuvieron que embarcarse en seis vuelos durante todo el viaje. Uno de ello para trasladarse a Legazpi, donde descubrieron el turismo volcánico, uno de los principales atractivos del archipiélago asiático.

En cuanto a las comidas hubo posibilidad de degustar los principales platos tanto caseros, como los que se venden en los puestos callejeros o en algunos restaurantes de tipo medio. Todo presidido siempre por el omnipresente arroz y echando de menos nuestro pan de cada día, dicho sea de paso. No faltó vivir la experiencia de cenar en un Jollibee, una cadena de comida rápida similar a las grandes cadenas de hamburgueserías americanas. En estas, la estrella es el pollo y las patatas fritas son sustituidas, cómo no, por el arroz.

A pesar de los consejos de usar repelente en todo momento y prevenir las picaduras de insectos, este no fue suficiente para ahuyentar a una araña canalla en Jaén que picó en el brazo a uno de los miembros de la expedición. En concreto, al director, Juan Espejo. Lo que en principio parecía una picadura de un insecto sin importancia, a cuyos efectos se ponía fin con una pomada, empezó a complicarse seriamente en el viaje de regreso a España, lo que obligó a hacer una visita al médico en el aeropuerto de Doha y a la que siguieron otra en Barajas y algunas más en Jaén. Por fortuna, todo quedó en un susto y el tratamiento frenó los efectos del arácnido puñetero.

Si hubiera que quedarse con algo del viaje, sin duda el primer puesto es para todas las personas con las que tuvieron la posibilidad de tratar en aquellos doce días de aventura. Hubo de toda clase y condición, de edades dispares y de múltiples profesiones, pero bajo el denominador común de hacer la estancia más agradable a los periodistas, de facilitarles su labor. Fueron días de trabajo duro, pero con la recompensa de descubrir un nuevo mundo; hubo poco tiempo para dormir, pero a cambio pudieron vivir intensamente una experiencia irrepetible. Partieron con las maletas llenas de expectativas y regresaron con ellas repletas de nuevos amigos: los del Jaén asiático.

Mezclarse con la gente, un factor clave
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Para conocer la realidad de una ciudad o de un país solo hay un camino, y este consiste en mezclarse con su gente, visitar sus hogares, sus mercados, charlar sobre sus preocupaciones y vivir lo más apegado posible a su día a día. Eso fue lo que los periodistas hicieron durante los días que compartieron con los vecinos del Jaén filipino y que durante los últimos 31 días del mes de mayo han narrado a los lectores a través de las páginas de Diario JAÉN.