“Contemplaremos la estela de muchos agradecimientos a tu saber y bonhomía”

10 jul 2017 / 08:00 H.

Nos llegó la muerte de Juan Antonio Carrillo, como canta el poeta, de noche. Se veía venir en los últimos meses, con su dureza y con la frialdad de su guadaña, para este catalán de padres murcianos e hijo predilecto de las tierras del norte de la ciudad de la Mota, pero su espíritu de resistencia lo colocaba siempre la mano para que no le dijera el último adiós. Te llegó y recordamos estos versos de un poeta argentino:

“En una noche simple, / con elegante soberbia, / sus grandes ojos, asombrados, / vislumbraron con miedo, ese fuerte cuerpo, / que en silencio rezaba, frases perversas / a un espíritu imprudente, / intentando distinguir, / la realidad de los sueños, / la verdad de la mentira, / el día de la noche.

Pestañeó y dejó de existir, / cerró fuerte los ojos e intentó recordar / quizá su rostro, / pero solo recordaba ese silencio, / que envolvió la noche / la hizo perfecta en su simpleza / y luego desapareció”.

Recordamos tus ocios en ese rincón sedante de tu estancia rabiteña que intercambiaste por el de San José de la ermita de la antigua Venta y La Laguna; tu amor por el deporte, tus tiempos de masajista en el Real Club Deportivo Espanyol; tu pasión por los coches antiguos, tu Jaguar y tu Saab; tus desvelos por todos los miembros de tu familia; tu amistad compartida con tus buenos amigos; tus inquietudes por la mejora de tus pacientes, tu trajinar pasional entre Cataluña y La Rábita. Tu sabiduría manual y curadora por los huesos humanos y puesta al servicio de los demás: lo mismo al pobre que al rico, al lego que al obispo diocesano. Tus conocimientos en una fisioterapia inédita ante el mapa de las plantas de los pies humanos, sin parangón y de excelentes resultados, que anhelan tus pacientes en estos días de tu ausencia. Tus alegrías que aportaste a importantes famosas del mundo del deporte, Pero no los dejaste reservadas a ellas, sino que en aquella aldea de la fuente de La Malagüilla acudían de los rincones más incógnitos a ser moldeados como arcilla por tus manos, siempre de plata.

Por muy no poco no pudiste cumplir tu anhelo de recorrer, este año, la ruta del mes de junio montado en tu Jaguar celeste. Has dejado huella en el Club Clásicos La Mota, a cuya familia te uniste, con alegría, hace tiempo. Disfrutabas con las actividades y, sobre todo, con esa feria de convivencia en torno a los autos de época en el silo de Alcalá la Real. Pero por los caminos del más allá te contemplaremos sobre una estela que nos dejará el recuerdo de muchos agradecidos por tu saber, tu amistad y tu bonhomía. Adeu, Joan. A ti Juan siempre te estaremos agradecidos, quienes tuvimos el gusto de tratarte.