El Salón del Espíritu y Tiempo

13 ago 2017 / 08:00 H.

El planeta Tierra está a salvo desde que un guerrero de la raza Saiyan, de nombre Kakarotto, renombrado como Son Goku por su abuelo adoptivo, la tomara bajo su protección. Incontables han sido las amenazas a las que se ha enfrentado. Cada enemigo más fiero, más despiadado. ¿Su secreto? Entrenar. Prepararse siempre, para lo que pudiera ocurrir. Aunque hemos de confesar, como con todo mito, cuál era su máquina de humo. Contaba, allá en la Atalaya de Kami-sama, con el Salón del Espíritu y Tiempo, en el cual, la percepción temporal parecía alargarse, al más puro estilo einsteniano. Un día en ella, equivalía a un mes fuera, convirtiendo, esas preciadas horas previas al enfrentamiento, en valiosos días de entrenamiento.Cuando llega el estío y me monto en el tren rumbo al Mar de Olivos, me ocurre algo parecido. El tiempo parece detenerse. Un trayecto que debiera unir la Capital con el Sur en apenas una hora, lo hace, en su lugar, en cuatro de traqueteo y paradas. Lo primero que hago es ir a la biblioteca pública, donde mercenarios, digo funcionarios, totalmente desconocedores de su oficio, molestos porque los hagas buscar esos libros menos populares que no están en las primeras estanterías y, que son incapaces de aconsejarte o guiarte respecto al material que poseemos los jiennenses, me reciben airados e importunados por tener que trabajar en tales fechas. Con el reloj marcando más tiempo del previamente estimado, las bolsas cargadas de libros y la boca llena de improperios varios, tras haber lidiado con el sistema público, llega uno tarde al refresco de mediodía con los amigos. Una vez puestos al día, el interés por saber qué tal les va a los tuyos aflora y, las siguientes preguntas son de manual, siempre las mismas, eso sí: “¿cómo va el tranvía?”; “y el Jaén, ¿se salva?”; “¿quién queda por Jaén?” Las respuestas para no variar, tampoco cambian: “ahora dicen que lo van a echar a andar”; “ahí va, yo creo que al final sí, ¡cómo vamos a dejar que desaparezca, hombre!”; y “ni las águilas, ¡quién va a quedar por aquí, con este calor, chiquillo...!” Uno se despide y desaparece, casi hasta que Lorenzo relaja su asfixiante abrazo sobre la provincia y, el fresco nocturno comienza a asomarse tímidamente, para ir a la antigua Plaza del Mercado, tomarse algo y tratar de arreglar el mundo. O así debiera ser, en la ahora venida a menos a Plaza del Deán Mazas, los derroteros van por beber hasta tener la valentía suficiente para poder obviar los complejos sociales y perder el tiempo hablando sobre si Cristiano está triste o no. Pero bueno, terminada la jornada, y pensando que mañana será otro día, se acuesta uno aguardando las novedades que traerá el amanecer. Aunque, un momento, ¡pero si sigue siendo el Día de la Marmota!Es triste pensar que una provincia tan grande, con tanto potencial geográfico e histórico, pero sobre todo humano, se conforma con tan poco. Aunque apesadumbra aún más, saber que no hay voluntad. Que no importa que el precio del aceite decaiga. Que nadie llora la pérdida de libertad, el abandono o la indiferencia con la que Comunidad y Estado nos tratan. Es verano, y la temporada de ferias, pueblos y romerías ha comenzado: ¡comamos, brindemos y bebamos por la mentira de turno y, ya que no hay qué celebrar, sea, pues, para olvidar! Desafortunadamente, Jaén se ha convertido en esa provincia atrapada en el tiempo y aislada en el espacio, donde nunca parece ocurrir nada. Desafortunadamente para Jaén, no interesa que esto cambie, recordemos que pastel, no hay para todos y que, quién no llora, no mama. Desafortunadamente, los jiennenses están dormidos y entregados a un trabajo con el que apenas pueden pagar su ocio. ¿Dije desafortunadamente? Rectifico, quise decir merecidamente.