“Siempre dispuesta a abatir el desaliento”

21 ene 2018 / 08:00 H.

Hoy, domingo, recojo y releo la hoja del antiguo grupo Gálatas, y no sé por qué me viene a la mente la reunión en los bajos de la parroquia del Salvador. Parece que la revivo y, sin embargo, si echo la vista atrás, se ven sus huellas que nunca se vuelven a pisar. Escucho la voz de Puri Molina, creando el ambiente de aquel recinto de bondad y generosidad. Todos lo intentábamos, pero tú nos acercabas con mayor candor y espíritu cálido las palabras del domingo siguiente. No era una clase de literatura o de lengua española más, era la recitación perfecta, leer en voz alta dirían los latinos, de hacernos vivir aquellas palabras de la Buena Nueva. Parecía que te iluminaba el aliento machadiano, al que tanto admirabas: Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya. / Y si la vida es larga y el arte es un juguete. / Y si la vida es corta / y no llega la mar a tu galera, / aguarda sin partir y siempre espera / que el arte es largo y, además, no importa //.

Me fijo en estos versos y me imagino a nuestra compañera del grupo de Cáritas leyendo estos versos: Resuene como un torrente, / en pueblos, montes y valles, la fuerza de la Palabra, y el fuego de tu mensaje. / Sigue empapando la tierra, / del alma, que en ti renace, / Llegue a los hombres tu Reino / con el clamor de tu sangre. / Alza la voz, Nazareno: / que no te lo impida nadie //. Y todos los miembros de aquel cónclave de amor se hacen presentes y manifiestan la satisfacción por la belleza y la empathía con que nos transmites el mensaje que te caló y te movió durante muchos años de nuestra convivencia compartida en entregar la generosidad a muchas personas que se convirtieron en una nueva familia ampliada. Muchas horas dedicadas a los demás y muchos panes y peces repartidos por tus manos dedicadas en la labor matutina de los despachos, en la visita al hermano excluido para incluirlo en el mismo redil del reino para todos, y en muchas campañas de recoger los alimentos básicos. Nunca decías que, ni te negabas, siempre estabas dispuesta a abatir el desaliento, a ser útil a los demás, a evitar el mal humor y las ingratitudes del destino, a manifestar la paz y el optimismo como guías de la vida y a publicar que la cosa más bella era el amor. Y, por encima de todos, Dios. Vencías todo para mostrar tu rostro humilde en todo tipo de actos y las campañas del Banco de Alimentos, y te sentías orgullosa de vencer el miedo y el desaliento para recoger las muestras de amor en los lugares de recogida. Y te acompañaba siempre Ricardo, y transmitiste esta opción por los más desvalidos a tus hijos. ¡Cómo te hemos echado de menos en esta Navidad! Revivimos aquellos años de que te ofrecías, y cundía el ejemplo de tus hijos, a llevar la cena y reanimar a los alojados en sitios inhumanos. Y reviven tu familia, tus alumnos y tus compañeros del Instituto Alfonso XI esa noria de bondad y generosidad que movía y repartía cangilones de acciones amor y de enseñanza. No nos extraña estas bellas palabras de Rafa Vera sobre tu maestría, inteligencia y dominio docente: “La pérdida de una maestra no es una pérdida, son muchas. Pena egoísta me da que no le pueda enseñar a mis hijas lo mismo que yo pude aprender de ella”. O las de otra compañera de enseñanza como Loli Muñoz que la calificaba como excelente compañera, profesora y amiga.