“Vicente era un hombre bueno y justo, seguirá velando por esta tierra que amó

15 ago 2016 / 15:00 H.

Se nos ha ido Vicente Oya. Y se ha marchado como ha vivido: con suma discreción. Su corazón, grande y generoso, se cansó de latir dejándonos a todos sus paisanos un poco mas huérfanos y sumamente entristecidos con su partida.

Echaremos de menos su pluma valiente y espontánea, su consejo ponderado y riguroso, su bondad, su pausada charla, sus modales calmos, su extrema gentileza, su sabiduría... Nos faltará Vicente y lo rememoraremos con cariño y nostalgia porque él estaba encardinado en la gran Historia de nuestra provincia de los últimos cincuenta años y, por ende, en la pequeña historia cada uno de nosotros.

Se ha escrito mucho últimamente sobre la límpida e irreprochable trayectoria vital y profesional de Vicente. Jaén entera ha llorado su muerte intuyendo que el hueco que nos deja su ausencia va a ser imposible de taponar. A mi me gustaría recordarle hoy en su faceta de humanista vinculado a nuestra Universidad desde sus orígenes. Miembro del Consejo de Administración de la incipiente Alma Mater, fue secretario de su Consejo Social bajo la Presidencia de Ana Quiles y siempre estuvo unido al mundo Universitario y académico, entendiendo, con preclara visión, que nuestra Universidad era el instrumento más potente y efectivo para el desarrollo intelectual y social de los pueblos y las gentes de nuestra provincia. La última vez que estuve con él fue precisamente en un solemne acto académico: la imposición de la Medalla de Oro de la Universidad al antiguo Rector Manuel Parras. Durante el posterior almuerzo hablé mucho con él. Mejor dicho, lo escuché. Con profundo respeto, como se atienden los eruditos consejos de un viejo maestro lleno de sabiduría y experiencia. Nunca olvidaré ese tiempo maravilloso que me fue concedido compartir con él. De ningún modo podía imaginar que era el postrero...

Vicente era un hombre bueno y justo. Por lo tanto, estoy convencido, de que en estos momentos se encuentra sentado a la diestra del Padre. Desde las alturas, con total seguridad, seguirá velando por esta tierra a la que él amó tanto y a la que se entregó con suma generosidad y absoluto altruismo.

Él ya rindió su alma al Supremo Hacedor. Nos toca ahora a nosotros recoger el inmenso testigo de su ejemplo y proseguir su labor con renovadas fuerzas. Nada hará a Vicente más feliz.

Descansa en paz, querido maestro. Que la tierra te sea leve.