Pendientes del diálogo postelectoral en Suecia

La tercera fuerza en las elecciones fue el partido neonazi

    11 sep 2018 / 10:04 H.

    Las elecciones parlamentarias en Suecia dibujaron un panorama político similar al pronosticado en las encuestas, en el que los dos grandes bloques políticos libran su particular pulso sin grandes mayorías a las que agarrarse y con los ultraderechistas Demócratas Suecos como espectador de excepción y posible juez.

    La coalición de centro-izquierda liderada por el Partido Social Demócrata, actualmente en el poder, repitió como el bloque más votado, con un 40,6 por ciento del total. El dato, que se traducirá en 144 escaños en el Riksdag, el Parlamento sueco, se antoja insuficiente, en la medida en que tiene más complicado buscar apoyos en el resto del arco parlamentario.

    “Ninguna coalición ha ganado la mayoría, por lo que lo natural es que haya una colaboración entre los bloques que permita la gobernabilidad de Suecia”, manifestó el primer ministro, Stefan Lofven, en su primer mensaje.

    La coalición de centro-derecha obtuvo el 40,3 por ciento de los sufragios, casi la mitad de los cuales corresponden al Partido Moderado, y no se plantea ponérselo fácil a Lofven. El líder del partido moderado expresó que “La Alianza no gobernará ni discutirá la formación de un Gobierno con los Demócratas Suecos”.

    Demócratas Suecos, entretanto, presume de unos resultados sin precedentes, al consolidarse como tercera fuerza con un 17,6 por ciento de votos en los comicios. Su líder, Jimmie Akesson, que logró maquillar los orígenes neonazis de la formación para pescar votos en caladeros “a priori” desfavorables, aspira a ser el árbitro.

    “Ganaremos una gran influencia sobre lo que sucede en Suecia durante la próxima semana, los próximos meses y los próximos años”, afirmó el dirigente ultraderechista, que instó a Kristersson a elegir entre el apoyo de los Demócratas Suecos o a aceptar otros cuatro años socialdemócratas.

    Los 62 diputados que tendrán en el Riksdag poseerán la capacidad para inclinar la balanza de un lado u otro, algo que ya se apresuraron a celebrar otros líderes europeos de la ultraderecha como son el italiano Matteo Salvini, la francesa Marine Le Pen y el holandés Geert Wilders.