Abraham Gracera

16 feb 2020 / 16:47 H.

L icenciado en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca. Su obra aparece en diversas antologías siendo también traductor. Dirigió, junto a Juan Carlos Reche, la revista de poesía Años diez. Sus poemarios son Adiós a la época de los grandes caracteres (2005), El tiempo menos solo (2012), y O Futuro (2017), entre otros. Estamos, como indica Rafael Morales Barba, ante unos escritores que reivindican elementos como el aforismo, lo fragmentario, la sinécdoque y la metonimia, el malestar, la desazón, el sarcasmo y la ironía. Es la poesía de Abraham Gragera una delicada poesía intimista y amorosa, que apela bien a elementos simbólicos, bien a un moderado irracionalismo, ante la precariedad del yo. Gragera, poeta de la ensoñación fragmentada, establece esa dialéctica entre la fragilidad y la impasibilidad de los objetos desde un dramatismo neorromántico y una propensión clasicista, intimista, ajena al versículo destemplado, provocador o denunciador. Es una proposición novedosa, muy atenta a la imagen y a la ensoñación con un tono de imposibilidad, sin entrega, afín al pequeño símbolo del contemplativo, en ese merodeo juvenil que repara interpretaciones sin radicalismos.

Por lo dicho por Darío Jaramillo Agudelo, es grande el mérito de Adiós a la época de los grandes caracteres. La realidad no es abarcable y apenas se nos da un fragmento que se sustituye por otro, se modifica arrastrándonos, transcurre con un ritmo que aleja la posibilidad de certezas. Entonces el poema se sitúa en ese pliegue de fractales que no aparecen ante los sentidos sino mediante intuiciones sin heroísmo ni lucidez. El tiempo menos solo, según Manuel Borrás, es esencialmente un libro de amor a la vida, al amor mismo, a «todo lo que es, perece y muda». El poeta siempre se dirige a aquellos que han sido tocados en el tiempo por el soplo del espíritu que viene desde mucho antes del tiempo y que sobrevive a éste. O, mejor aún: porque el poema vivo se aposenta por derecho propio, es decir, por rendición de vida, más allá de los sentidos, fuera del tiempo, en el aire, sin tiempo. La materia del último libro tratado aquí, O Futuro, es su autobiografía lírica: el tiempo, la memoria y la interrogación por la permanencia. Tenemos ahí un índice de la dinámica que la poesía establece entre vivencia y poesía: se invita al lector a construir un significado propio del texto en el terreno puramente lingüístico para romper después la ilusión de la autonomía del sentido con un guiño a lo vivencial y biográfico, como alude Ángel Luis Luján Atienza. De esta forma Gragera apuesta por un tiempo personal concreto frente a la dimensión más abstracta o epocal de sus libros anteriores, a la vez que el lenguaje, acorde con este efecto de cercanía experiencial gana en claridad y sencillez con respecto a la producción anterior, que no dejaba de albergar cierto hermetismo.