No me oigas, escúchame

Son varios los errores dentro del proceso de escucha activa, entre los que se encuentra el postural, no mirar a los ojos o fijar los ojos en un punto absurdo

16 abr 2016 / 19:15 H.

Cuántas veces nos hemos enfadado porque alguien no nos escuchaba. Ante nuestro enfado, en las mejores ocasiones nos decía “pero si te estoy oyendo”. Probablemente fuera cierto, pero lo que nosotros queríamos era que nos escuchara...

Oír y escuchar no es lo mismo. Se oyen sonidos, ruidos, frecuencias sonoras que están en el ambiente y que quizá no las esperábamos. Pero cuando prestamos atención y centramos nuestro foco atencional en una única fuente emisora de sonidos, estamos escuchando. Haga usted una sencilla prueba con su pareja. Dígale que le cuente la última película que vio y no haga nada, no gesticule, no demuestre atención. En pocos segundos, el relato de la película se desvanecerá, no será agradable seguir contándole el argumento y dejará de hablar. ¿Por qué? Porque necesitamos saber que nos escuchan, necesitamos saber que lo que decimos tiene algún interés para nuestro interlocutor. Precisamos pruebas de que no estamos hablando solos.

Son varios los errores que se comenten dentro del proceso de “escucha activa”, que es como se define el concepto dentro de la comunicación personal. Uno de ellos es el postural, echarse hacia atrás cuando alguien nos comenta algo, no mirar a los ojos o fijar la mirada en un punto absurdo dentro de la comunicación. Otro es comparar lo que nos dicen con algo ya vivido por nosotros. Por ejemplo, cuando alguien nos cuenta una desgracia, interrumpimos y decimos “pues anda que a mí...”. Es un error grave porque éste era el momento del relato de la otra persona, su espacio para contarnos lo que le sucedió, no nuestro momento. Eso hará que la otra persona que nos estaba contando algo, deje de hacerlo. No existen buenos comunicadores que no sepan escuchar. El proceso de comunicación requiere manejar muchos conceptos, pero de los más importantes es la escucha activa.

Desde la Psicología me asombro cuando a algunas autoridades políticas les llaman buenos comunicadores y, sin embargo, cuando le está hablando un adversario político, miran hacia abajo o hablan con otra persona de su alrededor. En realidad solo van a lanzar su mensaje. Es el mismo proceso que nos puede guiar en una discusión, donde cada interlocutor lanza su mensaje sin atender al otro, y por tanto no se llegará a ningún acuerdo dado que no hay proceso de comunicación en marcha.

Una buena forma de llegar a un acuerdo es escuchando a los demás y protestando cuando no somos escuchados. Un contexto de intimidad y sinceridad, una gestión postural mostrando acercamiento, un asentimiento de vez en cuando con la cabeza. Una leve sonrisa cuando nuestro interlocutor intente colar alguna frase con humor, una mirada cercana, sincera y, en determinados contextos, coger la mano de la otra persona para que sepa que está siendo escuchada, acompañada en lo que nos cuenta. Son muestras evidentes de que estamos escuchando a esa persona, de que nuestra atención está focalizada solamente en su mensaje. De que nos ha elegido a nosotros para contarnos algo, y si lo hacemos así, no la estaremos defraudando. Cuando queremos ayudar a una persona, lo primero es propiciar un contexto de intimidad y ejercer una buena escucha activa. No interrumpir, ni siquiera sus silencios, es una muestra de inteligencia por nuestra parte. Hay apoyos muy modernos que se dan con mensajes de texto o whatsapp, que tendrán su valor también, pero ¿y si nos vemos a solas, nos sentamos cerca, y te pido que me cuentes eso que te sucedió? Podemos oír las gotas de lluvia, pero a las personas, debemos escucharlas.