Cinco siglos de una devoción pura y única

Numerosos feligreses acuden a la ermita de La Imora para procesionar a la Virgen y festejar con cultos y la remoría su gran día

17 sep 2018 / 12:02 H.

N i gota fría, ni temporal con bajas temperaturas, ni ninguna otra inclemencia meteorológica ni de cualquier otro rango, el domingo amaneció en la capital con un sol radiante, más propio de un mes estival, para protagonizar toda la mañana. Y si arrancó con fuerza, comenzó de la mejor y más tradicional manera posible, con churros con chocolate, o al menos para los habitantes de la urbanización Virgen Blanca que cogieron fuerza con este apetitoso desayuno para los acontecimientos que les quedaban por vivir. Y es que era el día de su Virgen, la jornada en la que la pasean y le vuelven a enseñar la zona para que la bendiga y, demostrarle así a la Madre, que por muchos años que pasen la devoción por ella sigue intacta.

Porque, para quien no lo sepa, la cofradía de la Santísima Virgen Blanca es la segunda más antigua de la capital de las que aún mantienen su devoción. Según los registros del Archivo Histórico Diocesano de Jaén, la cofradía tiene su origen en el año 1527 y, cinco siglos después, los hermanos mantienen intacta las ganas y la fe. Pues bien, una vez acabado el desayuno, comenzaron los preparativos alrededor de su ermita, la Imora, con el objetivo de que todo estuviera listo para el gran momento. Un poco antes de las doce, comenzaron a reunirse los feligreses en torno al altar preparado para lucir a la Virgen Blanca durante la tradicional misa, en la que numerosos devotos acudieron abanico en mano.

Tras la ceremonia, la Virgen fue colocada en su trono pero eso sí, no la imagen titular que fue creada de un frágil material de pasta-madera, de 1,20 metros de altura y prefieren dejarla en la ermita para evitar que se dañe. A cambio, procesionan una segunda imagen pero igual de pura y blanca. Como dato curioso, cabe destacar que la sede canónica de la Cofradía está en la Iglesia de Santa María Madre de la Iglesia, en el barrio de las Fuentezuelas. Allí está la imagen de madera, en un sencillo altar. La talla permanece de pie, con la mirada hacia abajo, y en su brazo izquierdo sostiene al Niño Jesús y así, más radiante que nunca, salió por la puerta de su templo a hombros de sus anderos, a eso de las una del mediodía, y bajo órdenes de Felix Rodríguez, el organizador de esta particular romería que fue hermano mayor durante varios años. “Estamos muy contentos de poder celebrar este día acompañados de sol, buenas temperaturas y la ilusión de cada año”, aseguró Rodríguez, familiar de la actual hermana mayor, Rosario Rodríguez.

Comenzó entonces la comitiva a pasear por varias zonas de la urbanización acompañados de algunas autoridades y diversos feligreses, mientras sonaba un rosario que los acompañó durante todo el recorrido, no muy largo, pero igual de emocionante que cualquier otras procesión que se preste. Una vez realizado el recorrido y subidas las imponentes cuestas en las que se ubica la urbanización, la jornada continuó para todos los presentes de la mejor de las maneras. Porque si la mañana empezó con chocolate, la hora de la comida estuvo protagonizada por una apetitosa paella que los hermanos, feligreses y demás vecinos que quisieron acercarse, compartieron en una jornada de fraternidad y convivencia, que se celebra cada año como culminación de una de las fechas más esperadas de esta zona de la capital que quiere, venera y celebra a su Virgen Blanca, respetada hasta por el cielo.