El “Cerro Libertad” no resiste

La Guardia Civil desaloja a la decena de personas que ocupaban la finca Aguardentero, propiedad de un banco

20 abr 2018 / 09:10 H.

Un año y diecinueve días después, la finca “El Aguardentero” vuelve a su dueño, el banco BBVA. El “Cerro Libertad”, ocupado por miembros del Sindicato Andaluz de Trabajadores desde el 1 de abril de 2017, no resistió. Las apenas diez personas que se encontraban en esta enorme extensión de terreno, ubicada en las cercanías de la capital, abandonaron pacíficamente el cortijo. Lo hicieron ante el amplio dispositivo de la Guardia Civil para ejecutar la sentencia judicial en la que se ordenaba el desahucio: “Nos echan, pero volveremos”, advirtió uno de los portavoces del sindicato, Francisco Moreno. Ayer mismo, se reunieron en asamblea para “coordinar la respuesta”: “Hay muchas más fincas que están en manos de los bancos y que se encuentran completamente abandonadas”, añadió.

El juez puso el 2 de abril como fecha tope para que la finca se quedara vacía. Ese día, los miembros del SAT se hicieron fuertes en una parcela en la que hay más de 6.500 olivos. Cortaron los accesos con barricadas de grandes piedras y se atrincheraron en el interior de la vivienda. “El Cerro no se rinde”, proclamaron entonces como lema. Durante las últimas dos semanas, han realizado su actividad normal. La Guardia Civil dejó pasar el tiempo para “madurar” a los “okupas” y proceder al desalojo con todas las garantías de seguridad.

A las ocho de la mañana, se puso en marcha la operación. A esa hora, el perfil de Facebook del “Cerro Libertad” daba la voz de alarma y pedía ayuda ante la presencia “de más de 300 agentes” del Instituto Armado. En realidad, eran bastantes menos: 65, según los datos aportados por la propia Comandancia. Eso sí, apoyados por vehículos y dos máquinas retroexcavadoras, utilizadas para limpiar las barricadas de los caminos.

A las doce de la mañana, la finca “El Aguardentero” se quedaba completamente vacía. Los “okupas” pidieron a los miembros del Instituto Armado tiempo para poder recoger sus pertenencias que, finalmente, trasladaron en un remolque. Los miembros del SAT bajaron a pie hasta la carretera que une el Puente Jontoya y el Puente de la Sierra, donde se encuentra el acceso principal a la finca. Al mismo tiempo, operarios contratados por la entidad financiera procedían al tapiado de las puertas y ventanas del cortijo. “Nos tememos que echen abajo el edificio para que no entre nadie más y no se pueda retomar la ocupación de las tierras”, lamentaba Francisco Moreno, en un vídeo grabado en el interior del inmueble y publicado después en sus redes sociales.

Durante estos casi trece meses, los “okupas” han rehabilitado ese edificio, que estaba prácticamente en ruina y lo han hecho habitable. También ha puesto en producción muchos de los 6.500 olivos que hay en la finca, han sembrado huertas y han criado animales de granja: “Hemos demostrado que se puede trabajar con dignidad y pedimos a la Junta de Andalucía que expropie las tierras que estén abandonadas y sean improductivas”, explicó Óscar Reina, portavoz del SAT en Andalucía y también presente en la finca “El Aguardentero” cuando llegó la Guardia Civil. Se da por seguro que este colectivo realizará otra acción simbólica similar a la desarrollada en la finca “El Aguardentero”. “Esto no se acaba aquí. Hay que volver a esta parcela. La tierra para el que la trabaja”, aseguró Curro Moreno. El “Cerro Libertad” no resistió, aunque su espíritu sigue vivo.

Amplio dispositivo de seguridad

La Comandancia puso en marcha un importante despliegue de medios materiales y humanos para ejecutar la orden del juez de desalojar la finca “El Aguardentero”. Participaron 65 agentes y todo se desarrolló con total normalidad. La secretaria judicial comunicó la orden de desahucio a los ocupantes de la parcela, que se marcharon pacíficamente tras recoger sus enseres personales. No se produjo ningún tipo de incidente.

Máquinas excavadoras para limpiar
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Los “okupas” habían prometido presentar batalla para que el desalojo del “Cerro Libertad” no fuera fácil. Por ello, los accesos a la finca fueron cortados con barricadas construidas con piedras de grandes dimensiones. Para derribarlas, fue necesaria la presencia de dos máquinas retroexcavadoras, que limpiaron los caminos. Era la principal preocupación del dispositivo dispuesto por la Comandancia de Jaén.