Elogio a la honestidad de la toga

Los abogados distinguen a sus compañeros Javier Pulido y Antonio Cabezas

18 dic 2015 / 23:07 H.

Los letrados jiennenses Javier Pulido Moreno y Antonio Cabezas Moyano forman ya parte de un distinguido y selecto club. En sus togas pueden lucir con orgullo la Medalla al Mérito en el Servicio de la Abogacía, la más alta distinción que puede recibir un abogado. “Es un honor para todos nosotros”, dijo el decano, Vicente Oya, quien destacó la valía profesional de “defensores de la Justicia”, pero, sobre todo, resaltó que son “dos buenas personas”. “Darles esta condecoración ha sido la más acertada de las decisiones”, remarcó el decano del Colegio de Procuradores, José Jiménez Cózar. Como se encargó de recordar el fiscal jefe de la Audiencia, “ambos siempre han ejercido la Abogacía de forma recta y honesta, discreta y eficaz, respetuosa y leal”. O la presidenta de la Audiencia, quien destacó “la generosidad” de Javier Pulido y “la extraordinaria humanidad” de Antonio Cabezas.

La Medalla al Mérito en el Servicio de la Abogacía reconoce el trabajo realizado por ambos letrados. Son los propios abogados los que otorgan la distinción a aquellos que han brillado en la defensa de la profesión, en dignificarla y en engrandecerla. Este año, solo se han concedido siete en toda España y dos de ellas han recaído en los abogados jiennenses.

Javier Pulido agradeció la Medalla con un discurso emocionante en el que recordó sus comienzos en su Úbeda natal, cuando fregaba el suelo del despacho y bajaba las persianas para guardar las formas y que no lo vieran los vecinos. Tras un fallido intento de ser juez, descubrió su verdadera vocación debajo de la toga de abogado: “No es otra que el noble y áspero ejercicio de pedir Justicia”, dijo. Habló de la ayuda que recibió de sus “maestros” en el despacho del desaparecido Paco Rubio, compartido con Carlos Jiménez y José María Serrano; y de cómo buscó “refugio” en el Colegio de Abogados. Tuvo cariñosas palabras para los trabajadores de esta institución: “Sois testigos de generaciones de letrados y notarios sin protocolo de la realidad de la Abogacía. No sois empleados, sois el Colegio”.

Pulido derramó gratitud a todas las personas que le han ayudado a convertirse en el abogado que es hoy. Nombró a los jueces Jesús Romero y José María Cañada Clé; a los tres últimos decanos, José Calabrús, Javier Carazo y Vicente Oya; a la letrada María José Figueras; y a su familia, especialmente su esposa, también abogada, y sus hijos. “Ellos se criaron entre togas”, dijo. Sin embargo, Javier Pulido dedicó la Medalla a su padre, fallecido hoy hace siete meses. “Él me daba la mano y se me quitaba el miedo”.

También emocionante fue el discurso de Antonio Cabezas. Cordobés de nacimiento, llegó a Jaén hace más de dos décadas y aquí ha desarrollado prácticamente toda su carrera profesional. “Este reconocimiento a la labor profesional y colegial me lleva a recordar dos cosas: que los abogados no estamos únicamente al servicio de nuestros clientes, sino de toda la sociedad; así como evocar algunos principios, entre otros, que deben orientar el trabajo de un abogado en su quehacer diario: deontología, espíritu de concordia y búsqueda del acuerdo, independencia e integridad”, dijo.

Antonio Cabezas destacó que el ideal de un buen letrado debe ser “el ejercicio del derecho de defensa con libertad e independencia, dicho sea con mayúsculas”. Para ello recordó el postulado segundo del Decálogo del Abogado de Couture: “Estudia, el Derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando”. En el capítulo de agradecimientos, se detuvo en sus maestros, en los tres decanos que ha conocido, en sus compañeros, en los letrados del turno de oficio y, sobre todo, en su familia: “Soy todo lo que soy gracias a vosotros”, concluyó.