¿Un conductor con gafe o un profesional de la estafa?
Petru T., un ciudadano de origen rumano, sufrió cuatro accidentes de tráfico entre septiembre de 2007 y agosto de 2009.
Pequeños siniestros de chapa y pintura, pero que, en todos los casos, le sirvieron a este vecino de Úbeda para reclamar indemnizaciones a las aseguradoras. Ahora, las compañías y la Fiscalía lo acusan de haber provocado adrede esos accidentes solo para cobrar las pólizas. El hombre niega los cargos y achaca los percances “a la mala suerte”.
Las acusaciones consideran que Petru T. es un estafador profesional, una persona que hizo de fingir accidentes su medio de vida. “No hubo solo cuatro percances. Existieron muchos más casos que no se han podido juzgar porque están prescritos”, aseguró uno de los letrados de las compañías de seguro. Al respecto, explican que el procesado sufría un proceso degenerativo propio de una enfermedad de la columna vertebral, pero que le servía para enmascarar las lesiones que decía sufrir tras los accidentes. La defensa del conductor alega, por su parte, que todos los siniestros ocurrieron realmente y que están justificados por distintos informes periciales, por los atestados de la Policía Local y por los servicios de urgencias de distintos hospitales.
El primero de los accidentes ocurrió en septiembre de 2007.
Según la Fiscalía, Petru T. se colocó justo detrás de un vehículo que daba marcha atrás y que “tocó levemente”. Presuntamente, simuló lesiones por los que le indemnizaron en 8.711 euros. Seis meses más tarde, la acusación relata que “sacó el morro más de la cuenta en un ceda el paso” y colisionó con otro coche. Le compensaron con 12.200 euros por las lesiones graves. Repitió el “modus operandi” en dos ocasiones más, según siempre el Ministerio Público.El cruce de los datos de las compañías aseguradoras hizo saltar la alarma: eran demasiados accidentes en tan poco tiempo. Petru T. fue denunciado y, ayer, se sentó en el banquillo, con una petición de castigo de hasta seis años y medio de cárcel por estafa. Él lo achaca a su gafe y a su mal fario al volante. La Justicia tiene la última palabra.