Mucha lluvia en el “día de los jiennenses”

El festivo local se respeta y el tradicional chubasco invita a dar las gracias a San Lucas por “acabar” con la sequía

19 oct 2017 / 10:38 H.

Jaén no tiene tren de alta velocidad, ni aeropuerto, ni playa, pero tiene sus costumbres, inamovibles como deben de ser, y una de las más arraigadas es que por San Lucas llueve. Y eso que este año, que tiene pinta de reeditar el título aquel del de la pertinaz sequía, parecía complicado. Comenzó un chubasco, de horas, que llegó nada más comenzar el día 18 de octubre y las precipitaciones pillaron a más de uno de los que vio amanecer en el ferial desprevenido. Los que iban a correr o pasear en la mañana del festivo local se cruzaron con mozos y mozas que, sin género de dudas, no iban vestidos acorde al temporal que le calaba hasta los huesos. Más previsores, los que optaron por acudir al ferial en familia, para disfrutar de una quedada con los seres queridos, sí tenían todos los adminículos para soportar, llegado el caso, un diluvio universal. Los que más, los chaveas que, incluso, iban con sus botas de agua de Pocoyó o Peppa Pig, según fueran nenes o nenas, y paraguas tan chulos que da cosa hasta que se mojen.

Inés y su madre Lali eran un ejemplo de buen hacer en lo que a intendencia de feria se refiere, aunque la sombrilla que llevaban, a juego con el traje de flamenca, sirvió más bien de parasol al mediodía. El lorenzo dijo aquí estoy yo, que es feria, y dejó expedito y seco el camino para transitar entre caseta y caseta. Salió hasta el arco iris que, con sus siete colores, combina a la perfección con la tonalidad del Recinto Ferial Alfonso Sánchez Herrera, donde los grises no mandan. Bajo el sol disfrutaron de una comida familiar, en la jornada del merecido descanso Ángel Castillo, Lola Garrido y sus dos hijos, la mayor, Lucía, y Ángel, que, sin algo tenían claro, es que no tenían prisa en regresar a su casa.

Mientras se tomaban un chato de vino, para abrir apetito, los colegas bromeaban sobre cómo solucionar la falta de lluvias. “Muy fácil, que la feria dure todo el año”, razonaba uno de ellos, ante la aprobación generalizada de la parroquia. De la misma opinión eran los jiennenses Antonia y Eugenio que, con sus hijas, Amelia y María, forman los Caballero Rentero que, anualmente, acuden a la feria para responder a la llamada del “patrón”, título que no tiene San Lucas, al que están dedicadas las celebraciones. De hecho, en los orígenes de estos fastos está el gusto del que fuera condestable Lucas de Iranzo por pasarlo bien, con su pueblo, por el día de su onomástica y, en una interpretación algo más fiable, se cree que se eligió el mes de octubre para la feria porque, en agosto, cuando por privilegio podía organizarlas la ciudad, hubo una epidemia de peste. Lo mismo les da a Luis Carrasco, que trabaja en mantenimiento, y a su esposa, Nuria Vera, maestra de profesión y, sobre todo, a la hija de ambos, a Cristina que, con sus dos años recién cumplidos, su descomunal bolsa de “gusanitos” y su traje de volantes a medida, no tenía preocupación alguna. “Es ferianta, porque nació un 16 de octubre”, explicaban sus exultantes padres. A los que tampoco se les veía a disgusto era al numeroso grupo de amigos que forman las familias Castillo Martínez, Lara Fernández, González Fajardo, Jiménez Rivas y Hernández Tercero. Todos juntos ocupaban un respetable espacio de la Caseta del Colegio de Enfermería, que no peca de escasez de metros cuadrados precisamente. Estas juntas comenzaron por ellas, las mujeres de este grupo, compañeras de trabajo en el Complejo Hospitalario de la capital. Desde hace una década, y mira que los horarios de los profesionales sanitarios son severos, logran cuadrar el círculo para librar siempre para San Lucas y reunirse para comer, tomar un cubatilla, cenar e, incluso, repetir con el cubatilla sin se tercia. Aunque cada día son más, con la incorporación de parejas e hijos, no les flaquean las fuerzas. Como buenos jiennenses, tienen sus costumbres, no les falta su mesa reservada en la feria cada 18 de octubre.