Un lugar de reposo frente a su casa

Emilio Córdoba tiene enterradas a sus mascotas en las faldas del Castillo

28 ago 2017 / 11:26 H.

Many fue una perra muy querida. En apenas tres años se ganó el corazón de su propietario, Emilio Córdoba, hasta que un coche la atropelló mientras cruzaba la carretera de Circunvalación. Cuando falleció, su dueño decidió honrar su corta pero intensa vida con una lápida frente a su casa, en las faldas del Castillo. Córdoba es marmolista de profesión, así que puso su arte a trabajar para conmemorar el recuerdo de su mascota, una mezcla de podenco y “yorkshire” “muy rubia”. Desde entonces, a apenas unos metros de su hogar, descansan los restos de Many, “la perra más guapa y querida por todos”. “Era para verlo, un espectáculo”, cuenta Córdoba, sin dejar de mirar la placa en la que picó el nombre de su perra.

Tanto él como su familia son grandes amantes de los animales, por su casa han pasado perros, gatos, pájaros y otro tipo de mascotas. Pero Many fue la que marcó un antes y un después, y también lo hizo su descendencia. Molly nació el día del cumpleaños de Emilio Córdoba, fue un regalo “muy especial” que, a diferencia de su madre, Many, tenía el pelaje oscuro y los ojos color azafrán. Tras el fallecimiento de la primera, Molly se convirtió en “la niña de sus ojos” para Córdoba, “tan pequeñita, tan adorable”. Fue la nueva alegría que inundó sus días hasta que la Leishmaniasis se la llevó en 2013 y ocupó un lugar junto a su madre.

Para entonces, otra placa ocupaba un lugar encima de la de Many, la lápida de Leo, “muy noble y leal”, un labrador de cuarenta kilogramos cuyas cenizas están enterradas unos metros más arriba. “Era obediente y aprendía rápido, se le cuidaba como a un hijo”, relata Córdoba. De esta forma, tres placas conmemoran la vida de tres animales que fueron “un tesoro” para sus propietarios y permanecen en la memoria, cincelada en mármol, frente a su hogar. “Mucha gente que se acerca y pregunta por ello, llama la atención, con los dos pinos a cada lado”. Pero otros quisieron imitar las muestras de cariño de Córdoba e intentaron enterrar también a sus animales en el pequeño parque. “Los oímos venir de noche, a escondidas, así que salimos para decirles que no pueden hacerlo”. Cuando se le pregunta por lo que opina el Ayuntamiento al respecto, dice que “no dicen nada, es más, también les parece curioso”. Este periódico ha intentado contrastar la información con la administración local, sin éxito. Córdoba confiesa que todavía llora la muerte de su perra, que se sorprende a sí mismo al pensar en ella. “No puedo evitarlo”, dice con emoción en la voz. Kiri y Hernest, una hembra y un macho, son parte de la progenie que sobrevive a Many, una perra que se ha convertido en memoria eterna a los pies del Castillo de Jaén.