166 días en Jaén; de la primavera al otoño de 2016

25 sep 2016 / 11:16 H.

La primavera de 2016 no comenzó en Jaén el 20 de marzo a las 4:30 horas. Fue el 30 de abril a las 20:00 horas en el Teatro Cervantes de Linares, cuando Ara Malikian deslizó por las cuerdas del violín sus dedos de la mano izquierda y el arco. Esa flor no estaba catalogada en la botánica jiennense, donde cada vez es más difícil ver amapolas, sobre todo entre los olivos. El músico armenio es la antítesis de esa estética todavía dominante de frac y pajarita en las orquestas sinfónicas. Enjuto y con nervio; pelo hirsuto y camisa de abigarrado dibujo estampado caída sobre pantalones vaqueros, el violinista es también lo más parecido a una metáfora de la estación de los grandes cambios, donde la vida se transforma sin ataduras.

Se cumplen ahora 20 años de la obra de Gabriel García Márquez ‘Noticia de un secuestro’. Y he rescatado de la estantería un librito de la colección ‘rotativa’ de Plaza y Janés (1974, 50 pesetas) con una recopilación de doce crónicas periodísticas del maestro colombiano agrupadas bajo el título ‘Cuando era feliz e indocumentado’. Leyendo sus crónicas aprendí, entre otras cosas, que no hay historias grandes o pequeñas, sino buenas historias esperando a que alguien las cuente. Historias que lo mismo protagoniza un premier inglés de posguerra, líder indiscutido en la Europa de la posguerra, sir Anthony Eden, que un desconocido niño de Caracas mordido por su perro enfermo y con la salvación, un antídoto, a 5.000 kilómetros de distancia. Historias que tejen un mundo apasionante y diverso, personajes con destinos dispares, culturas fascinantes y episodios singulares. Lejos de emular a García Márquez quiero reivindicarlo para el oficio del periodista. Buscar historias para contarlas, sean o no conocidas. Con ellas conoceremos el mundo y, también, la cercanía en la que vivimos.

El 13 de abril, a 357 kilómetros de Linares, volví a Jaén hace 166 días. Dejé la vieja Emérita Augusta por el puente Francisco Montenegro hacía la A-66 Autovía Ruta de la Plata, uno de los cruces de la N-432 con una gran arteria de comunicación. Efectivamente, debía ser primavera porque la dehesa estaba verde, aunque los viñedos de Tierra de Barros estaban como la melena de Ara Malikian. Apenas 56 kilómetros de trayecto y dejas la autovía, giras a la izquierda y ya conduces por las largas y ondulantes rectas de rasantes traidores hasta Llerena; después Azuaga, Granja de Torrehermosa, Berlanga... Hasta el límite de comunidades.

Avisan dos eucaliptos que se alzan desde un pequeño espinazo de rocas y lo ratifican dos cartelones. El que ves de frente, color verde, reza: Comunidad Autónoma de Andalucía, y a unos cien metros otro cartel más pequeño, color marrón, indicando que están en la provincia de Córdoba, por la mancomunidad de municipios del Guadiato. Fuente Obejuna, Peñarroya-Pueblo Nuevo (las cabrias indican que allí hubo minas, como en Linares), El Vacar, Obejo y Cerro Muriano. Córdoba se divisa cuando la carretera corona la sierra y, con ella, la primera fila del ejército olivarero, perfectamente alineada en contraste con el anárquico chaparral que dejamos atrás. Con la A-4, Autovía de Andalucía, se produce el segundo cruce de la N-432 con otro trazado estratégico. Pasas por El Carpio, luego Torredonjimeno y hasta Jaén. Nuestra carretera sigue hasta Alcalá la Real y de ahí a Granada con el tercer y último cruce entre la vena y la arteria del alquitrán, el de la A-92 que va desde Granada a Motril.

Una vez instalado y puesto al día, preguntas. Parece que poco o nada ha cambiado. Pero es primavera. La más famosa que conocemos es la de Praga, ya en los libros de historia. Para la N-432 su primavera se llama A-81 y no se sabe cuándo llegará. Las obras de esta autovía debieron empezar en 2013 y terminarían en 2020. Alcaldes de varios municipios de uno y otro lado de la raya entre Andalucía y Extremadura quieren constituir un frente común para cambiar el curso de la historia de esta carretera conscientes de que cambiarían sus pueblos y ciudades. Un viejo plan, una antigua reivindicación. Este parece ser el paradigma jiennense, cuya vida es también un cruce de caminos.

El mayor flujo de viajeros se produce en la cabecera entre Alcalá la Real y Granada, pero no le va a la zaga en la dirección hacia Córdoba por El Carpio, ni desde allí hasta el límite con la provincia de Badajoz. Viajeros hay, mercancías, pero escasea el dinero para la obra pública. Las infraestructuras para el desarrollo hay que hacerlas en tiempo y forma. En los años noventa había dinero y mucha obra pública; ahora, lista de espera como en la sanidad.

Seguramente en mayo Leandro Cano (Ventas del Carrizal) y Moisés Nieto (Úbeda), tenían ya perfilada la colección de ropa con la que el 16 de septiembre, viernes, se presentarían en Madrid para el evento MB Fahsion Week. Curiosamente, Cano utiliza en uno de sus vestidos un rojo intenso y limpio por cuyo escote florecen cuatro amapolas. Nieto, por su parte, ha estampado en otro de sus vestidos los símbolos de los deportes que vimos en la olimpiada de Munich. Atletismo, gimnasia, esgrima, baloncesto, natación... Talento que se abre paso desde Jaén aludiendo a la lucha, esfuerzo y disciplina, o al cambio y la transformación desde la tradición y la modernidad.

Del sofisticado pase de moda de la capital del Reino, al no menos delicado, y complejo, mecanismo que sostiene la vida en el campo. El domingo 4 de septiembre Juan José Cano Mora contaba en esta misma ‘Semana’, a quien quisiera leer, la historia de su vida. Solo en el campo, al abrigo de su cortijo familiar (el ‘Periche’), cuidando la huerta y el ganado, abrigando la esperanza de tener luz eléctrica y agua corriente y, especialmente, una compañera con la que compartir hacienda, patrimonio y sentimiento. Tiene teléfono móvil, pero tiene que subir a un monte cercano para coger cobertura. La brecha tecnológica tampoco pasa con éxito el examen.

No debería ser noticia de primera plana, pero lo fue. El lunes 12 de septiembre este periódico anunciaba que una mujer va a ser por primera vez pregonera de la Semana Santa de Jaén capital. María José Chica pasará en este primer cuarto del siglo XXI a la historia de la provincia por ese pregón. Sonríe en la fotografía de archivo publicada, elegante con vestido negro, mantilla y peineta. La barrera cae tras sesenta años de pregones varoniles. Será otra primavera con voz de mujer.

Lo que no cambia tampoco es la pasión por el fútbol. Tres equipos en Segunda B y los enfrentamientos provinciales como plato fuerte de un verano de chicharra. El Real Jaén con el Linares y con el debutante Mancha Real, protagonista de la hazaña del ascenso. La nomenclatura futbolística, como la política, es inestable, y la ciudadanía afecta (seguidores y socios) mira con lupa, da su veredicto y exige resultados para mantener la gloria de sus equipos, aunque se olvida fácilmente que alguien debe pagar estas aventuras deportivas. Precisamente el reto de cada verano es combatir el calor, o convivir con él. A los recursos de rigor (vete por la sombra niño...) se unen las ferias y fiestas de los pueblos. Tranquilas y sosegadas, menos bulliciosas por calles y plazas como en Villargordo, o ruidosas en los anexos de los extrarradios en torno a esos polígonos de casetas y atracciones. El vecindario, y los visitantes se gastan lo que pueden sin menoscabo de la diversión. Turismo y ocio de interior de esa economía complementaria que viene a menos (lo juran los caseteros) en el octavo año de la crisis, en medio del debate sobre si aceleramos para salir o desaceleramos en la salida. Doctores tiene esta iglesia...

Y miles de entradas el archivo de historias como estas que tejen el día a día, lo cotidiano. Escolares del colegio ‘Almadén’ que hablan con una astronauta de la Estación Espacial Internacional. Serpientes, una de plástico, que reptan a sus anchas por descampados y solares; episodios cada vez más frecuentes de maltrato animal; plagas de cucarachas; incendios intencionados; alcaldes en apuros; políticos y empresarios en comisarías y juzgados; ruido de fusilería en la política; calma y quietud en el barquito que navega por El Tranco impulsado por el sol (ya contabiliza 25.000 pasajeros); el aceite de oliva y su I+D+I aún por escribir desde que el recordado doctor (inmunólogo) Vicente García Villarrubia dejara un trazo grueso en su historia con el OHO, antes de que la muerte le asaltara repentinamente; la Universidad a punto de arrancar motores; algunas empresas poniendo picas en Flandes, o mejor en Bedmar, para fabricar ginebra con sello de Jaén (BarQuier, si se me permite el anuncio); la crónica de sucesos que no cesa, con un tiroteo de película negra en edición doméstica, o drama neorrealista mortal para un ladrón que encontró la muerte en plena faena...

En definitiva, moral alta y bolsillos ligeros, un aprobado por cada tres suspensos y en gimnasia, sobresaliente. Así vamos contando la historia de estos días de incertidumbre con la certeza de que de todas se sale, aunque no sepamos si trasquilados o no. Conviene airearse, por lo tanto, y mirar más allá de nuestros límites. La serie sobre el Jaén de Filipinas es un buen ejemplo de ello. Puentes para el conocimiento pese a la distancia, como hace cinco años tendió también el periódico con el Jaén de Perú. Como hace ‘Quesada Solidaria’ cada año en suramérica en la cooperación sociosanitaria. Y otros muchos anónimos a imitar para ayudar y ayudarnos. Se acerca la campaña y los albergues abrirán sus puertas a los migrantes Hay que escribir y reescribir estas historias; el cine lo ha hecho y lo sigue haciendo. Recomiendo comenzar con algunos clásicos y sus películas para reflexionar: ‘Surcos’, de José Antonio Nieves Conde; ‘La piel quemada’, de Josep Maria Forn, con una estupenda interpretación de Antonio Iranzo y saltando el charco, ‘Tiburoneros’ del mejicano Luis Alcoriza (discípulo de Buñuel).

Anochece más temprano. El otoño de 2016 no comenzó el pasado jueves, día 22, a las 16:30 horas. Fue el viernes, día 23, a partir de las diez de la noche en la Feria de Mancha Real cuando ‘Apache’, el grupo jiennense, comenzó a tocar en la caseta municipal con oficio y buenas maneras, liderados por un Luismi otoñal que sigue mandando en su voz y se entrena pra hacer lo propio con aves rapaces. A vista de águila quizá se viera al fantasma de La Mota asomado a una de sus ventanas para escuchar el concierto, o a los duendes de la desaparecida harinera, en cuyo solar se levanta ahora la estación de autobuses, escalar por el interior de la chimenea (el único vestigio que queda) para hacer lo propio a cien metros escasos del evento. Durante toda la tarde estuve intentando imaginar si realmente en alguna huerta cercana a la ciudad, en esa sierra sur de bandoleros y curanderos, hay melocotones que saben a canela. Jura y perjura su dueño que es así. Habrá que volver para tomarle la palabra.

Quizá los probó ‘Cencerro’ mientras forjaba su leyenda de maquis antifranquista. Y puede que también lo utilizaran los santeros que proliferaron por las aldeas de la sierra para curar a esa legión de enfermos en busca lo que no encontraban en la medicina tradicional. No puede pensarse otra cosa de un sabor tan singular. Hablan maravillas de manzanas y peras, del agua fresca; relatos de puentes y trenes que no tenían cabida en una tarde que se fue tras dos suspiros hasta que el bullicio de la feria llamó a rebato. En la explanada de la catedral de Jaén la estación llegó el mismo viernes con el estreno de la ópera ‘Carmina Burana’, de Carl Off. Impresionante escenario para una adaptación de poemas goliardos de los siglos XII y XII (según cuenta Wikipedia) en los que se canta al gozo de vivir y se satiriza a todos los estamentos sociales y eclesiásticos. No es una mala declaración de intenciones para una tierra donde se suele poner una vela a dios y otra al diablo, por si acaso. Donde un día te dan la mano y al otro si te he visto no me acuerdo. Contar historias tiene estos riesgos, y van de oficio.

Termina la página. El otoño posee una cualidad sanatoria para cualquier mal que aqueje nuestro cuerpo herido: la magia. Otoño mágico para Jaén. Se le caen las hojas y se las lleva el viento. El andar es más pausado y los recuerdos ayudan a sobrevivir. Jaén vive en su otoñada y sueña con una primavera de resurgimiento que no tiene fecha en el calendario.