25 años de misiones en Bosnia
Varios guardias civiles de la Comandancia de Jaén recuerdan su estancia en Bosnia, durante
la guerra civil, donde participaron en las misiones de ayuda humanitaria como fuerza adscrita a
la OTAN que supuso un ejemplo para el mundo y un cambio en la visión de la población española
Este mes de noviembre se cumplen 25 años del primer despliegue de España en Bosnia bajo los mandos de la ONU y de la OTAN. Un acontecimiento histórico, ya que supuso la primera gran misión internacional humanitaria de las Fuerzas Armadas y, también, un antes y un después de la percepción que la población española tenía sobre ellas. Su impecable y ejemplar proceder les hizo ser una de las fuerzas extranjeras más queridas por la ciudadanía bosnia y los propios españoles, en general, vieron a sus ejércitos como un elemento útil, necesario y cercano, lo que le valió la concesión del Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional.
En la misión humanitaria realizada en Bosnia-Herzegovina perdieron la vida 22 militares del Ejército de Tierra, un brigada de la Guardia Civil y un intérprete. Un alto coste para quien trabaja por la paz.
Hoy, el Ejército de Tierra sigue presente con una pequeña delegación, en una misión de colaboración con las Fuerzas Armadas de Bosnia.
Carmen Gómez, una guardia civil de la Comandancia de Jaén se presentó voluntaria en 2003 para participar en la misión encomendada por la OTAN a la Guardia Civil. Estuvo destinada seis meses en Mostar, en la base de la Brigada Salamander, junto al aeropuerto. “Yo fui voluntaria porque quería conocer aquello. Fue una experiencia súper enriquecedora. A los españoles nos quieren muchísimo y el agradecimiento de la población era a diario”.
Carmen Gómez estuvo destinada en la Policía Militar, en misiones conjuntas y compartidas con gendarmes franceses, carabinieri italianos y, a veces, con policías marroquíes. “En Mostar —recuerda— vivíamos en contenedores como los que llevan los camiones de transporte de mercancías, adaptados a vivienda. Con frecuencia nos llamaban porque habían detectado una mina, para verificarlo. Todo estaba plagado de minas y teníamos que tener la precaución de no salirnos de los caminos”. También patrullaba los tres sectores: bosnio, croata y serbio. Eso le permitió ver el permanente estado de necesidad que sufría la población bosnia, que carecía de casi todo. “Había mucho desabastecimiento. Cuando visitamos uno de los centros de salud, los médicos nos decían que no tenían hilo para coser las heridas. Entonces, a título personal, recorrimos los diferentes botiquines de nuestra base, alemanes, franceses, italianos, marroquíes y españoles, y pedimos que nos dieran lo que pudieran para atender a la población mientras les llegaba la ayuda. Todos nos ofrecieron material sanitario. Era muy emocionante ver la cara de agradecimiento de los médicos y de los enfermos”.
Esa experiencia, que Carmen Gómez, una leridana hija de padres jiennenses, no olvidará mientras viva, le permitió fraguar una sólida amistad con Slavika Marik, una bosnia que cuidaba las instalaciones del sector de la base asignada a la Guardia Civil. Hoy alimentan su amistad por carta. Slavika chapurrea algo del español que aprendió de andar por la base, pero Carmen Gómez no conoce ni papa de bosnio. Pero como la necesidad hace virtud, ambas se envían ya traducidos sus respectivos textos. “Tengo la suerte de que un compañero guardia civil está casado con una traductora bosnia y eso facilita que me pueda comunicar con Slavika. En sus cartas siempre me dice que nos echa mucho de menos”.
llega el euro. Otro guardia civil adscrito a la Comandancia de Jaén, José Villar, se ofreció voluntario en 2002 y su destino fue la base de la OTAN de Butmir, un barrio de Sarajevo. Recuerda que vivió un momento histórico que lo pilló desprevenido: “Me ocurrió algo curioso. Me fui cuando en España se pagaba en pesetas y regresé cuando ya estaba el euro. Me costó dos meses adaptarme a la nueva moneda, porque no sabía nada de euros”.
También le ocurrió una anécdota digna de los anales del humor. José Villar la cuenta así: “Los vehículos que utilizábamos para las patrullas eran los de la Guardia Civil. Un día vimos un camión con matrícula de España, nos dio mucha alegría y lo seguimos para saludar al camionero. Cuando se bajó nos preguntó: —‘¿Desde dónde vienen siguiéndome’. Debió pensar que íbamos tras él desde la Junquera, porque no se imaginaba que hubieran guardias civiles en Sarajevo”.
José Villar comenta por qué decidió presentarse voluntario para Bosnia: “Yo nunca había estado en una guerra y tenía mucho interés por saber qué había detrás de algo así. Fue una gran experiencia. Estábamos cerca de 40 países asociados de la OTAN. Lo negativo era la miseria que aquellas personas padecían, la piratería, el montón de armamento que había por la calle. En Sarajevo, en invierno hace mucho frío y la gente no tenía con qué calentarse y se calentaba con una lámpara. La mitad de nuestra base estaba en territorio bosnio y, la otra mitad, en el lado serbio. Me llamó mucho la atención los gorros de las policías de los diferentes países. Los franceses tenían su gran boina y con ella se calentaban los pies. Todo era muy llamativo y colorista”.
Otro guardia civil, José Agustín Herrera, granadino de nacimiento y jiennense de corazón por los muchos años que lleva de servicio en la tierra del Santo Rostro, participó como voluntario en la misión de la OTAN en Sarajevo. Fueron cuatro meses, de septiembre de 2000 a enero de 2001, y lo recuerda como “una experiencia muy grata y enriquecedora”. “Tenía ganas de hacer un tipo de servicio de estas características. En lo profesional, me permitió mantener una relación con personal y tropas de otros países”. Comenta que, el servicio era muy similar al que realizaba en España: “Nuestra misión era la seguridad del centro de mando, de todas las instalaciones, que tenían un nivel de secreto bastante alto. Controlábamos los accesos, las salidas y dar protección y seguridad a las instalaciones particulares de los mandos, empezando por un general americano de tres estrellas que en ese momento mandaba la base”. En esa labor, añade, la Guardia Civil estaba coordinada con otras dos policías militares, los carabinieri y la policía irlandesa.
No todo se ceñía al recinto de la base de la OTAN. José Agustín Herrera y sus compañeros también hacían salidas a Sarajevo, pero de forma muy esporádica y no estaban dentro de sus cometidos, puesto que su misión militar se limitaba al interior de la base. “Fuera había zonas en las que había que tener mucha precaución. Pero de todo esto me impresionó mucho lo muy queridos que éramos los militares españoles por la población, a diferencia de otros ejércitos a los que no los veían con buenos ojos. Pero a los españoles, cuando los bosnios veían la bandera de España en nuestro uniforme, te paraban, te saludaban y te daban las gracias. Nos reconocían y nos apreciaban”.
Al igual que sus compañeros, José Agustín Herrera apenas podía comunicarse con la población bosnia, salvo por gestos, lo suficientemente elocuentes que eran quintaesencia de una comunicación universal. Tampoco era necesario hablar para entenderse cuando alguien te da las gracias de corazón. Eso se entiende a la perfección tanto en mandarín, como en abisinio, suajili o brasileiro de Pernambuco.
El túnel. La base de destino del guardia civil José Agustín Herrera, se hallaba junto al “famoso” túnel que conectaba con el aeropuerto de Sarajevo. El éxito más grande de la ONU, cuando llegó a Bosnia en 1992, fue hacer que los serbios le cediesen el control del aeropuerto de Sarajevo, adonde llegaba la ayuda humanitaria. En 1993 se construyó un túnel por debajo del aeropuerto que permitía la entrada de alimentos, medicinas y armas desde las montañas, fuera del control serbio.
Pero llegar a la entrada del túnel era tarea de alto riesgo, pues había que cruzar por una larga avenida con un sin fin de francotiradores que tenían la vida y la muerte en la cruz de su mira telescópica. Pero el hambre apretaba tanto y hasta tal punto que muchos bosnios asumieron el riesgo de cruzar y fueron muchos los que dejaron su vida en el asfalto.
La limpieza étnica fue la cara más horrible, si es que una guerra puede tener una cara más horrible que otra. El proceso fue tan sistemático que o bien los miembros de una determinada etnia abandonaban definitivamente el territorio o eran sometidos a tortura, mutilaciones y, finalmente, la muerte.
Lo peor de todo el conflicto, es que en la guerra de Bosnia no hubo vencedores. Se dieron tres hechos claves que determinaron su fin: El bombardeo de Serbia por parte de la OTAN tras la masacre de Srebrenica; la desilusión de los soldados serbo-bosnios de no ver cumplido su sueño de la Gran Serbia unida tras años de guerra y hastío, y se sentían traicionados, y que ya no quedaba limpieza étnica alguna que hacer. Serbia se rindió. La misión española comenzó en septiembre de 1992 con el visto bueno del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (ONU) a una operación humanitaria que después operó bajo mandato de la OTAN y de la Unión Europea.