Amor por Filipinas

La misionera de Puente de Génave, María Luna Vico, vive en Manila desde hace 31 años, donde siembra los valores de la Institución Teresiana: transmitir los valores cristianos a través de la cultura

    19 jun 2016 / 11:10 H.

    María Luna Vico es delgada, sencilla y cercana. Nació en Puente Génave pero desde hace 31 años vive en Manila, Filipinas. Pertenece a la institución teresiana y es profesora de Literatura en la Universidad Diliman. Tuvimos la suerte de conocerla a través de Paquita Barbero, carmelita de Úbeda que vive en este país y a la que estamos apoyando desde la asociación “Latiendo con el Sur”. Ahora María está en su pueblo para cuidar a su padre que es muy mayor, viene dos meses al año y además de ejercer de buena hija siembra en sus vecinos semillas de solidaridad y los compromete para ayudar al pueblo filipino a través de donaciones de ropa, medicinas, zapatos, material escolar y hasta jabón casero, que es muy apreciado allá. Todo este material que recoge como hormiguita y que ayudan a llevar a Madrid sus familiares, llega a diferentes instituciones de Manila: orfanatos, asilos de ancianos, hospital de niños, escuelas... Para poder pagar el envío de todo el material trae perlas filipinas para vender: collares, pulseras, pendientes.. Nos dice que, desde hace unos quince años que lleva adelante estas actividades, todas las mujeres de su pueblo tienen perlas; el pueblo se vuelca en ayudar.

    Su historia misionera empezó cuando trabajaba en la escuela de San Pedro Poveda de Jaén. La presidenta de su institución pidió en una carta veinte profesoras para ir a Guinea Ecuatorial donde acababa de finalizar la guerra civil, allí había que vivir en un barco y dar clase debajo de los árboles. Cuando ella escribió ofreciéndose le dijeron que ya había gente suficiente y le ofrecieron ir a Londres a sustituir a una profesora enferma que trabajaba con hijos de emigrantes españoles. Después de tres años se fue a Roma donde acabó su último año de formación. Es allí donde le ofrecieron ir dos años a Filipinas a formar jóvenes. Tuvo la oportunidad de trabajar en el Instituto Cervantes, en la Universidad de los Jesuitas y, finalmente, en la Universidad estatal de Manila, donde le ofrecieron después estar a tiempo completo. Este trabajo se ajustaba perfectamente a la vocación de la institución teresiana: transmitir los valores cristianos a través de la cultura en sitios específicamente civiles. Hizo un máster en Psicología y pudo ser voluntaria en una residencia universitaria ofreciendo a los estudiantes un gabinete psicológico. Se doctoró y después solicitó a la universidad una casa destruida “La casa rosa”, que pudo reconstruir con ayuda de su institución, haciendo una residencia universitaria para chicas. Aquí acoge a 24 alumnas con pocos recursos, pagando solamente 30 euros al mes. Además de esta actividad y de sus clases María se implica de mil formas: apoyando con becas a chicos sin recursos, pagando operaciones, construyendo casas que antes eran chabolas... Nos habla de la Iglesia Católica y de su fuerte presencia en el país, aunque se queja de que es muy espiritual pero poco comprometida con el pueblo, a excepción de los misioneros. Es un país que continuamente vive catástrofes naturales: tifones, volcanes, terremotos... Denuncia que casi no han llegado a las personas las ayudas del gobierno español para paliar las consecuencias que el último tifón, llamado Yolanda, causó. Sin embargo, nos dice que el pueblo filipino siempre sabe empezar de nuevo. De su institución hay bastante presencia en el país pero sólo ella y otra compañera son españolas. La otra teresiana que es gallega, ya hace años que se jubiló y puso en marcha una escuela para dar educación a 200 niños de la calle. Ahora, con 87 años, sigue en la brecha, todos los días a las seis de la mañana ya está en la escuela, nos dice que la llaman la madre Teresa de Filipinas. Nos cuenta también que no existe en el país conciencia social como aquí en España, se sea católico o no. Los principales valores son la belleza y el quedar bien con el otro. Sin embargo al preguntarle qué es lo que le gusta de Filipinas para llevar tanto tiempo allá nos dice que la gente es buena, agradable, acogedora. Hay mucha necesidad y se puede ayudar mucho, sobretodo, con la formación de chicos que luego ve que salen adelante y ayudan a su familia.

    Un placer conocerte María, desde ahora te quedas en nuestros corazones.

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    ayuda que no llega
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    María Luna lamenta que las ayudas del Gobierno español no llegan a la gente de la calle, a quienes realmente lo necesitan, como en el último tifón llamado Yolanda. Pero el pueblo filipino sabe siempre empezar de nuevo. (En la imagen, la misionera con jóvenes de la Universidad).

    cercana y comprometida
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    María Lina Vico, en casa con nuestros hijos, encantados de tenerla con nosotros. La misionera pertenece a la Institución Teresiana, que tiene bastante presencia en Filipinas, pero ella y una gallega son las únicas españolas que residen allí.

    de visita en villargordo
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    María nos acompañó a Villargordo, donde nos esperaban en la parroquia para compartir una sencilla cena, donde conocimos su experiencia misionera y se recogieron fondos para Ecuador.

    infancia misionera
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    Entrega del dinero recogido en la Infancia Misionera por parte del párroco de Nuestra Señora de la Asunción, José María Romero, a María Lina para llevar a Filipinas.