“Con 22 años le dije a Miró que quería exponer su obra, y lo hice”

Eduardo Palomares

03 mar 2019 / 11:53 H.

Más de cuatro décadas sostienen la dilatada trayectoria profesional de Eduardo Palomares Fernández (Linares, 1954) como galerista, un trabajo que, además, es su vocación y al que acude a diario convencido de la importancia del arte en el mundo.

Iba para perito mercantil...

—Sí, para perito y profesor mercantil, que eran las carreras equivalentes a la actual de Ciencias Empresariales. Elegí aquellos estudios porque tenían que ver con los negocios y, fundamentalmente, porque, como a tantos otros cuando se es joven, creía que me gustarían. Pero, la verdad, no me han servido para nada.

¿Cuándo supo usted que lo suyo eran las galerías de arte?

—En aquellos años de Madrid, donde viví desde niño y hasta mi regreso a Andalucía ya con veintidós años, vi la primera galería de arte en la calle Noviciado, y desde entonces el mundo del arte me llamó la atención.

—No le venía de familia, entonces...

—No. Se generó en mí, en casa no. Recuerdo que cuando le dije a mi madre que iba a montar una galería de arte, me preguntó: “¿Eso qué es, hijo mío, de eso vas a comer tú? No había antecedentes en la familia. Y yo tampoco he pintado nunca, he tenido la gran oportunidad y la experiencia, eso sí, de conocer a muchísimos grandes, pero de manera práctica, en su propio estudio, nombres muy importantes, que es con los que se aprende; esos han sido la mejor escuela para mí, estar con ellos, disfrutar, charlar, conocer sus vivencias, por qué pintan de una manera u otra... Luego, lógicamente, el tiempo ha sido mi “máster”.

¿Cómo nació Eduma, su establecimiento más representativo?

—Estando en Granada, donde hice el servicio militar, contacté con Galerías Gelabert, y en aquella línea de mi entusiasmo por el mundo del arte empecé a tener contacto con su propietario. Por el 74 comencé a montar exposiciones, cuando en Linares solo existía el patio de cristales del Ayuntamiento, donde se hacía una exposición al año, y poco más. No había un espacio cómodo y decidí crear el mío propio. Eduma —Eduardo y Mari Carmen— la montamos mi mujer y yo ya antes de casarnos, de novios ya hicimos la “sociedad” entre los dos (ríe). Empezamos en la Plaza de San Francisco en un local pequeño, en el 76, y en el 78 o 79 inauguramos, ya en la calle Isaac Peral, un local de doscientos metros cuadrados; ahí hemos estado hasta 2016, cuarenta años trayendo lo mejor que, para mí, había en España, pendiente de los movimientos que surgían. Cada quince días ofrecía una exposición, que funcionaba muy bien, y luego más de tarde en tarde, cada mes. Así hasta 2016, cuando decidí cerrar la galería.

No ha sido su única galería...

—He tenido cuatro, en Barcelona, Jaén (donde expusimos obra de Cristóbal Ruiz y Manuel Ángeles Ortiz, dos pintores grandes de Jaén, y una exposición de grabados de Picasso, además de una colectiva de pintores jiennenses; estuve un tiempo y no duré un año). Luego tuve otra en Almuñécar..., pero no podía con tantas cosas. La galería tiene que llevarla uno, y para mí eran muy importantes también las ferias de arte, había muchas en España y yo hacía mi itinerario, que además de muy interesante era rentable.

Al hilo de la rentabilidad, ¿se puede vivir en la provincia de Jaén de un oficio como el suyo?

—No se puede ni se ha podido nunca. Yo he vivido de eso siempre al día, he sacado adelante cuatro hijos, los cuatro han estudiado las carreras que han elegido y querido, y están todos colocados... ¿Vivir?, imposible, especialmente, y menos aquí, en Jaén; como ya he dicho, yo iba a las ferias, por ejemplo a Santander, donde acudíamos cuarenta y cinco galeristas “privilegiados”, y de allí traíamos un poco de dinero y podíamos tener otros seis meses abierta la galería de Linares. Acostumbrados aquí al trabajo que costaba vender un cuadro, allí era muy fácil. Mi trabajo ha sido siempre encontrar recursos, nuestra mente no era de subvenciones, no creo en eso. El dinero público, solo para lo público, no lo pedí nunca. Cada uno tiene que tener una caña para saber pescar, siempre he sido así.

Según su criterio, ¿cómo se forja un buen galerista de arte?

—No sé si soy buen galerista, pero hay una cosa que hay que decir. Cuando una persona tiene detrás una tradición, la experiencia es que si no tiene él mismo esos deseos, por mucho que tu padre sea una cosa, no vas a ser lo mismo que él. Es más profundo que una persona, desde el fondo, lo desee, lo anhele, creo que es mucho mejor, porque es la inquietud de uno mismo, eso es una cierta ventaja. No es fácil ser galerista, pero si además no lo sientes de esa manera, con esa profundidad, no vas a llegar. Quienes montaron galerías en su tiempo pensando en ganar mucho dinero, toda esa gente se equivocó, porque creo que uno tiene que tener unas cualidades innatas, una sensibilidad especial a la hora de mirar un cuadro, independientemente del bagaje de conocimientos, de base, de datos, de saber... Las obras de arte pueden ser de cualquier estilo, una mancha puede ser muy buena y un bodegón espectacular muy malo, y ahí tienes que tener esa sensibilidad especial.

¿Y la formación, qué papel juega en su sector profesional?

—En mi caso, la base científica la he encontrado en los libros, en muchas horas de estudio, en conferencias que pude escuchar, el estudio, el tiempo y, lo más importante, en el trato con los propios artistas, además de dedicar toda una vida a ello. Llegar con veintidós años, hablar con Miró y decirle: “Mire usted, tengo una galería de arte y quiero montar una exposición suya —yo pesaba cincuenta y cuatro kilos entonces, un crío muy delgadito—”, y en el 79 monté una exposición de Miró. Ese convencimiento de lo que uno quiere, piensa y siente.

—¿Qué balance arrojan, si mira hacia atrás, estos más de cuarenta años al pie del cañón?

—Pues no lo sé, creo que no me he llevado malos ratos, he sido un tipo con mucha suerte en la vida, hago un balance muy, muy especial. He ido siempre adaptándome un poco al medio y las circunstancias, para mí ha sido casi todo muy positivo, siempre avanzando, me han ocurrido cosas en la vida, muchas sorpresas para mí muy positivas, que he podido mirar como un paso adelante. Recuerdo que en 2009 o así, por ejemplo, vinieron a buscarme para hacer “Artjaen”, me gustó mucho que me presentaran un proyecto como aquel, tan interesante, con cuarenta y tantas galerías y un nivel muy alto dentro de lo que es nuestra provincia; el que creyera que se podía hacer un “ARCO” aquí..., eso es absurdo. Las galerías, cuando se iban, decían que había sido espectacular. La verdad es que hago un balance muy positivo de mi vida.

Si empezara ahora, ¿volvería a hacer lo mismo que ha hecho?

—Si empezara ahora, no sabría empezar. Veo más complicado el mundo ahora en todos los aspectos, hoy sería imposible aquello que hicimos. El secreto de vender arte no está el en que la gente tenga más o menos dinero; a mí me han comprado cuadros trabajadores y si lo han tenido que pagar en cinco o diez veces, se han llevado el cuadro y me han dado doscientas pesetas cada mes. Era la intención de querer tener en su casa esa obra, ahora eso falta, hay menos interés. El valor, la sensibilidad... Mi galería, cuando abría una exposición, estaba siempre llena y la gente venía incluso con exposiciones extrañas, desafiantes para el expectador medio. En muchos momentos, era una escuela didáctica donde la gente podía discutir y ver que la pintura no era solo el bodegón típico, que había otras formas, que el artista tenía otros conceptos y materiales. Eso lo echo de menos.

¿A qué achaca esa falta de interés por el arte en la actualidad?

—Nunca me ha importado tanto eso de que la gente no compre, me preocupa que no tenga esa inquietud, y creo que es porque nos rodean muchos elementos para hacernos tontos. La gente se tira horas con el teléfono y el jueguecito, que le quema el cerebro, en vez de leer un libro. Internet da la posibilidad de navegar por el mundo y por cualquier tema, pero los ordenadores y los teléfonos, que pueden facilitar conocer hasta el último cráter de la luna, nos hacen estar con una pelotica y se nos pasan las horas. Creo que ese es el problema.