BERREA Un espectáculo que inunda las sierras en otoño

Los montes se llenan con el sobrecogedor sonido de los ciervos que braman para atraer a las hembras y, de esta forma, lograr que sus genes perduren

17 sep 2017 / 16:44 H.

La llegada del otoño es sinónimo, cada año, del fenómeno de la berrea, protagonizada por el ciervo. La entrada en celo de las hembras origina una auténtica revolución hormonal en el que los nervios están a flor de piel. La parada nupcial recibe su nombre de los sonidos que emiten los grandes venados. Es un ruido gutural, muy ronco, que, gracias al efecto ecoico de las montañas, circulaba con facilidad y llega a oído de personas incluso situadas a grandes distancias.

Los especímenes de ciervo más dotados se disputan a las hembras en un verdadero “rali” por la perpetuación de los genes propios. En todo su apogeo, los ejemplares se miden entre sí, en ocasiones con combate cruentos en los que se embisten con las ramificadas cornamentas. Además de la vertiente acústica, se trata de un auténtico espectáculo. Los galanes suelen dirigirse hasta las áreas en las que las ciervas pacen o abrevan. En el fragor de la batalla pisan con fuerza el suelo. Antes de medirse con sus contricantes, se limpian el recubrimiento de los cuernos, con frecuencia frotándose con árboles a los que arrancan literalmente la corteza. Las escaramuzas y las peleas más serias entre los contendientes acaban con un resultado desigual. Por un lado, el perdedor debe marcharse y esperar a que otro año sea más propicio. En cambio el ganador tiene como premio el dominio de un harén compuesto, en ocasiones, de decenas de hembras con las que podrá aparearse a su antojo. Después de ocho meses de gestación, bien entrada la primavera nacen los cervatillos que suponen el comienzo de un nuevo ciclo de la vida.

Los parques naturales, principalmente los de Cazorla, Segura y Las Villas; Despeñaperros y la Sierra de Andújar rentabilizan esta sinfonía de sensaciones, con excursiones organizadas hasta los lugares en los que acontecen las peleas con idas y venidas y acometidas entre los rumiantes. En ocasiones, los paquetes ofertados al visitante “cierran el círculo”, pues, aparte de la naturaleza casi virgen, el espectáculo en sí y el alojamiento, hay establecimientos hosteleros que incluyen en su carta la carne de ciervo, un manjar rojo que tiene su público.

La relevancia de la provincia de Jaén es tal que, prácticamente la mitad, de los diez destinos de berrea de toda España se encuentran en su territorio. Los otros son el Parque Nacional de Cabañeros (entre Ciudad Real y Toledo), la sierra de la Culebra (Zamora), el parque de Hornachuelos (Córdoba), Monfragüe (Cáceres), Redes y la comarca de la Sidra (Asturias), varios espacios protegidos de Cantabria y Boumort en el Pirineo leridano. En general, los desplazamientos son protagonizados por turistas con un elevado poder adquisitivo.

parientes. La berrea no es exclusiva del ciervo rojo. Hay otras especies de la familia que también la practican, aunque resulte algo más aparatosa. Evidentemente, el nombre cambia. El caso más conocido es el de la ronca del gamo. Estos rumiantes, de tamaño más modesto que los venados, tienen unos cuernos en forma de pala que también son potentes armas, máxime cuando los especímenes tienen la testosterona por todo lo alto. Los ronquidos se prolongan a lo largo de todo el día en un intento de atraer a potenciales parejas con las que copular. Se supone que cuanto más cavernoso es el sonido más fuerte es el gamo.

Con menor “glamour” los hermanos pequeños de la familia de los cérvidos en la Península Ibérica, los corsos también se miden en combates. Aunque con un nombre un tanto canino, en el caso de los corzos la parada se llama “ladra”. El término, por supuesto, deriva de que el sonido evoca al de un perro.

Otros mamíferos dotados de cuernos, como la cabra montés o el muflón también se enfrentan por las hembras, aunque en esos casos los combates son más silenciosos.

La caza está permitida en estas semanas

Aunque haya gente que no lo sepa, la caza está permitida durante la berrea. Cazadores pagan para tener opción de hacerse con trofeos de primer nivel. Sin embargo, en las zonas más turísticas la coexistencia entre la parada nupcial de los venados y las escopetas no son bien acogidas. En el caso de Cazorla, partidos políticos y empresarios critican que los beneficios obtenidos por estas monterías no compensan el impacto negativo en el turismo, principal fuente de ingresos de la comarca, pues, en ocasiones, se generan auténticas carnicerías que llenan de sangre y vísceras el entorno en el que los rumiantes son abatidos y posteriormente descuartizados. En paralelo, igual que a la caza legal, la berrea también atrae a quienes practican el furtivismo.