Condecorados por el Papa

Tres jiennenses y una advocación mariana cuentan con algunas de las más importantes distinciones que otorga el Vaticano, la Medalla Pro Ecclesia et Pontifice y la Rosa de Oro

03 feb 2019 / 11:50 H.

El Vaticano dispone actualmente de diferentes grados y condecoraciones con los que distinguir a personas cuya labor en pro de la Iglesia es considerada merecedora de ser destacada. Se trata de órdenes y medallas que, de alguna manera, convierten a quien la recibe en individuo notable dentro de la varias veces milenaria institución que gobierna el Papa, en cuya mano está la concesión de estos honores.

Aunque es cierto que la pompa vaticana perdió mucho de su grandiosidad a partir del Concilio Vaticano II y el pontificado de Pablo VI, los cambios no se han llevado por delante la trascendencia que, todavía, supone para la persona distinguida en cuestión y para la diócesis a la que pertenece, hacerse acreedor a tales distinciones.

Desde antiguo, la más prestigiosa condecoración papal es la Orden Suprema de Cristo, que data del año 1319 y se reserva tradicionalmente para jefes de Estado católicos, un requisito que, conforme a los tiempos, se aparta de la libertad religiosa que la propia Iglesia proclama. El último que la recibió fue el rey Balduino de Bélgica, en 1987. Le sigue en importancia la Espuela de Oro, también del siglo XIV y prácticamente en el ostracismo, si se tiene en cuenta que no se otorga desde tiempos del gran duque Juan de Luxemburgo, que abdicó en el año 2000.

Ya en el siglo XIX, Su Santidad Pío IX creó una orden con su nombre, cuya cruz suele habitar en las solapas de diplomáticos y personalidades, incluso no católicas. Entre otros poseedores figura el Rey Emérito Juan Carlos I. De la misma centuria es la Orden de San Gregorio Magno, que reconoce los servicios prestados a la Iglesia y que tiene a gala ser la más extendida de las distinciones concedidas por el Vaticano; tanto es así, que entre sus titulares se puede encontrar incluso a estrellas de Hollywood como el cómico Bob Hope. Por su parte, la más reciente de las órdenes papales —aunque con antecedentes seculares— es la de San Silvestre, refundada en 1905 por San Pío X para premiar la implicación de artistas y creadores en la institución católica. Ningún jiennense —vivo, al menos— está integrado en dichas órdenes, como tampoco ninguno puede lucir en su chaqueta la Medalla Benemerenti, una presea nacida para aplaudir un servicio extenso en el tiempo a la Iglesia y que forma parte del vistoso uniforme de la Guardia Suiza cuando el soldado en cuestión acumula tres años en sus filas.

No se puede decir lo mismo del resto de condecoraciones vaticanas, que, a día de hoy, tiene nombres y apellidos propios de aquí que las llevan, sin ostentación pero con orgullo: “Fue una grata sorpresa que siempre interpreté como un reconocimiento de la labor de Cáritas y de todos sus componentes. La concesión recae en una persona, pero creo que el merecimiento es de toda la institución y de todos sus voluntarios y trabajadores, a los que se representa en un momento determinado”, asegura Juan Carlos Escobedo Molinos, director de Cáritas Diocesana durante trece años y reconocido por la Santa Sede con la Medalla Pro Ecclesia et Pontifice, que recibió en 2010 de manos del entonces obispo diocesano, Ramón del Hoyo, tras su concesión por parte de Benedicto XVI. Se trata de una condecoración creada por León XIII en 1888 con carácter de recompensa casi entrañable pero que, una década después, transformó en la más alta distinción que puede recibir un laico, aunque no es exclusiva para los seglares.

Además de Escobedo, José María Cano Reverte y Rafael López-Sidro Jiménez poseen esta importante medalla; a Cano le fue impuesta por monseñor Del Hoyo en 2014, después de que el Papa Francisco considerase sus méritos no solo como director de Cáritas Diocesana, sino también a lo largo de toda una vida en la que incluso llegó a asesorar a Cáritas Internacional en la Santa Sede. López-Sidro, igualmente exdirector de la organización solidaria, es el último jiennense galardonado con la “Pro Ecclesia et Pontifice”, que recibió en 2016.

Otra condecoración papal presente en la provincia de Jaén es la Rosa de Oro, del siglo XI, que si bien puede recaer sobre personas concretas, el Vaticano otorga también a advocaciones de la Virgen María. En este caso, su titular es La Morenita, en cuyo ajuar figura desde que, en 2009, se la concediera el Papa Benedicto XVI.