Dar y recibir misericordia

Los jiennenses Mari Carmen Ropa y Antonio Alcántara dedicaron parte de este verano a visitar a los misioneros de la Diócesis de Jaén
en Ecuador. Toda una experiencia de amor narrada en este artículo

    11 sep 2016 / 11:25 H.

    El pasado 16 de abril las entrañas de la tierra se estremecieron. Meses después, en una camiseta vi la frase: “Hasta en Ecuador la tierra baila reggaeton”; sin duda, una forma positiva de leer los acontecimientos que han destruido parte de la belleza de aquella hermosa tierra, y que ha destrozado el corazón de tantas familias; muchas de ellas aún lloran a sus seres queridos. Y la tierra sigue bailando, como hemos podido comprobar este verano en distintos lugares de Ecuador (Esmeraldas, Manabí, Cuenca y Chordeleg en la provincia del Azuay, Quito), donde nuestra Iglesia de Jaén sigue sembrando el Amor Misericordioso de Dios.

    Tras mi primera experiencia misionera allí hace siete años pensé: “Tengo que volver con más calma y sosiego, si el Señor así lo quiere”. Entonces, las circunstancias familiares y personales que envolvieron aquellos días no me permitieron vivirlo con la paz necesaria, aunque sí con la entrega total que el Señor hace siempre posible, para poder hacer su voluntad en medio de los niños y niñas de la Casa Hogar de Belén. Entonces fue a través del sacerdote Juan Raya, que había estado allí de misionero, como pude conocer a un matrimonio de Jaén (Ana Cruz y Antonio García), que trabajaban allí con diversos proyectos, educativos y de carácter social. Siete años después, el Señor me vuelve a enviar en unas circunstancias difíciles y dolorosas para este pueblo. Para mí el momento “kairós” (oportuno), en el que el Señor quiere que se cumplan los deseos que en mi corazón quedaron entonces. Precisamente en este Año de la Misericordia, la ocasión estaba ahí porque el corazón estaba dispuesto.

    Si en aquel momento mi aventura la inicié sola, Dios quería que en esta ocasión fuese bien acompañada por otro de tantos ángeles, como a lo largo de mi vida ha ido poniendo en mi camino. Y así ha sido desde el primer momento en que conocí a Antonio Alcántara, miembro de la parroquia de San Bartolomé de Torredelcampo, sin duda, un compartir el mayor tesoro que hemos recibido: la Fe en Cristo, que nos lleva a salir fuera, a acercarnos a las necesidades ajenas. A acompañar en el dolor y en el gozo, que de ello saben mucho nuestros hermanos de Ecuador; aunque su corazón pueda estar roto, siempre con la sonrisa en sus rostros. Desde el primer momento he tenido claro que mi misión era acompañar, estar, rezar por ellos y con ellos, servirles pero a su estilo, que dista mucho de lo que nosotros entendemos y a veces queremos hacer... y como pasa en estos casos yo que iba a compartir la Misericordia que Dios ha derramado en mí, me he encontrado con un derroche de Amor por su parte que ha desbordado de gozo mi corazón, experimentando un día tras otro lo que San Juan de la Cruz nos dice: “Quien anda en Amor ni cansa ni se cansa”. Qué bien vive esta máxima el sacerdote misionero Luis Fernando Criado. Hace años está en Esmeraldas llevando la misión con humildad, sencillez, entrega, cariño, paciencia... ¡admirable! Con él nos pusimos en contacto para ir y con los brazos abiertos nos recibió, junto con cada una de las personas que pasan y están en la casa parroquial de Rocafuerte (Esmeraldas), sin duda una casa de puertas abiertas donde siempre hay palabras de acogida, un plato de comida, una palabra de apoyo, una sonrisa que repara y un abrazo que fortalece. Gracias por tanto cariño compartido.

    De vuelta tengo sentimientos encontrados que hacen dura la adaptación: con el gozo de haber vivido lo que parece un sueño y la nostalgia por la separación y la distancia. Toca tomar tierra, reflexionar sobre la experiencia compartida para llevar lo aprendido a la misión aquí; siempre en comunión con los que allí caminan. Desde la oración, para que sigan levantándose cada día con esa confianza en que su vida está en los brazos amorosos y providentes de Dios Padre, que les cuida, les acompaña, en todo momento y circunstancia, incluso en las que no se pueden entender y hacen sentir impotencia.

    Ojalá estas líneas sirvan para que nuestra misión de Jaén se revitalice, se tome más conciencia de la labor que de forma callada se está realizando y de la mucha ayuda y apoyo que necesita.

    Amistades forjadas
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    En la fotografía superior, en casa de una familia amiga. Ella los conoció en su anterior estancia hace siete años en el Hogar de Belén y sigue conservando su amistad.

    En playa prieta (manabí)
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    Mari Carmen Ropa visitó también la zona afectada por el terremoto en Playa Prieta (Manabí). Allí, gracias al apoyo de muchas aportaciones de Jaén y otras zonas de España, se ha vuelto a reconstruir la escuela. Mari Carmen en la foto está con Wendy Loor, una de las profesoras.

    Verano misionero
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    Mari Carmen Ropa, de Castellar, junto con Antonio Alcántara, de Torredelcampo, han dedicado este verano a visitar a los misioneros de Jaén en Ecuador. La mayor parte colaboraron en Rocafuerte (Esmeraldas) con el sacerdote Luis Fernando Criado.

    Ancianos
    sin recursos
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    Visitó Chordeleg en la provincia del Azuay. Allí, una paisana, Karina Hernández, coordina una fundación que, entre otras tareas, acoge a ancianos sin recursos.