Donde azotan los tornados

El bailenense Martín Montenegro cambió los vientos del mar de olivos por los huracanes de Tulsa (Oklahoma), donde cumple su particular sueño americano como profesor de apoyo para niños con dificultades de aprendizaje

06 may 2018 / 10:43 H.

Un hombre en constante reinvención. La “etiqueta” define a la perfección a Martín Montenegro Cabrera, un bailenense nacido en el año 1981 que, desde el pasado verano, no ve los olivos jiennenses de su tierra ni ni el mar que baña la patria chica de su esposa, Mavi. ¿El motivo? Un corazón que no le teme a las decisiones difíciles y un alma viajera que hace de este licenciado en Ciencias Ambientales por la Universidad de Jaén todo un aventurero: un hombre en continuo “reciclaje” —nunca mejor dicho, dada su formación académica—, al que no le dolieron prendas para, con una trayectoria cada vez más asentada como técnico de Medio Ambiente en su pueblo y en Madrid, marcharse a Málaga y comenzar de cero, laboralmente, en el mundo de la regularización catastral.

La capital de la Costal del Sol lo enamoró y, al mismo tiempo —“donde fueres, haz lo que vieres”, dice el refrán—, cayó rendido a los pies de una boquerona que entró en su vida con un billete de avión bajo el brazo. Mavi, decidida a cruzar el Charco y a desarrollar su vocación docente en Estados Unidos, “tiró” de él y lo convirtió en el profesor de apoyo para niños con dificultades de aprendizaje que es a día de hoy —“el amor, que mueve el cielo y las estrellas”, escribió el gran Dante Alighieri—.

Dejaba mucho a orillas del Mediterráneo: “Una bonita casa junto a la playa de Marbella”, estabilidad, amistades y su “zona de confort”. Pero ya no había vuelta atrás —asegura— después de “un viaje de treinta y seis horas, tres escalas y cuatro aviones” que los llevó a Tulsa, en Oklahoma, “en pleno centro sur del país y en el corazón de la histórica ruta 66”.

Mavi comenzó a dar clase en un colegio y a cumplir, de esta forma, su sueño americano, pero la situación del bailenense no era, precisamente, la de un “conquistador” español a la manera de los que encontraron fortuna en tierras americanas hace siglos; tanto es así que, sin trabajo ni el permiso oficial para conseguirlo, se afanaba en ayudar a su esposa a decorar el aula y prepararla para que los pequeños estuvieran en el mejor de los ambientes —seguro que, en muchas ocasiones, utilizó material reciclado para ello—; ¿quién iba a decirle que el mismo lugar que donde lograba evadirse de su realidad laboral se convertiría, muy poco después, en su nuevo centro de trabajo? Dicho y hecho: “La escuela me ofreció ser voluntario y ayudar en lo que necesitaran, comprometiéndose a contratarme una vez que tuviera el permiso”, recuerda Martín Montenegro.

Tres meses después de esta promesa, el licenciado en Ciencias Ambientales que trabajó como técnico medioambiental, se reinventó en el ámbito de la regularización catastral y se convirtió en el “ñapas” de un centro escolar de Oklahoma veía recompensados todos sus esfuerzos y ejercía ya oficialmente, tan lejos de su Bailén natal y de su añorada Málaga, en su nueva ciudad. Nueva, sí, pero “familiar” en cuanto a vientos —Goethe los comparaba con el destino del hombre—, que si los de la provincia jiennense son famosos cuando dicen de soplar, los que azotan Tulsa no tienen nada que envidiarles, auténticos tornados en ocasiones tristemente mediáticos, por las desgracias que generan—. Un mal rato, sin duda, que el trabajo que Martín Montenegro realiza “con niños, principalmente, de México” le ayuda a superar: “Es duro a veces pero, a su vez, muy gratificante. Sientes que estás haciendo una buena labor y el saludo y la sonrisa de tus alumnos es la mejor recompensa”, apostilla el bailenense.

“volveré a españa”

Uno de los grandes atractivos que ofrece vivir en el Estado de Oklahoma es su bajo índice de paro, que “apenas supera el cuatro por ciento”, asegura Martín Montenegro, y añade: “Si encontrar trabajo aquí es mucho más sencillo que en España, también tienen jornadas laborales mucho más largas”. Con respecto a España, el bailenense afirma que, incluso, es bastante habitual que la gente compagine dos trabajos a la vez, una práctica que no le es ajena al gremio de los profesores. Por lo que se refiere a su futuro, y aunque está satisfecho con su actual situación, vaticina que su estancia en Norteamérica no tiene los días contados: “Aún me quedan unos años más en Estados Unidos, todavía tengo que mejorar mucho mi inglés, y me gustaría seguir viajando y conociendo el país”. Pese a ello, lo tiene claro: “En España se vive muy bien y, tarde o temprano, volveré”, concluye.

un difícil comienzo

Empezar una nueva vida en Tulsa no fue coser y cantar, precisamente. Abandonar Jaén, Málaga, Andalucía y España y recalar en un país cuya cultura e idioma tienen muy poco que ver con la idiosincrasia de aquí les suponía una gran inquietud, en todos los aspectos: “En dos semanas tuvimos que buscar viviendo y amueblarla, al menos, con lo básico pues, en Estados Unidos, las viviendas se alquilan vacías”, rememoria Montenegro, y continúa: “Buscamos coches en los ‘dealers’, típicos lugares que hemos visto todos en las películas, con cientos de ellos amontonados —en este país no eres nadie sin vehículo—, y abrir nuevas líneas de teléfono”. Sin embargo, las ganas de la pareja de “comerse el mundo” y cumplir sus anhelos hicieron el resto y, poco a poco, les ayudaron a asentarse en una tierra donde ya no son unos extraños.

rodeado de profesores españoles a más de ocho mil kilómetros de bailén
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“En la ciudad de Tulsa hay profesores españoles procedentes de todos los rincones del país, y se han creado unos lazos de unión increíbles entre nosotros”, dice Martín Montenegro, que celebra la fraternidad que reina a más de ocho mil kilómetros de su país natal entre quienes desarrollan allí su labor profesional: “Estamos muy lejos de nuestra tierra y la sentimos un poco más cerca cuando quedamos a toma algo o cuando hacemos un viaje juntos”. En esta fotografía, precisamente, el protagonista de estas páginas posa, con gorra y aspecto de los más “americano”, durante una ruta de senderismo al otro lado del Charco. Afirma, igualmente, que gran parte de “culpa” de residir en Tulsa y no en otra ciudad norteamericana es suya: “Le decía a Mavi que, así, la experiencia iba a ser más auténtica y que en esta parte del país no hacía tanto frío”. Incluso, asegura, muchos conocidos se extrañan de que dejaran España y la cambiaron por EE UU: “La gente, que aquí es muy amable, ve nuestro país como un lugar exótico y paradisíaco”, termina.

para el álbum
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Embebido por la grandiosad del centro urbano de Oklahoma, Martín Montenegro inmortaliza, con su teléfono móvil, el nuevo paisaje del que disfruta en Estados Unidos, su país de residencia. Un inmenso distrito comercial que es también el centro legal, financiero, económico, nocturno y de entretenimiento de la zona.

“Teacher montenegro”
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La bandera que aman los norteamericanos, murales con trabajos y operaciones en inglés... Es parte de la típica imagen de los colegios americanos que difunden el cine y la televisión y, también, el lugar de trabajo de este bailenense que, sin preverlo, crece profesionalmente en territorio estadounidense como profesor.

“de película”
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Los paisajes de O klahoma tienen mucho que ver con la imagen cinematográfica que los “westerns” exportaron desde Norteamérica. Espectaculares montañas, zonas escarpadas... Parece que, tras Mavi y Martín Montenegro, de un momento a otro, va a aparecer un comanche o el mismísimo séptimo de caballería.

con erick
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Erick es uno de los niños a los que, según sus propias palabras, más ayuda: “Me siento muy cercano a él”, expresa Montenegro. La cara de satisfacción que muestra el docente bailenense, en plena tarea educativa en el colegio en el que imparte clase, lo dice todo. Cuando decida volver, también dejará mucho en Tulsa.