El 150 aniversario de la Gloriosa Revolución

“¡Viva España con honra!” fue el grito que cerró el Manifiesto de Cádiz, creado en 1868 como parte del alzamiento militar contra la reina Isabel II y su Gobierno por parte de los generales Juan Prim y Francisco Serrano

23 sep 2018 / 12:05 H.

El 18 de septiembre de 1868, se sublevaron, contra la reina Isabel II y su Gobierno, los generales Juan Prim y Prats y Francisco Serrano y Domínguez, contando con la escuadra del almirante Juan Bautista Topete y Carballo. Para ello, escogieron la ciudad de Cádiz como cuna del alzamiento militar. Así, el Manifiesto de Cádiz se cerraba con el grito de “¡Viva España con honra!”, que se haría popular e histórico.

El Manifiesto de Cádiz llamó a los españoles y les dijo: La ciudad de Cádiz, puesta en armas con toda su provincia, con la armada anclada en su puerto y todo el departamento marítimo de la Carraca, declara solemnemente que niega su obediencia al Gobierno en Madrid, segura de que es leal intérprete de todos los ciudadanos que en el dilatado ejercicio de la paciencia no hayan perdido el sentimiento de la dignidad. Y, resulta a no deponer las armas hasta que la Nación recobre su soberanía, manifieste su voluntad y se cumpla. (...) Que cada uno repase su memoria, y todos acudiréis a las armas. Hollada la ley fundamental —convertida siempre antes en celada— que en defensa del ciudadano, corrompido el sufragio por la amenaza y el soborno dependiente de la seguridad individual, no de derecho propio, sino de la irresponsable voluntad de cualquiera de las autoridades. Muerto el municipio, pasto la Administración y la Hacienda de la inmoralidad y del agio. Tiranizada la enseñanza, muda la prensa y solo interrumpido el universal silencio por las frecuentes noticias de las nuevas fortunas improvisadas. (...) Tal es la España de hoy. Españoles: ¿Quién la aborrece tanto que se atreva a exclamar así ha de ser siempre? No, no será. Ya basta de escándalos.

Desde estas murallas, siempre fieles a nuestra libertad e independencia, depuesto todo interés de partido, atentos solo al bien general, os llamamos a todos a que seáis partícipes de la gloria de realizarlo. Nuestra heroica Marina, que siempre ha permanecido extraña a nuestras diferencias interiores, al lanzar la primera el grito de protesta, bien claramente demuestra que no es un partido el que se queja, sino que los clamores salen de las entrañas mismas de la patria.

No tratamos de deslindar los campos políticos. Nuestra empresa es más alta y más sencilla. Peleamos por la existencia y el decoro. Queremos que una legalidad común por todos creada tenga implícito y constante el respeto de todos. Queremos que el encargado de conservar la Constitución no sea su enemigo irreconciliable. Queremos que las causas que influyan en las supremas resoluciones las podamos decir en alta voz delante de nuestras madres, de nuestras esposas y de nuestras hijas. Queremos vivir la vida de la honra y de la libertad. Queremos que un Gobierno provisional, que represente todas las fuerzas vivas del país, asegure el orden, en tanto que el sufragio universal echa los cimientos de nuestra regeneración social y política.

Contamos para realizar nuestro inquebrantable propósito con el concurso de todos los liberales, unánimes y compactos ante común peligro. Con el apoyo de las clases acomodadas (...), con los garantes del orden (...), con ardientes partidarios de las libertades individuales, cuyas aspiraciones pondremos bajo amparo de la ley, con el apoyo de los ministros del altar, interesados antes que nadie en cegar en su origen las fuentes del vicio y del mal ejemplo; con el pueblo todo y con la aprobación, en fin, de la Europa entera. Pues no posible que en el consejo de las naciones se haya decretado ni se decrete que España ha de vivir envilecida.

Rechazamos el nombre que ya nos dan nuestros enemigos: rebeldes son, cualquiera que sea el puesto en que se encuentren, los constantes violadores de todas las leyes, y fieles servidores de su patria los que, a despecho de todo linaje de inconvenientes, la devuelvan su respeto perdido.

Españoles: acudid todos a las armas, único medio de economizar la efusión de sangre, y no olvidéis que en estas circunstancias en que las poblaciones van sucesivamente ejerciendo el gobierno de sí mismas, dejan escritos en la historia todos sus instintos y cualidades con caracteres indelebles. Sed, como siempre, valientes y generosos. La única esperanza de nuestros enemigos consiste ya en los excesos a los que desean vernos entregados. Desesperémoslos desde el primer momento, manifestando con nuestra conducta que siempre fuimos dignos de la Libertad que tan inicuamente nos han arrebatado. Acudid a las armas, no con el impulso del encono, siempre funesto. No con la furia de la ira, siempre débil. Sino con la solemne y poderosa serenidad con que la justicia empuña su espada. ¡Viva España con honra!

Con este alegato por bandera, el día 28 de septiembre de 1869, se enfrentaron en el puente de Alcolea (Córdoba) las tropas sublevadas mandadas por el general Francisco Serrano Domínguez, Duque de la Torre, y las tropas reales isabelinas mandadas por el general Manuel Pavía y Lacy, Marqués de Novaliches, el cual fue gravemente herido en la barbilla durante la batalla y los vencedores le hicieron objeto de mofa con la siguiente canción:

El general Novaliches

en Córdoba quiso entrar

y en el puente de Alcolea

le volaron las “quijás”...

¿Qué es aquello que reluce,

en lo alto de aquél cerro?

Las “quijás” de Novaliches,

se las está comiendo un perro.

La derrota de las tropas realistas isabelinas en la batalla del puente de Alcolea conllevó el final del reinado de Isabel II y su exilio. La caricatura del semanario satírico “La Madeja”, del 14 de marzo de 1875, resume de un modo humorístico magistral las fases políticas del Sexenio Revolucionario (1869-1874), desde la Revolución Gloriosa iniciada en Cádiz por Topete, que triunfó con la victoria de los ejércitos revolucionarios frente a los ejércitos realistas en la localidad cordobesa de Alcolea, la regencia de Francisco Serrano (1868-1871), la monarquía de Amadeo I (1871-1873), la primera República (1873-1874) con sus cuatro presidentes: Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar, el golpe de Estado del general Manuel Pavía Rodríguez de Alburqueque, el 03 de enero de 1874, y el pronunciamiento del general Arsenio Martínez Campos en Sagunto, el 29 de septiembre de 1874, que terminó forzando el regreso de la monarquía de los borbones, conocida como La Restauración.