El legado de un artista

Solista de oboe y miembro de la banda

07 may 2017 / 10:51 H.

Manuel Vílchez Ramírez lleva la música en la sangre. Es decir, en su ADN se encierra “el arte de organizar sensible y lógicamente una combinación coherente de sonidos y silencios, utilizando los principios fundamentales de la melodía, la armonía y el ritmo”. Desde que hizo los primeros pinitos en su Granada natal, de la mano del maestro Alfredo Martos, comenzó a garabatear partituras y a “jugar” con las notas que merodeaban por su mente, siempre despierta. “Con 14 o 15 años, hice mis primeras composiciones. Todavía guardo alguna por ahí”, dice un músico que acaba de cumplir 84 años y que todavía sigue al pie del cañón, aunque ya con un ritmo bastante menos frenético. “Siempre he estado componiendo, porque es mi gran pasión”, aclara. No en vano, puede presumir de ser un autor muy prolífico. A día de hoy, el maestro Vílchez tiene registradas 173 composiciones de todos los géneros musicales, desde pasodobles y marchas hasta himnos militares y piezas religiosas. Casi todas las cofradías de la capital cuentan con una obra compuesta y dedicada por el genial músico. Y también ha cultivado con mucho éxito el pasodoble, el género “más español”. Incluso, Manuel se atrevió con un género tan difícil como es la zarzuela. Fue con “Mar de plata”, una obra a la que dedicó dos años de trabajo, de temática enteramente jiennense y con libreto de otro artista ilustre, José Villar Casanova, “Vica”. Ambos tienen ya en mente un nuevo proyecto, “La niña de Las Bernardas”. “Nunca mejor se puede decir que su obra no hace ruido, sino que es música deliciosa”, escribió recientemente el propio Vica en las páginas de este periódico.

Nada más jubilarse, en el año 1998, el maestro Vílchez sintió un enorme vacío. Se veía con ánimos y ganas de haber seguido unos años más. Medio en serio o medio en broma, suele decir que fue el mayor error que cometió en su vida. La banda era su gran familia. De hecho, confiesa que no se pierde ninguno de sus conciertos, pues, siempre que puede, y hace por poder, asiste a ellos como espectador junto a su inseparable esposa, Paqui Checa. Eso sí, con la jubilación ganó mucho tiempo libre: “Es precisamente lo que tengo”, explica. Así, durante los últimos años, ha intensificado su labor creadora. “De siempre me ha gustado componer”, añade un hombre que tiene la convicción de que siempre hay que tener activos el cerebro y la mano derecha. Ahora, con los achaques propios de la edad, ya no se encierra durante horas en su pequeño despacho para hacer “magia” con las notas. “Sigo componiendo, pero más tranquilo”, admite. Lo último ha sido el Himno de Torrequebradilla, recientemente estrenado, con letra de José Sánchez del Moral. Han sido muchas las madrugadas en que ha recibido la visita de las musas, que lo han levantado de la cama y lo han obligado a ponerse a escribir. La inspiración le pillaba en cualquier parte: “Algunas de sus obras las apuntaba en una servilleta de papel”, recuerda su esposa.

El enorme legado que atesora el maestro Vílchez demuestra que es un artista polifacético, un todoterreno de la música, que ha cultivado todos los géneros y estilos. Probablemente, solo los más íntimos sepan que Manuel tenía una voz prodigiosa en su juventud: “Al estilo Raphael”, recuerda su esposa. De hecho, en sus años mozos, formó parte de varias orquestas que actuaban en los locales de moda del Madrid de la época. “Y teníamos éxito”, explica Manuel. “Me servía para sacar un dinero extra con el que poder costearme”, añade.

El maestro también ha tenido siempre un corazón enorme y ha hecho de la música un espacio para canalizar la solidaridad. Cuando regresó a la provincia, como subdirector de la Banda de Linares, puso en marcha diversos programas educativos para ayudar a los más necesitados. Daba clases gratis a los niños huérfanos de la ciudad minera: “Era una forma de integrarlos en la sociedad y, además, de acercar la música a la gente”.

Toda su actividad ha estado vinculada al arte. Ha colaborado con la Rondalla, con el Orfeón Jiennense y con la Coral Polifónica; ha dado conciertos con solista de violín; ha enseñado su pasión a los jóvenes músicos del Conservatorio, a los que siempre ha tratado de transmitir su amor por el pentagrama, el ritmo y la armonía. Su obra y su legado son inmensos. Solo un hombre con unos conocimientos enormes y una extraordinaria sensibilidad es capaz de convertirse en un todoterreno de la música, en un virtuoso de todos los géneros. Ese Manuel Vílchez, el maestro para varias generaciones de músicos jienennses que han compartido el amor por el arte universal.

“sabe llegar muy bien”