El maestro constructor

30 oct 2016 / 10:26 H.

E n el año 1934 la selección española de fútbol, La Furia, se enfrentó a la italiana en cuartos de final del campeonato del mundo. Zamora, Lángara, Quincoces, Regueiro y compañía eran los favoritos, pero perdieron tras un desempate. Los italianos se emplearon con dureza, tanta que el gran Zamora terminó con una costilla rota. Duro y agitado fue también ese año para la República española, social y políticamente convulso. Escañuela era ya pequeña de población y grande de corazón. Allí nació el maestro constructor, aunque él no lo sabía y pese a que estaba predestinado. Como en la mayoría del mundo rural, la vida era dura en aquel tranquilo pueblo, apenas una pequeña mancha de casas entre olivos. Juan Bueno Navas nació en una familia de albañiles y agricultores. Su abuelo, su padre y sus cuatro tíos lo eran. Dejó pronto los estudios y tuvo que trabajar a los 14 años, el sino de muchos niños y jóvenes de su generación. Su padre, Manuel Bueno Soriano, casado con María Antonia Navas Cuesta, le enseñó la obra tradicional y Juan correspondía haciendo cálculos y mediciones para el material necesario, bien para una casa, el arreglo de un tejado o la tapia de un corral. Aprendió rápido. A los 16 años ya iba solo de encargado con un peón para hacer trabajos por encargo de su padre. A los 18 años fue el encargado de un equipo de ocho albañiles para trabajar en la construcción de un poblado en el pantano del Guadalén, que se llamaba entonces Guadalén del Caudillo, recuerda mientras conversa con método, desgranando por años su incipiente actividad como albañil. Tenía ideas, pero...

La mili me espabiló–, sentencia este hombre tranquilo y prudente, de conversación sosegada.

Los varones de aquella generación salían al mundo, que no era otro que España, y más allá del pueblo, cuando llegaba la hora de cumplir obligatoriamente con el servicio militar. Juan lo hizo en Madrid, en Hoyos del Manzanares y en la capital. Era el año 1955. Llegó a vestirse de caqui con un curso de técnico de construcción de los que se hacían en el Instituto San Telmo. Y tras un examen preceptivo en el ejército fue nombrado jefe del equipo de obras en Madrid. Un trabajo que discurría por todos los acuartelamientos y en los que dirigía a una veintena de personas de varios oficios relacionados con la obra: albañiles, carpinteros, electricistas y fontaneros. Era lo que le faltaba a su despierto ingenio para, efectivamente, espabilarse. Conocer aquel mundo profesional y especialmente el funcionamiento de la obra pública, de ministerios y organismos oficiales.

Detectó una oportunidad y tuvo una idea. La oportunidad eran las Viviendas de protección Oficial (VPO) de las 30.000 pesetas, llamadas así coloquialmente porque esa era la cantidad destinada a ayudar a los que se hacían una vivienda nueva.

–Algo así como autoconstrucción–, explica.

Y la idea, cuando regresó de la mili, fue montar una empresa con la que empezó a construir y tramitar de forma integral estas VPO. Ese fue el punto de inflexión, el salto cualitativo y cuantitativo de la obra tradicional a la construcción empresarial. Puso a la empresa su nombre y habilitó el patio trasero de su casa de Escañuela como almacén, para empezar. Y fue creciendo hasta que el tamaño que requería el trabajo y los proyectos dio como resultado la constitución de Jubuconsa en los años 70, una sociedad anónima que domicilió en Madrid para operar desde allí con los proyectos de obra pública y ante los organismos oficiales. De hecho, abrió oficina en la capital, que cerró años después cuando “cumplió su cometido”. La de Jaén estaba en Navas de Tolosa y actualmente la sede social está en la Plaza de La Constitución, frente a Hacienda, edificio que mira sin poder evitar una sonrisa que lo dice todo. Jubuconsa, dirigida por Juan Bueno, ha sido un referente del sector en la provincia y en Andalucía. Aunque también ha hecho obra privada, la pública ha sido el centro de su actividad empresarial. Entre 700 y mil edificios, relata, fundamentalmente institutos, colegios y guarderías. Resume con dos cifras toda esta ingente actividad en Jaén, Málaga, Córdoba, el resto de provincias andaluzas y Ciudad Real. Cita como obras emblemáticas, entre otras, edificios en la Universidad de Jaén, la reforma de la Universidad Laboral de Córdoba, el gigantesco centro de educación especial de menores en la misma ciudad, las villas Turísticas de Cazorla y Sorihuela de Guadalimar, o el parque de Bomberos de Jaén.

–Llegamos a tener 504 trabajadores y, apunta este dato que para mi es muy importante –me dice–, 2.630.000 jornales.

Memoria y precisión como la de un plano. ¿Cómo ha superado la crisis en al que se desmoronó el sector de la construcción?

–Pagando mucho dinero a los bancos (sonríe), y con mucho esfuerzo y sacrifico de todos, de la familia y del equipo que trabaja con nosotros que es muy comprometido. Así estamos saliendo de estas dificultades–, explica en alusión al concurso en el que se ha visto inmersa la empresa.

No transmite ningún tipo de resentimiento por los avatares sufridos. Se confiesa optimista, aunque cree que el futuro de la construcción es incierto y que el sector ya no volverá a ser el mismo. Confía en su familia, que de hecho ya ha operado el relevo generacional. Su hijo Juan Manuel está ahora al frente, y participan sus hijas María Antonia y Juana de Dios y sus dos yernos, Francisco Fernández Jiménez, que actualmente es presidente de Ceacop, e Isidro Gavilán Linares, que se ocupa de la otra actividad empresarial de la familia, la del aceite de oliva. Porque Juan Bueno, de familia de albañiles y agricultores, siempre anheló hacer su propio aceite “de cosecha propia”.

Conoce el oficio, conoce la almazara. Con 16 años, además de albañil, trabajaba en la campaña como molinero; con 20 era maestro de prensa y con 24 era el maestro de la almazara de la cooperativa de Escañuela.

–Lo que tengo no me lo han echado los Reyes Magos–, afirma para dejar claro lo que se perfil desvela desde los primeros años de su vida, un hombre hecho al trabajo que creó una gran empresa partiendo de cero.

Desde 1983 el enclave es el cortijo La Torre, cerca de Escañuela pero en el término de Arjona.; su fábrica se llama San Antonio.

–Nuestros aceites están entre los cinco primeros del mundo y tenemos más de 40 premios nacionales e internacionales. Ya ves , para uno que era molinero de joven...

Le pregunto por su éxito y si se lo han reconocido. “No me quejo, instituciones y medios lo han hecho, pero especialmente tengo que decir que Diario JAÉN me ha tratado siempre muy bien. Tengo el Jinenense del Año como premio. Y se lo tengo que agradecer a Esteban Ramírez, a José Luis Moreno Codina y a Juan Espejo”. Éxito que no le nubló la vista. Rechazó una oferta de compra de la familia Ruiz mateos. “No llegué siquiera a reunirme, me llamaron y dije que mi empresa sería siempre familiar”, dice con determinación tras señalar d enuevo que para é éxito es necesario un buen equipo “y el mío en su mayoría además es de mi pueblo”. Repasa para finalizar la larga charla quiénes le han marcado en su vida. Su padre, un hombre trabajador y exigente, sus maestros José López Arjona. e Isidro Gavilán García y subraya de nuevo al figura de Esteban Ramírez: “Me marcó mucho aunque no pensáramos igual y me dio muchos y buenos consejos”.

Hemos hablado en su despacho algo más de una hora. El mobiliario es sobrio en tono marrón. Dos dibujos de buen trazo cuelgan en la pared de la izquierda con sendos paisajes urbanos. Fotos familiares en una mesa aparador; diplomas a su nombre; el retrato del rey emérito Juan Carlos I cuando era joven y en la pared de la derecha una lámina de reconocimiento de la Universidad de Jaén que encabeza esta leyenda: Al maestro constructor Juan Bueno Navas...