El oscuro negocio del expolio

El expolio de piezas arqueológicas es una lacra muy difícil de erradicar que se da con profusión en la provincia de Jaén. Según los expertos, un 20 por ciento de los saqueos que se producen son de redes organizadas, el 80 por ciento restante de coleccionistas particulares de los propios municipios

26 nov 2017 / 20:44 H.

En marzo de 2012, agentes de la Comisaría de Policía de Jaén recuperaban en una finca de Pedro Abad (Córdoba) dos estatuas de bronce del siglo I de nuestra era, que habían sido extraídas del yacimiento arqueológico de Alcurrucén. Ambas estatuas, excepcionales por ser de bronce en el imperio romano, cuando el material más usado era el mármol o distintos tipos de piedra, estaban valoradas por 6 millones de euros. Las estatuas estaban embaladas para su venta y en la operación fueron detenidos dos hermanos que pretendían colocarlas en el mercado negro por la mitad de su valor. Este es solo un botón de muestra del oscuro objeto de deseo que genera el mundo de la arqueología y la búsqueda de “tesoros”, y la provincia de Jaén es un excelente caldo de cultivo en el que tienen puesta la mirada los expoliadores. Son auténticos expertos en detectar yacimientos arqueológicos y, al parecer, también son legión y están perfectamente organizados.

Entre los expoliadores más característicos se encuentra la figura el “pitero”, que es el que peina el campo con un detector de metales. Los piteros protagonizado expolios importantes de monedas iberas, romanas, musulmanas... y otros objetos de metal antiguos. Su acción causa estragos en los yacimientos arqueológicos. El otro perfil es el del expoliador que trabaja por encargo. Auténticas redes que se mueven en un mercado internacional. Un ejemplo de ello: En abril de 2008, la Policía Nacional desarticuló una red de expoliadores que operaba en Andalucía, Aragón y Valencia. Fueron detenidas 20 personas en Jaén, Córdoba, Castellón, Valencia, Zaragoza, Granada e Ibiza. Se les intervinieron más de 12.000 monedas de diferentes épocas, 72 armas de fuego y 8 detectores de metales.

Tanto en este caso, como en otros muchos, internet se ha convertido en el más importante punto de encuentro entre los saqueadores y sus clientes. Ellos conocen los protocolos a seguir y los vericuetos para evadir la acción de la justicia. También hay especialistas en dar gato por liebre, imitaciones que dan el pego a los incautos.

La afición por coleccionar objetos arqueológicos está más extendida de lo que pueda parecer. Hace unos años un hombre de Úbeda, que poseía una colección, legal, de automóviles antiguos, también guardaba en su domicilio una gran cantidades piezas arqueólogicas de diferentes épocas. “Nos llamó mucho la atención que tuviese al pie de su cama una urna funeraria ibera con restos humanos dentro. Nos llamó la atención que estuviese durmiendo junto a un muerto, ibero, pero muerto al fin”, precisa Diego Moya, responsable de prensa y protocolo de la Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía de Jaén.

Aunque hay intervenciones exitosas de las diferentes Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, son muy escasas las denuncias e incautaciones que se producen, en comparación con el inmenso volumen de piezas que se mueve. “Las autoridades siempre han andado a remolque. Cuando ya se ha expoliado un yacimiento se actúa. Eso da una gran ventaja a los expoliadores”, matiza Diego Moya.

Buena parte de las intervenciones de la Policía Nacional procede de denuncias de ciudadanos que acuden a poner la denuncia y a dar la información. A partir de ahí se pone en marcha el operativo policial. “En el Cuerpo Nacional de Policía existe la Brigada de Investigación de Patrimonio Histórico. La constituyen expertos que están especializados en un área concreta y en una época determinada”, aclara Diego Moya. Y añade que, en su caso, su trabajo de fin de carrera lo centró en el Renacimiento: “Siempre me llamó la atención el Renacimiento, donde se pasó de una época tan oscura como era la Edad Media a un renacer del ser humano, que tuvo una enorme repercusión en las artes, la arquitectura y el saber. Fue algo increíble”.

Concienciación. Juan Pedro Bellón es arqueólogo y profesor del Instituto Universitario de Arqueología de Jaén. Subraya que, desde un punto de vista legal, cualquier tipo de actividad que no esté regulada por la Ley de Patrimonio es ilegal. Esto abre un abanico muy amplio. Desde ningún punto de vista, ningún particular puede realizar ningún tipo de intervención arqueológica.

Un ejemplo, la ley dice muy claramente que si alguien se encuentra una moneda no es suya. Hay excepciones, como que dicha moneda sea un euro de curso legal, entonces como diría un “pagés” de Mollerusa, a la “butxaca”. Pero en el tema de Patrimonio Histórico todo está atado y bien atado. “En esto la ley es muy clara. Cualquier tipo de objeto que sea susceptible de ser investigado con metodología arqueológica es Patrimonio”. Pero toda regla tiene su excepción y Juan Pedro Bellón lo matiza: “Todo lo que quede fuera de una propiedad atestiguada, por ejemplo, que alguien posea un jarrón del siglo XVI que le dejó su abuelo o bisabuelo. Pero fuera de eso todo es Patrimonio, lo mismo una moneda del siglo XIX o una peseta del año 40 en mitad el campo. Si no demuestra que es suya, es de todos”.

Para los arqueólogos el expolio sería algo similar a la quema de libros, por no decir de la Biblioteca de Alejandría. “Lo más sangrante del expolio es la pérdida del contexto y con ello de información. La gente de la Universidad y los arqueólogos que nos dedicamos a esto, sabemos lo que supone el expolio desde el punto de vista de la pérdida de información”, precisa Juan Pedro Bellón.

Y añade: “Nosotros, de un objeto hallado en su contexto sacamos miles de veces más información, que de un objeto que está en el álbum de un coleccionista o de un expoliador. Esa información, desgraciadamente, se pierde para siempre”. En definitiva, indica el profesor, el expolio, aparte de ser un atentado contra el Patrimonio, alguien ha robado algo que es de todos y supone un atentado contra el conocimiento.

situación. Los yacimientos arqueológicos de la provincia de Jaén sufren continuos ataques de expoliadores. Juan Pedro Bellón dice que el Seprona realiza muchas intervenciones, pero considera que está limitado para poder proteger un territorio tan amplio como la provincia de Jaén. “Las agresiones son continuas, los expoliadores están muy bien organizados y el Patrimonio está muy poco protegido”. Las comparaciones son odiosas, pero la realidad es la que es: “Por todas partes se ven coches y agentes de Medio Ambiente que realizan su labor y se considera que el territorio está protegido. Pero eso no ocurre con el Patrimonio. No hay vigilantes a ese nivel, solo existe una atribución al Seprona de protección del Patrimonio Arqueológico, pero les falta apoyo e infraestructura”.

Los arqueólogos echan en falta que la Administración andaluza realice un plan de acción a corto y medio plazo, pero no tiene un plan, ni desarrolla los instrumentos que le da la ley, ni de catalogación, que permitan que los ayuntamientos conozcan qué patrimonio hay en su territorio y cómo tienen que protegerlo. “Somos conscientes que la Administración competente, que es la Consejería de Cultura, es la que cuenta con menos recursos y tiene muchos frentes abiertos”, subraya Bellón.

En la provincia, los yacimientos más expoliados, en general, son los que están afectados por infraestructuras públicas en los últimos años. Un ejemplo, la construcción de balsas de riego ha sido terminal para el Patrimonio Arqueológico, porque se han ubicado en sitios elevados en el paisaje en los que es muy frecuente que haya restos arqueológicos. Pero los ejemplos son muchísimos.

Uno de los yacimientos más expoliados a lo largo de la historia es la Cueva de los Muñecos, próxima a Despeñaperros, conocida también como el Santuario Ibérico de Collado Jardines, de ella se han extraído miles y miles de exvotos ibéricos que se encuentran descontextualizados y repartidos por todo el mundo. Otro yacimiento muy expoliado es el Cerro Maquiz de Mengíbar, también ibero en cuyas proximidades estaba la ciudad de Iliturgi. En él se produjeron destrozos de un valor incalculable, hasta el punto de que, este mismo año, el Ayuntamiento de Mengíbar lamentó “profundamente” la situación que conllevó la pérdida irrecuperable del Patrimonio Histórico. Los restos de época romana fueron destrozados por las obras de instalación de regadío en un olivar. Unos hechos que fueron denunciados ante el Seprona por el Instituto de Arqueología Ibérica de la UJA. Su director Manuel Molinos reconocía que la apertura de catorce kilómetros de zanjas acabó con buena parte de la superficie de este yacimiento. “Ha sido un expolio y un destrozo atroz y absolutamente espectacular. Su recuperación costará años y mucho dinero”, declaró en su día Molinos.

Especial interés para los saqueadores tienen las necrópolis iberas y romanas, porque en aquella época, los finados iban ataviados con sus ajuares y joyas. “Cuando nosotros salimos al campo lo que vemos continuamente son los agujeros de expoliadores. No hay una excepción en la que digamos ‘este sitio no lo han tocado’. Hay un gran negocio que lo controlan círculos muy bien organizados. Pero el 80 por ciento del expolio no está orientado al comercio ni a la venta, sino a una afición de coleccionar de particulares y eso es un desastre. El expolio se produce más por desconocimiento que por negocio”, señala el profesor Bellón.