El tractor

    04 dic 2016 / 10:19 H.

    El relato de Claudia era preciso y lineal. Lo había escrito con nueve años y de manera espontánea, es decir, no se lo habían puesto como tarea en el colegio. Comenzaba con un estilo inolvidable: “Había una vez un viejo tractor abandonado en un garaje...”. En resumen: Dos niños llamados Laura y Juan se habían mudado a una casa y es allí en donde encuentran el tractor abandonado. En esa casa decían que vivió en el año “4046” un rey llamado Marcelino. Los niños le “dijieron” el hallazgo a su madre, pero ella no tenía tiempo y no hizo caso. Deciden montar en el tractor y que Juan lo conduzca y así aprende. Montaron y “se fueron más y más lejos”. En ese viaje ven una casa y llaman a la puerta. Les abre un hombre amable llamado Lucas. El hombre quiere saber si les pasaba algo y ellos contestan que no les pasa nada. Les ofrece agua. Juan y Laura le preguntan si sabe conducir un tractor y Lucas dice que sí. A continuación le piden que les de una vuelta y Lucas los lleva a ver una cascada maravillosa. Después los deja en su casa. Al día siguiente Laura y Juan limpian el tractor y se encuentran que era muy bonito. Deciden que nunca más se cambiarían de casa.

    El tractor tiene un nombre que procede del latín (“Trahere” que significa “tirar”) La historia del tractor es reciente pero sin titubeos. Comienza a finales del siglo diecinueve con la máquina de vapor y continua hasta hoy con buenas perspectivas. El cuento escrito por Claudia, aparentemente simple, contenía de manera natural todas las estructuras de una historia (planteamiento, nudo y desenlace). Lo único que le hacía falta para convertirla en interesante era que adquiriera tragedia, comicidad, aventura, misterio o una mezcla de todo. Se lo ofrecí así. De entrada podría ser un tractor de tipo “Transformers “ y dejar que fuera destruyendo cosas. Otra opción era que el antiguo palacio y el tractor estuvieran inmersos en una historia misteriosa, de esas que afloran cuando alguien se muda de casa y aparecen espíritus; tantos y tan malvados como sean necesarios. También la historia podría ir porque Laura y Juan se perdieran y quedaran en un precipicio que exigiera un rescate arriesgado, con bomberos o pilotos heroicos. Quizás una buena opción fuera que a la puerta que llaman, y que tan amablemente les atienden, fuera una casa de zombis, vampiros o seres perversos y exigieran de los protagonistas una actividad frenética e imaginativa para vencerlos. Había tantas opciones como recuerdos de películas y libros. El caso es que, de todas estas opciones, Claudia no optó por ninguna, no quiso que su historia se modificara. La dejó así, Quería que todo fuera bien. Que la emoción y la aventura fuera la tranquilidad.

    Millones de historias son escritas cada año por niños, que luego serán mayores y no seguirán con este ejercicio. Probablemente porque no encuentran su historia tranquila.