El triunfo de la constancia

Daniel Moral es apicultor por tradición, financiero por estudios pero todo un chef a fuerza de lucha en tierras alemanas, en Onäsbruck, adonde llegó para trabajar en un búrguer y ha terminado en un restaurante de prestigio

03 mar 2019 / 16:12 H.

De la paz del campo jiennense al fragor de las urbes alemanas hay un paso: el que dio, hace cuatro años, Daniel Moral Mora, un jiennense de veintinueve años de edad y del barrio de Peñamefécit que abandonó “la colmena” —nunca mejor dicho— y las finanzas —dos ámbitos tan aparentemente opuestos como complementarios en su biografía— para escalar peldaños a fuerza de sacrificio y constancia hasta hacerse a sí mismo. “El esfuerzo llama a los mejores”, escribió Séneca.

Acostumbrado a hacer maletas, Moral dejó Jaén en 2013 siguiendo a su familia, sin saber que en su primer destino lo esperaba un pasaje hacia este hoy que, entonces, era un futuro completamente desconocido: “Me mudé a Sevilla por circunstancias personales con mi padre, su mujer y mis hermanas, que habían fichado por el Betis; allí, seguimos con la actividad familiar, que es la apicultura, y levantamos un huerto ecológico de mil quinientos metros cuadrados”, recuerda, y añade: “Conocí a una chavala que se fue a Alemania para trabajar en un búrguer y, al tiempo, me dio la posibilidad de irme a trabajar con ella, porque se volvía y quedaba un puesto libre, así que en 2015 decidí marcharme a pesar de que era un trabajo que no tenía nada que ver con lo que yo estudié, pero aun así vi la oportunidad de aprender un nuevo idioma, nueva cultura y comenzar mi nueva vida, después de dos años muy duros de trabajo en Sevilla”.

Dicho y hecho: llegó a Alemania, concretamente a Onäsbruck, ciudad universitaria en la que la sombra de la Segunda Guerra Mundial todavía es muy alargada, y comenzó su particular carrera de fondo camino de la realización personal: “Trabajé durante un año en la hamburguesería, lo cual me dio la posibilidad de la primera toma de contacto con el idioma, y aproveché también para hacer un curso intensivo de veinticinco horas semanales para sacarme el B1 en alemán”; sí, formación, trabajo incansable para que su aventura fuese de todo menos un fracaso... Y comenzó a verle color: “Al año decidí que mi etapa en el búrguer había terminado y a los quince días comencé a trabajar en la cocina de un restaurante español”, evoca Daniel Moral Mora. Aquel fue el pistoletazo de salida de su triunfo laboral y, con él, también del personal: “Mi jefe abrió, a los dos meses, un nuevo restaurante español, esta vez a lo grande, para ciento ochenta comensales, restaurante en el que llevo tres años”. Y eso que, como confiesa, comenzó “sin experiencia en una cocina”. Pero contra el deseo, esa fuerza motriz de la que hablaba Aristóteles, no quien pueda, y al jiennense le sobraban ganas no solo de comerse el mundo, sino de cocinárselo a los demás para, de paso, crecer como profesional y alcanzar la meta de la estabilidad: “Después de tres años, mi puesto es el de jefe de cocina, tras una media de entre doscientas veinte y doscientas treinta horas de trabajo mensuales, mucho interés, dedicación y constancia”, explica, satisfecho, quien desde octubre del año pasado es ya todo un chef y puede presumir de habérselo ganado con el sudor de su frente.

“A día de hoy he cumplido tres de mis objetivos, tener un puesto de trabajo de responsabilidad y reconocido en uno de los tres mejores restaurantes de Osnäbruck, disponer de coche propio y conocer la cultura y aprender el idioma —aunque nunca se termina de aprender del todo—”, sentencia. Es mucho, desde luego, aunque no alcanza para hacerle olvidar sus orígenes ni a los suyos, a su gente, que echa de menos cada día aunque no tanto como para tirar por la borda lo que ha conseguido levantar, sin prisa y sin pausa, con las únicas herramientas de sus cualidades.

conocer la ciudad

Onäsbruck, capital de su distrito, es una ciudad de la Baja Sajonia con alrededor de 160.000 habitantes, unos cuantos, bastantes miles más que la capital jiennense pero muchísimos menos que los que pueblan Sevilla. Tiene una Universidad en la que estudian, aproximadamente, diez mil alumnos, que se encargan también de llenar de vida la urbe y de llenar sus establecimientos hosteleros. Locales de copas y, también, aptos para saciar el hambre con una oferta gastronómica que incluye platos como “töttchen”, “ramanken”, “pumpernickel” y “springbrötchen”, cuyos exóticos nombres esconden manjares tan sencillos como una receta a base de sesos, un potaje de remolacha y diferentes modalidades de pan. Varios museos, recintos botánicos y un casco viejo lleno de encanto medieval son algunas de las posibilidades que ofrece Onäsbruck al visitante que se decida a conocerla.

la huella bélica

Osnabrück fue el escenario donde se firmó la célebre Paz de Westfalia, que puso fin a la no menos conocida Guerra de los Treinta Años, allá por el siglo XVII. Sin embargo, la incidencia de la historia bélica universal en este territorio germano no se remonta solo a centurias tan remotas, no; tanto es así, que la ciudad todavía recuerda, en su memoria sentimental y en gran parte de su trazado, lo que la Segunda Guerra Mundial le destinaba: la destrucción. No en balde, el conflicto supuso para esta zona de la Baja Sajonia un proceso de práctica desaparición que obligó a su reconstrucción una vez concluido el histórico enfrentamiento. Precisamente, uno de los principales personajes de Onäsbruck, Felix Nusbaum, un artista judío, murió en el campo de concentración de Auschwitz, en cuya memoria mantiene abierto un museo.

un joven lleno de proyectos e ideas que, si se lo propone, se harán realidad
idcon=13775974;order=15

La nostalgia de la tierra natal o de los lugares en los que se ha vivido hasta el momento de decir adiós es una constante no solo entre los muchos protagonistas que han pasado ya por estas páginas, sino inherente a la condición humana. La familia, los amigos, el clima, la gastrononomía, la cultura originaria y, como manifiesta Daniel Moral Mora, “tener más tiempo libre”, forman parte de la lista de recuerdos y anhelos que los jiennenses por el mundo llevan en su mochila. Sin embargo, la estabilidad, el arraigo, las nuevas amistades, el encanto de unos paisajes cada vez más propios y hasta el dominio de la lengua del país de adopción contrarrestan cada día la morriña natural. Pero si el viajero en cuestión es alguien como este exapicultor, el hervidero de nuevas ideas y ambiciosos proyectos está garantizado, así que eso de volver a España, sin dejar de ser un gran deseo, pasa a un segundo plano en favor de las nuevas metas: “Quiero volver, pero no me atrevo a pensar un tiempo estimado”, afirma Daniel Moral Mora.

orgullo de familia
idcon=13775982;order=17

Daniel Moral habla de su familia con orgullo. No es para menos; Claudia y Andrea brillan con luz propia como futbolistas de élite en el equipo de Primera División del Real Betis Balompié; con ellas y con su hermano Santi posa el protagonista de este reportaje en el campo de entrenamiento de los verdiblancos.

la mejor visita
idcon=13775987;order=19

Su padre, Santiago, y la esposa de este, Jacqueline, lo tienen muy presente y, en cuanto pueden, no dudan en visitarlo en tierras alemanas. Con ellos se desplazó a varios puntos del país y los tres llenaron la tarjeta del móvil de fotos como esta, tomada en la célebre ciudad de Bremen, la del cuento de los Trotamúsicos.

su “auto regalo”
idcon=13775991;order=21

Tener un coche con el que poder desplazarse, cómodamente y con autonomía, por Alemania era uno de sus principales deseos, que hizo realidad en el año 2016: “Llevaba ocho meses en el restaurante y me hice este ‘auto regalo”, recuerda. Un cochazo que añade a sus nuevas “raíces” alemanas todo un préstamo a dos años.

compañerismo
idcon=13775995;order=23

La “Gala de Nochevieja 2018”, asegura Daniel Moral, fue la primera celebración importante en el establecimiento hostelero en el que trabaja, al menos desde que a su jefe de cocina lo mandaron al otro restaurante: “Hubo que dar divertir a ciento cincuenta personas y preparar un cáterin para otras cuarenta y dos”, recuerda.