En el “mapa” de la nobleza

Una treintena de títulos del reino, que incluyen el de Rey de Jaén que posee Felipe VI y sin contar los ya extinguidos, llevan en su denominación oficial algún topónimo de la provincia jiennense

25 nov 2018 / 12:09 H.

Nobleza, en palabras del humanista valenciano Juan Luis Vives, es ser conocido y estimado por notables hechos y calidad, la “non vileza” que San Isidoro de Sevilla recogió en sus “Etimologías”. Unas virtudes que, a día de hoy, alrededor de dos mil nobles —sin contar los no titulados— procuran mantener intactas bajo la denominación de sus títulos, unos tres mil —según la Diputación Permanente de la Grandeza— en el elenco nobiliario español.

A este antiquísimo y singular “mapa”, la provincia de Jaén no aporta, precisamente, un elevado número de topónimos —apenas un uno por ciento del total— aunque, eso sí, los ducados, condados, marquesados y vizcondados del Santo Reino, en muchos casos, gozan de alto prestigio entre los componentes de la institución: “La nobleza del antiguo reino de Jaén es una de las más antiguas de España, por tener su origen en la Reconquista y concentrarse allí parte de los títulos del reino más antiguos de nuestro país y establecerse en él las principales casas de la más acendrada nobleza castellana”, asegura José de Contreras y Saro, profesor universitario, miembro de la nobleza de Madrid y descendiente de una de las más linajudas casas nobles vinculadas con la provincia jiennense, el condado de Torrecilla de Cameros. De Contreras, que además es autor de numerosos trabajos de investigación sobre la nobleza española y el Derecho Procesal Nobiliario, añade: “Su antigüedad ha sido proporcional a su prestigio, reconocido en la actualidad por las más importantes instituciones de la nobleza española”.

No en vano, el mar de olivos puede presumir de títulos inmemoriales como el de Rey de Jaén, que actualmente recae sobre Felipe VI, y de otros con casi seis siglos de vigencia, caso del ducado de Arjona, otorgado por Juan II y que, a día de hoy, tras el fallecimiento de la duquesa de Alba, posee su hijo Cayetano Martínez de Irujo. Por su parte, el condado de Huelma, de 1474 y creado por Enrique IV a favor de Beltrán de la Cueva, se suma a la decena larga de ducados, condados y marquesados del empresario y exjinete Joannes Osorio.

Seiscientos años, con sus días y sus noches, en los que los apellidos del primer duque, conde, marqués o vizconde —las baronías y los señoríos de origen jiennense están extinguidos o vacantes— se han quedado en el camino, pero no su historia ni los motivos que movieron a los monarcas pretéritos —el actual, Felipe VI, no ha creado ningún título aún— a distinguirlos del resto de los mortales. Hazañas bélicas, servicios a la corona, trayectorias destacables..., y siempre con un territorio concreto como “dote” o donadío, lo que hizo que, durante siglos, los poseedores de los diferentes títulos nobiliarios de la provincia estuviesen vinculados al lugar que les daba nombre: los Messía en La Guardia, los Benavides en Jabalquinto y Santisteban del Puerto, los Ceballos en Los Villares... Ello explica que estos y otros municipios jiennenses —incluida la capital— cuenten todavía con suntuosos palacios y obras públicas promovidas por las casas nobles cuyos escudos aún campean en fachadas, fuentes, templos y otras construcciones; ahí están la Casa del Almirantazgo en Alcaudete, el pilar guardeño de los Cinco Caños, el palacio de Garcíez, el actual Hotel Palacio de La Rambla, en Úbeda, reconvertido en establecimiento hostelero por la actual poseedora del título; la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Jaén, ubicada en la que fuera mansión del primer conde del Donadío de Casasola, el capitán Quesada, cuyo condado heredará el cantante y presentador Bertín Osborne, o el también capitalino Conde Duque, antigua casa señorial del vizconde de Los Villares, por poner solo algunos ejemplos. Una vinculación que, gracias a estas y a otras posesiones —también las de carácter rural—, justificaron que los nobles residieran en los territorios que los titulaban.

Sin embargo, los nuevos aires político-sociales del siglo XIX supondrían un antes y un después en este ámbito, como suscribe José de Contreras: “Se producen dos fenómenos que modificarán la naturaleza de los títulos nobiliarios otorgados hasta esa fecha: la eliminación de los privilegios y la forma de propiedad que disfrutaban desde la Edad Media, que suprime los señoríos feudales sobre cuyos territorios el señor ejercía el poder político, militar y judicial, y los mayorazgos como forma de propiedad histórica que se transmitía de hijo mayor a hijo mayor, evitando el desmembramiento del patrimonio nobiliario. Por otra parte, la Constitución de 1812 deroga los privilegios fiscales de la nobleza equiparándola en su obligación de contribuir a los gastos del Estado”, entre otros cambios trascendentales.

A partir de ese momento, las distinciones nobiliarias concedidas por los monarcas modernos y contemporáneos no implicarían ya la entrega de terrenos o posesiones, con lo que los nobles terminarían, en muchos casos, por trasladar sus residencias hasta el punto de no conservar más que el toponímico original como reminiscencia de lo que, antaño, fue una estrechísima relación. Multitud de ellos partieron hacia la villa y corte y, como mucho, conservaron algunas propiedades en territorio jiennense que evitaron el desarraigo de estos títulos con el Santo Reino.

En la otra cara de la moneda, la concesión de nuevos condados y marquesados supuso cierto realce del “ambiente nobiliario” en la provincia, ya en el XX, cuando los reyes del momento volvieron su mirada hacia el mar de olivos para, como escribió Antonio Machado, “repintar los blasones” de linajudos apellidos que, en los años del primer cuarto de siglo, fueron premiados con la corona condal o marquesal. Así, el que fuera alcalde de Jaén y Madrid, ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, destacado terraniente y próspero empresario José del Prado y Palacio, fue creado marqués del Rincón de San Ildefonso por Alfonso XIII, en alusión a una de sus fincas espeluseñas. Del Prado y su esposa —domiciliados en el palacio de la calle Llana de la capital jiennense que durante la Guerra Civil fue sede del periódico Frente Sur y en cuya terraza aparecen fotografiados el poeta Miguel Hernández y su ya esposa, Josefina Manresa, ante una vieja máquina de escribir— heredaron también los baños de Jabalcuz, que reunió, en los felices años 20, a la alta sociedad jiennense en torno a esta pareja, implicada en la mayoría de acciones sociales y culturales de su tiempo en la ciudad. Hoy día, Carlos del Prado y Cendra lleva el título que, durante solo seis años, ostentó Prado y Palacio.

Este marquesado junto con el de Cambil —también de 1920 y otorgado por el mismo monarca— son los últimos que incluyen en su denominación puntos concretos de la provincia. Pocos años antes, en 1917, Alfonso XIII había elevado a categoría de condado el antiguo señorío de Pozo Ancho del Rey, que poseía Alonso Coello de Portugal y Contreras, largos años secretario de la infanta Isabel. Su palacio, en la calle Martínez Molina, frente a la Escuela de Arte José Nogué, es ahora la sede de la Compañía Telefónica. El actual conde, Joaquín Llorens y Gómez de las Cortinas, mantiene relación con el mar de olivos gracias a las tierras de su propiedad que heredó en Arjonilla. Con él, la marquesa de La Rambla y el joven vizconde de Begíjar son los únicos nobles con título jiennense que, si bien no residen en sus casas solariegas, continúan vinculados —por vecindad o dedicación profesional— al Santo Reino fundado por Fernando III.