Iconos del Santo Reino

El veterano pintor alcalaíno Sebastián Rosales ejecuta, desde hace meses, una serie de representaciones de Cristo y la Virgen inspiradas en el arte bizantino, como una reinterpretación de un estilo repleto de espirtualidad

17 sep 2017 / 16:43 H.

Jaén está a miles de kilómetros de los territorios que pertenecieron al imperio bizantino, cuya capital era Constantinopla. Sin embargo, la Catedral custodia una imagen, el Santo Rostro, con una clara conexión con ese arte. Se trata de uno de los grandes emblemas del territorio jiennense.

Desde hace nos meses, en Alcalá la Real, el veterano pintor Sebastián Rosales Rosales está empeñado en resucitar una disciplina que le apasiona. A sus 74 años explica que desde siempre le atrajo el encanto de este tipo de pinturas. Sin embargo, fue en algunos de sus múltiples desplazamientos cuando entró más en contacto con los iconos. Dejaron huella en él su paso por el Museo del Hermitage, en San Petesburgo (Rusia) y otro viaje a Grecia y, en concreto, Creta.

Realiza los trabajos en su taller de la calle Álamos, muy próximo al paseo del mismo nombre, o en su estudio de la zona de la Fuente del Rey. Explica que realmente no intenta hacer reproducciones de obras magistrales que se encuentran repartidas por varios países europeos y que son testigos de una época, sino que la intención es reinterpretarlos y darles su propia impronta. Hasta el momento ha realizado una docena de estas creaciones. Rosales subraya la buena acogida entre el público de la Sierra Sur, a pesar de que, hasta el momento, no ha publicitado en exceso su proyecto. En general se trata de piezas de pequeño formato, por lo general cuadradas. En algunos casos las vende y en otras las regala a sus amigos. De esta manera, buena parte de su producción de iconos ya está en manos particulares. Su referente en este quehacer es el manual “Introducción al mundo de los iconos”, de María Luisa de Villalobos y Martínez-Pontrémuli, una experta en la materia que, en poco más de 110 páginas, hace un recorrido por esta técnica.

“Los iconos son todo un universo. Es una actividad con una espiritualidad propia que cautiva desde el primer momento”, manifiesta Sebastián Rosales. El pintor resalta el minucioso proceso para obtener una de estas pequeñas joyas. El tiempo que emplea en terminarla depende de las características concretas y de las horas diarias que le dedique, aunque, en general, suele tarde alrededor de una semana.

Sin más pretensiones, que explorar un campo que le hace disfrutar, Rosales intenta ser fiel a la tradición iconográfica. La creación de los iconos hunde sus raíces en los orígenes de la Iglesia. De hecho, se trata de una evolución del arte paleocristiano. El término icono procede, a través del latín, de un término griego que significa imagen. Es una forma de representar a Cristo, la Virgen María, los ángeles, los santos o pasajes de las Escrituras. A pesar de que se ejecutan desde hace siglos, los iconos más antiguos solo se preservan, por lo general, fuera de Grecia, en territorios como el sur de Italia que pertenecieron al imperio bizantino y luego se desvincularon de él. El motivo radica en el fenómeno de la iconoclasia o destrucción de estas obras de arte, muy extendida en los siglos VIII y IX al considerarse como ídolos estas representaciones a las que la devoción popular llegaba a divinizar.

Con la extensión de la fe ortodoxa, las escuelas iconográficas bizantinas tuvieron ramificaciones en los países eslavos, principalmente Ucrania y Rusia, con un estilo propio aunque dentro de los cánones marcados ya en las obras más antiguas conservadas, que datan del siglo VI, y están en el monasterio de Santa Catalina, en el Sinaí.

Aunque su técnica no es idéntica a la de los del periodo bizantino, Sebastián Rosales destaca la complejidad del proceso, que va desde la preparación de la base y el dibujo del boceto que sustentará la pintura. Igualmente debe cuidar el dorado del fondo. Obviamente no emplea los pigmentos y materiales habituales en la época de las primitivas creaciones, sino que aprovecha los medios de los que dispone. Para Rosales resulta fundamental la combinación de colores, que permite dar más fuerza a la obra plasmada con los pinceles, detalle a detalle y con mucho esmero. Por otro lado, como ocurría en Bizancio, sus representaciones de la divinidad no siguen las leyes convencionales de la pintura figurativa, sino que trata de captar el espíritu de la personalidad sobrenatural representada.

El artífice está satisfecho de los resultados y señala que, hasta el momento, las críticas formuladas por amigos. Afirma que esto lo ayuda a perseverar y a mejorar. Sin embargo, adelanta que no sabe hasta cuándo continuará con este proyecto y que en su producción de los próximos meses continuará poniendo en práctica otras áreas de la creación pictórica. También está abierto a encargos de iconos concretos. Mientras, continua con su proceso de documentación, en el que insiste en lecturas relacionadas con esta disciplina milenaria y el visionado de imágenes, dada la amplitud de la producción internacional, con miles de piezas repartidas por pinacotecas y templos de Europa y Asia. Le interesa perfeccionar su técnica y hacer trabajo cada vez más complejos y difíciles de ejecutar.

INTERÉS. Para Sebastián Rosales la espiritualidad resulta fundamental para entender su quehacer de décadas. Por ello, con frecuencia hace incursiones en trabajos relacionados con la religiosidad. De 2016 data una relectura de los profetas que Miguel Ángel pintó en la Capilla Sixtina. Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel son cuatro tablas de gran formato —2,2 metros de alto por 1,4 de ancho— que confeccionó inspirado en el genio renacentista para participar en un concurso convocado por un colectivo nacional de marchantes. Los personajes bíblicos continúan en su taller a la espera de una ubicación definitiva. Rosales explica que su deseo es donar los cuadros al Ayuntamiento de Alcalá la Real para que este los coloque en un lugar visible, dentro de uno de sus edificios señeros. El deseo del autor es que terminen en el Complejo de la Trinidad, un edificio ejecutado con fondos europeos y municipales que combinará la oferta turística, gastronómica y de índole cultural.

Igualmente en la iglesia de las Angustias de la ciudad de la Mota pueden contemplarse otras creaciones de arte sacro obra de Sebastián Rosales. Aparte de una madona de la sacristía, existe un par de escenas de la Natividad y la Resurrección que, a modo de retablos, se exhiben en el entorno del altar mayor del templo neoclásico. Ambas piezas destacan por su tamaño que, unido a la ubicación, las hace muy visibles y por la potencia del color. Tal vez, en un futuro no muy lejanos las iglesias de Alcalá la Real atesoren también iconos “made in” Sebastián Rosales.

Persona “atareada”
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Pese a que lleva casi una década jubilado, Sebastián Rosales no para. Por ello asegura que no dispone de excesivo tiempo libre. Y es que, aparte de las atenciones a sus familias y de cultivar aficiones como los viajes, tiene en la actualidad tres responsabilidades destacadas de las que presume. Por un lado, es, desde su fundación, presidente de la asociación de antiguos alumnos de la SAFA Padre Sebastián Talavera. Por otro lado, es delegado en Alcalá la Real de la Universidad de Mayores. En tercer lugar, desde la pasada primavera, está al frente de la Coral Alfonso XI, que ya presidió en una primera etapa.

Trayectoria dilatada

El currículo del pintor de la Sierra Sur es muy extenso. Siempre autodidacta, fue miembro fundador del grupo Artistas Plásticos Alcalaínos (ARPA) e impulsó, en su día, el ateneo local y una galería. Sus exposiciones individuales arrancaron en 1974 y desde entonces son frecuentes, con presencia en León, Madrid, Granada, Jaén, Córdoba, Sevilla, Málaga, Oporto (Portugal), Miami (Estados Unidos) y el Museo Gallivare de Suecia. Por lo que respecta a las muestras colectivas, ejerció de comisario de “Expopinta”. Por otra parte, presidió durante unos años (hasta que finalmente presidió su dimisión) el colectivo Amici Culturae.

“Realismo abstracto”
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Aunque parezca una paradoja, el propio Sebastián Rosales define su estilo como “realismo abstracto”. Con estos términos quiere ejemplificar que en sus pinturas, más allá de manchas de colores y pinceladas, pueden verse figuras. Al respecto, recalca la presencia constante del ser humano, a menudo con la aparición de un padre o una madre con su hijo. Al artista le encanta que el público busque un sentido a sus obras, que tienen unos formatos muy variables, algo que no sería posible si se tratara de pintura exclusivamente figurativa. Asimismo plantea las gamas de colores como estrategia para comunicar.

Trabajos con mensaje

Para el alcalaíno, es importante que los cuadros vayan más allá de lo superficial y ofrezcan un mensaje social que no deje indiferente al espectador. En esa línea, plasma, a su manera, la cooperación o, por el contrario, seres desvalidos. La crisis económica es protagonista en algunas de sus propuestas. Más allá de lo pictórico, Rosales ha trabajado otras disciplinas como la cerámica o el relieve. Una de las estas obras se expone a la entrada del salón de actos del convento de Capuchinos, en pleno centro de Alcalá la Real. Se encuentra junto a otra de similar tamaño, en este caso elaborada por Vicente Moreno.