La magia del equinocio íbero

La provincia de Jaén es una de las regiones con mayor número de yacimientos íberos, zonas que aún conservan la fuerza mística que tuvieron y que, a veces, solo necesitan del sol para “revivir”

23 sep 2018 / 12:05 H.

La magia se esconde en todas y cada una de las palabras que componen la historia íbera, en los restos de sus ciudades, de sus ritos. Por ello, Jaén, una provincia que hunde sus raíces en lo más hondo de la cultura íbera, también desprende esta magia, la cual es aun más evidente en momentos tan especiales como el equinoccio. Es, entonces, cuando los rayos del sol despiertan el encanto de sus antiguas ciudades, casi como una ilusión que dura solo unos segundos. Con especial énfasis se viven estos instantes en lugares como el oppidum de Puente Tablas, en la capital, o en la Cueva de la Lobera, en Castellar, pues en ellas el equinoccio, que se presenta como un rito sagrado en la cultura íbera, hace que el sol fecunde, con sus rayos, a la diosa en el interior de los santuarios. Sin embargo, en la provincia hay muchos más lugares donde los íberos dejaron su huella. Y muchos otros que, seguramente, aún no se han descubierto.

El oppidum de Puente Tablas fue, en sus mejores años, que se remontan al siglo tercero antes de Cristo, cuando la cultura íbera dominaba en estas tierras y lo convirtió en una ciudad fortificada de la que se conservan una enorme cantidad de patrimonio. Pero es, durante el equinoccio —que este año se celebra desde ayer, 23 de septiembre, a hoy, 24—, que sus restos “cobran vida”. Así, una recreación, por parte de Teatro la Paca, ayuda a los visitantes a comprender la magnitud de este momento. La Dama y el Príncipe se unen en lo que, en otro tiempo, fue el santuario de la ciudad. Ella, “la que pisa tierra sagrada”, y él, quien “conquistó con sus gestas el cielo”, ayudan a los visitantes a conocer cómo se aventura que ocurría este rito tan importante para los íberos. “Tenemos tres espacios diferenciados dentro del templo, en el que se han identificado espacios al aire libre, lugares de ofrendas, de culto... Con ello, se ha ideado, más de una forma lúdica que científica, una representación de un fenómeno de petición y adoración, que no se distinguen mucho de los ritos actuales, donde la gente se acerca, reza, al exvoto o deidad a la que adoran”, explica Concepción Choclán, directora del Centro de Interpretación de Puente Tablas y el Museo Íbero de Jaén. Así, los rayos de luz temprana entraron, en la recreación de la conocida como Puerta del Sol. Líneas de luz que un día llegaron a bañar a la diosa del templo, pero que, hoy, quedan suspendidas en el aire de forma casi mística. “Es apoteósico”, apunta Choclán, quien declara que hicieron un gran esfuerzo por mantener abierto el yacimiento durante los cuatro días en los que se pudo disfrutar este fenómeno, ya que, normalmente, no tienen personal para poder cubrir los fines de semana y festivos. “La Dirección está trabajando para conseguir que, en muy poco tiempo, tengamos personal durante los fines de semana. Porque, por la mañana, los fines de semana solo tenemos los sábados. Pero no tenemos personal por la tarde ni los domingos y festivos, que es cuando más se moviliza la gente. Así que confío en que pronto tengamos más personal”, indica. A pesar de esto, la directora del centro afirma que el número de visitantes sigue creciendo, aunque lentamente. Eso sí, afirma que, cuando tienen actividades tan características como las del equinoccio, nada más avisar, se colapsan los grupos. “Vemos que la gente tiene muchísimo interés. Lo que es más complicado es facilitar que haya grupos muy numerosos. Porque, en nuestros registros patrimoniales, pedimos que sean unas visitas de mucha calidad. Tanto porque un público excesivamente numeroso en un determinado momento puede ser problemático para la conservación de los sitios, como porque queremos que cuando la gente venga realice una visita cómoda, agradable, y que le aproveche muchísimo cualquier cosa que se le pueda ofrecer”, explica.

Al atardecer. Sin embargo, el amanecer no es la única hora a la que se puede vivir el equinoccio de la cultura íbera. Los menos madrugadores tienen la posibilidad de disfrutarlo en la Cueva de la Lobera, en Castellar, donde los rayos de media tarde entran por un abrigo rocoso formado hace millones de años, cuando el mar aún cubría parte de la zona. Fue en este lugar, en Altos del Sotillo, donde los íberos establecieron uno de los santuarios más importantes de la provincia. Lucas Rubio, técnico de Cultura del Ayuntamiento de Castellar, detalla que la conservación del espacio “no está mal. Lo que pasa es que no está vallado, así que, si hay gente que quiere hacer daño, lo puede hacer. Aunque, por otro lado, esto así está bien, porque así puede ir quien quiera por su cuenta y, con ello, también hacen labores de vigilancia”. Así, en la Cueva de la Lobera, los visitantes pueden ver las ornamentaciones talladas en la roca, varias columnatas, un altar y una piedra donde los íberos colocaban sus exvotos, así como la ventana por la que entran los rayos del sol. Así, la luz dorada entra, al atardecer, por la apertura en el abrigo rocoso hasta el fondo de la cueva. “Es como si la luz fecundase a la diosa madre, a la tierra. Y es, en este momento, cuando ocurre la hierofania, donde la luz del sol adquiere una forma que recuerda a los exvotos de bronce”, expone el técnico, quien sugiere que, seguramente, las altas clases sociales íberas entrarían en el santuario para vivirlo en primera persona. Además, destaca que el equinoccio era como una “romería”, ya que iban personas desde poblados lejanos para comartir un día en torno a la divinidad y otros íberos. “Es un momento mágico. Es cuando se aparece la divinidad. Y, aunque dura solo unos segundos, es precioso”, dice. Asimismo, asegura que muchos de los visitantes se marchan con una “sensación muy agradable”. “La gente nota energías positivas. Es una cueva muy mística. De hecho, yo me he encontrado allí collares de perros, frutas... la gente sigue haciendo ofrendas, creyendo en esto. Una vez vino un hombre mayor de Sevilla al equinoccio y trajo un reloj y un paraguas. La gente sigue creyendo en estas fuerzas. Puede que la cueva sean solo piedras, pero tienen mucha historia”, manifiesta.

Puede que el equinoccio no pase a través de la Cámara de Toya. Sin embargo, este es uno de los monumentos íberos con más importancia en la provincia jienennse donde la luz también juega un gran papel y que, este año, celebró un centenario. Es tal su grado de conservación, que Juan Carlos Montiel, guía turístico del yacimiento, afirma que está “perfecta”. Una de las historias que más cautivan a los visitantes de las tumbas principescas de Toya y Hornos (situadas en el municipio de Peal de Becerro) es la que gira en torno a las cenizas del príncipe y la dama. Montiel cuenta que, en el interior de la cámara, encontraron las cenizas de un príncipe, del que se desconoce una causa de muerte exacta, y una dama bastante más joven que él. Por lo que le guía señala que ella pudo haber sido sacrificada o que pudo ser por amor. “De la Cámara de Toya explicamos lo que representa, su importancia como monumento más destacable que hay de la cultura íbera. Es un lugar donde todos se quedan bastante sorprendidos cuando lo ven”, indica. El yacimiento de Peal de Becerro se completa con un centro de interpretación en la ciudad, donde se incluye una reproducción exacta del hipogeo de Hornos, ya que no es accesible al público.

“El equinoccio marca la actividad del viaje”
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Uno de los primeros en ver como el equinoccio brillaba en el oppidum de Puente Tablas fue Manuel Fernández, diputado de Turismo, quien afirma que los buenos resultados con respecto al buen estado de los yacimientos jienneneses es el resultado de un “esfuerzo muy grande”. “Las excavaciones continúan sacando cosas de mucha importancia y trabajamos en ellas poco a poco”, afirma. Asimismo, apunta que aún quedan muchas cosas por enseñar de la cultura íbera, “cosas que causan sensaciones muy singulares”. Por otro lado, expone que el Museo Íbero es la gran joya de todo, pues da una imagen “muy fiel” de lo que fue esta cultura. Y, respecto al equinoccio, se alegra de poder contar en Puente Tablas con cuatro días para disfrutar de un fenómeno “casi íntimo”. “El equinoccio marca la actividad del viaje. Es un momento mágico. Además, el rito se mostró con una teatralidad de rigor espectacular, pero a la vez sencilla, para que la gente se enganche por los íberos de Jaén”, insiste.