País nocturno

    07 ene 2018 / 11:21 H.

    Irtania, desde el avión, se había convertido de pronto en un país nocturno en donde la noche no sabía donde ocultarse y se llenaba de luces eléctricas salvo en las oscuras montañas. El ala del aparato no le impedía a Bucéfalo poseer aquella perspectiva. No había elegido aquel asiento con la voluntad de tener esa visión concreta sino que fue por casualidad. Lo que sí había escogido y promovido es que le llamaran por el apodo de Bucéfalo, abandonando así la vulgaridad de su nombre. El atractivo de aquel nombre, Bucéfalo, era sonoro y residía en el sonido esdrújulo (acento en la penúltima sílaba). No lo había escogido por su trascendencia en la historia porque la realidad podría ser bien distinta, y es que Alejandro Magno, el dueño del caballo Bucéfalo, fácilmente podría destrozar dos o tres cuadrúpedos por batalla y que el nombre de Bucéfalo pasara de uno a otro corcel y no hubiera existido un único Bucéfalo. Pero ahora, Bucéfalo, centraba todo su pensamiento en ver desde el avión la apariencia nocturna de Irtania porque sus propios recuerdos tenían un punto de ebullición y todo se convertía en vapor, como si no hubiera existido jamás. Estaba cruzando Irtania por la noche, huyendo de ella y de sus recuerdos de tal manera que no quedaba ni lejos ni cerca sino más bien próxima al olvido. Bucéfalo estaba subyugado por la visión nocturna del país. Nada escapará a la luz. La gente debería suplicar por la noche y su visión desde un avión.

    Todos estos pensamientos aparentemente profundos se mezclaban con el motivo de su viaje que no era otro que asistir a una reunión sobre la normalización de la botonera de los microondas. Se trataba de una reunión imposible porque realmente a nadie, salvo a la propia normativa, le interesaba que los botones del microondas tendieran a la confusión o que funcionaran de cualquier otra forma. Todo se solucionaba tras la convivencia, año tras año, con el aparato. No, no le interesaba a nadie, ni tan siquiera a los 2,80 gigahercios que presentaban como rango de radiofrecuencia los propios microondas, ni de que esos hornos fueran un ejemplo de la unificación entre la electricidad el magnetismo y la luz hecha por J. C. Maxwell (183-1879). Tampoco tenía importancia para Bucéfalo. Bien es cierto que en toda aquella confusión de los botones siempre existía una ruedecita que estaba destinada a gestionar el tiempo dentro del microondas: en sentido horario más tiempo, en sentido antihorario menos tiempo. No le estaban pidiendo a la comisión tunear los microondas sino poner las pautas para que los compradores pudieran establecer relaciones y comparaciones de calidad. Mientras tanto el avión seguía en su vuelo y ocultando las horas en un silencio impecable.